domingo, junio 03, 2007

Jose Garcia Dominguez, El cuento de la lechera

lunes 4 de junio de 2007
Rajoy y el nacionalismo
El cuento de la lechera
Si así le place, créaselo. Crease que Artur Mas, huérfano de un triste átomo de moqueta en Cataluña, va a lanzarse con entusiasmo a sostener un ejecutivo del Partido Popular que aspire a derogar el Estatut
José García Domínguez

O el Gobierno o el Poder, ese es el dilema. El suyo. Por lo demás, tendrá que decidirse pronto; más que pronto, ya. Si elige el Gobierno deberá subastar en almoneda los principios de su partido, además de los valores que han empujado a las calles a sus votantes durante tres años seguidos. Apenas eso, nada más. Si, por el contrario, opta por el Poder habrá de hacer lo que nunca ha hecho: arriesgar. Arriesgar mucho, mucho más de lo que ni ha osado imaginar. Porque no habrá otra alternativa. O el Gobierno o el Poder. Y sólo a él compete la elección.
Si quiere creer en el cuento de la lechera, quizá consiga el Gobierno; si decide creer en sí mismo, podría alcanzar el Poder. Para el caso, el cuento de la lechera es la vieja fábula mil veces repetida a los niños insomnes; la de los nacionalistas tan moderaditos como tontitos que correrían a garantizar la gobernabilidad a cambio de algunas cuentas de cristales de colores y unas bolsas de piruletas. Bien, si así le place, créaselo. Crease que Artur Mas, huérfano de un triste átomo de moqueta en Cataluña, va a lanzarse con entusiasmo a sostener un ejecutivo del Partido Popular que aspire a derogar el Estatut e impedir que las cuatro raspas del Estado que aún quedan aquí sean ofrendadas en sacrificio ritual al Tripartito.
Créaselo, don Mariano, que está usted en su derecho, por algo soñar es gratis. Y, de paso, persuádase íntimamente de que el PNV, o sea Nafarroa Bai, también estará por la labor. Que en eso debe andar pensando ahora mismo Ibarreche: en rendir la ikurriña de la Sabin Etxea ante la tumba de Sancho el Grande de Navarra. Seguro. Aunque si a lo que en realidad aspira es a eso –o sea, al telediario de La Primera, el coro de los saltimbanquis de la prensa y el Audi negro con las sirenas a todo trapo y los guardias de la porra deteniendo el tráfico a su paso–, no pierda el tiempo enviando exploradores a los exóticos reinos de Sarkozy y la Merkel.
¿Para qué? Al cabo, con un par de llamadas de tarifa reducida al Amena de Moraleda descubrirá todo lo que siempre quiso saber sobre sadomasoquismo y nunca se atrevió a preguntar. Porque, desengáñese, lo otro, el Poder, únicamente estará a su alcance si, por una vez, se atreviera a saltar sin red. Es decir, si desafiara esa ley fatal que ordena que uno siempre termina por parecerse a su peor enemigo.

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