jueves 28 de junio de 2007
POBREZA EN ÁFRICA
La Iglesia y la globalización
Por Brian Griffiths
La Iglesia tiene el potencial para abordar el problema de la pobreza mundial y cambiar la cultura de la globalización en formas que gobiernos e instituciones internacionales no pueden.
Es muy fácil al considerar los retos de la globalización y del desarrollo internacional entrar en un debate laico –empleando términos laicos– sobre los mismos donde parece ser que la fe cristiana tiene una relevancia limitada y se queda reducida a los márgenes. Sin embargo, Jesús no se equivocaba al afirmar: "Soy el Camino, la Verdad y la Vida". Aunque el reino de Cristo "no es de este mundo", las Escrituras ponen muy en claro que el reino de Cristo, no obstante, es relevante en cada aspecto de nuestra vida en este mundo. La Iglesia es testigo de ese reino y por ello tiene el enorme potencial de influir para bien en nuestro mundo.
Les daré dos ejemplos concretos de lo que esto podría significar: la Iglesia en África y el liderazgo empresarial. Todas las iniciativas propuestas por países del G-8 para ayudar al África subsahariana –ver qué se puede hacer con la deuda, la ayuda externa, el comercio, etc.– son iniciativas "de arriba a abajo". Las decisiones tomadas en la cumbre de Gleneagles en 2005 fueron todas propuestas "de arriba a abajo". El informe de la Comisión sobre África hizo 80 recomendaciones. De éstas, 78 recomendaciones estaban dirigidas exclusivamente a gobiernos africanos, a gobiernos de países donantes o a una combinación de ambos. La pregunta que hace falta hacerse sobre estas iniciativas jerárquicas es cómo se traducen en resultados tangibles que afecten la vida de la gente de a pie en aldeas y pueblos del África rural. Lamentablemente, parece que no lo hacen.
Aquí es donde la Iglesia destaca. Si tomamos el África subsahariana como ejemplo, la Iglesia cristiana rondaba los 60 millones de personas en 1960. Esta cifra es hoy en día de entre 350 a 400 millones. La Iglesia en África tiene un contacto más cercano con los pobres –aquellos que viven con menos de un dólar al día– que cualquier otra institución. Además, tiene una infraestructura administrativa estable a través de sus provincias, diócesis y parroquias que no tiene rival en la región y supone un marcado contraste con las estructuras a menudo fracasadas de los gobiernos locales. La Iglesia tiene una cúpula dirigente altamente respetada (al contrario que la clase política en África) que está capacitada, tiene experiencia y vive permanentemente en las comunidades que sirve. Esto es un vivo contraste con los cooperantes y funcionarios de instituciones internacionales. A través de la puesta en marcha de escuelas, hospitales, clínicas, dispensarios y, más recientemente, iniciativas microfinancieras, la Iglesia tiene un probado historial de ayuda a los pobres.
Esto no debería sorprendernos. En Deus Caritas Est, el Papa Benedicto XVI afirmaba:
Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.
La Iglesia en África es un gigante dormido con un potencial enorme. El reto que los cristianos enfrentamos en países ricos es cómo podemos ayudar a la Iglesia en África de modo que a su vez pueda servir más eficazmente a su gente.
Otra área de enorme influencia potencial es el liderazgo empresarial. Hemos argumentado que la condición sine qua non para el desarrollo económico es la creación de un sector privado vibrante en los países pobres. Las compañías de éxito en el sector privado generan puestos de trabajo, capacitación, exportaciones y la participación de la comunidad. Los cristianos deben comprometerse a moldear sus empresas en formas que permitan que la gente se desarrolle y aspire a lo más alto. A lo largo y ancho de los países del G-7, hay miles de cristianos en posiciones de liderazgo empresarial, por no hablar de esas compañías que están en el epicentro de la globalización. Habrá otras, quizá de otras creencias o incluso de ninguna fe, que tengan ideales igualmente elevados para la vida empresarial. De nuevo, creo que la Iglesia está en una posición única para movilizar a sus miembros a que asuman su responsabilidad y liderazgo. Citando nuevamente Deus Caritas Est de Benedicto XVI:
En la difícil situación en la que nos encontramos hoy, a causa también de la globalización de la economía, la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental, que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines.
Si la globalización ha de proseguir, necesita urgentemente una legitimidad dentro de un marco moral que explique y promueva no sólo la creación de riqueza como imperativo moral sino también las formas en las que los países pobres puedan beneficiarse y que el medioambiente pueda ser protegido.
Lord Brian Griffiths ha sido vicepresidente de Goldman Sachs International desde 1991. Es miembro activo de la Iglesia Anglicana y de la Conservative Christian Fellowship (CCF)
Este artículo es un extracto de la nueva monografía del Instituto Acton escrita por Lord Brian Griffiths Globalization, Poverty, and International Development: Insights from Centesimus Annus.
Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.
miércoles, junio 27, 2007
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