viernes 29 de junio de 2007
Menudo plan de estudios Daniel Martín
Jamás en la Historia de España se ha hecho una Ley de Educación fruto del consenso de todas las fuerzas políticas. El poder de cada periodo ha impuesto unas normas que, desde la Ley Moyano de 1857, han rebajado paulatinamente el nivel de exigencia de la enseñanza. Centrándome sólo en el siglo XX, puedo asegurar que, en el colegio, mi abuela aprendió más que mi padre, que a su vez aprendió mucho más que yo, que parezco Aristóteles si me comparo con uno de los chavales que acaban de aprobar la selectividad. Cada nueva ley obliga a enseñar un poquito menos y el espíritu social imperante invita a no aprender nada.
Sin embargo, en España los grandes debates sobre la Educación se centran en la Religión, la Educación para la Ciudadanía, el número de suspensos con los que pasar de curso y si debe o no existir la selectividad. En definitiva, detalles nimios que ayudan a ignorar la pésima situación de la enseñanza española: las asignaturas, muchísimas, tienen poco contenido y los chavales no tienen la exigencia siquiera de aprenderse esos mínimos con perfección. La mitad, el cinco, de casi nada... ¿acaso es algo?
El Gobierno Zapatero ha sido el padre de una nueva ley bastarda, a saber, de una ley básica para la sociedad que no ha sido consensuada. Y, en el BOE del 5 de enero y el BOCM de 29 de mayo, han salido los planes de estudios frutos de esa LOE que, en principio, iba a mejorar las cosas. Un ligero estudio de dichos planes consigue que uno se lleve las manos a la cabeza. Pongamos tres ejemplos:
La Literatura española, que ahora se da en la misma asignatura que la Lengua, en 3º de la ESO —el antiguo 1º de BUP— comprende desde la Edad Media hasta el Neoclasicismo. Pues bien, según este nuevo plan, no es obligatorio enseñar a Jorge Manrique, La Celestina, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o El Buscón, entre otros. Quevedo ahora es tan solo un poeta, la poesía religiosa del XVI una proscrita, y Calisto y Melibea dos nombres cursis de niño y niña. Si un profesor cumple a rajatabla el nuevo plan, sólo los estudiantes que sigan hasta 1º de Bachillerato podrán aprender la importancia histórica de la magna obra de Fernando de Rojas.
En 2º de ESO la asignatura de Historia de España, que comparte espacio con Geografía, comprende de la Prehistoria hasta 1700. En 4º se retoma la asignatura desde el siglo XVIII. Y sólo en 2º de Bachillerato se vuelve a nuestro pasado, pero metiendo en un solo curso toda la Historia de España, desde la Prehistoria hasta nuestros días. Los Reyes Católicos, el Imperio de los Austrias y sus descendientes menores serán, así, residuos de una asignatura pésimamente distribuida y metida con calzador en unos programas atiborrados de hechos y épocas. Con un poco de suerte, el bachiller del futuro sabrá que Carlos I fue un neandertal que perdió Cuba en la batalla de Covadonga.
Matemáticas, otra “maría”, actualmente se estudia desde una nueva perspectiva que proscribe la memoria. Nada de aprenderse la tabla de multiplicar. Todo se afronta desde el razonamiento matemático, aun cuando los niños no sepan todavía razonar intelectualmente. Si alguien de mi edad coge un examen final de matemáticas de 2º de la ESO, hará las multiplicaciones de potencias, las sumas de fracciones y los sistemas de dos ecuaciones con dos incógnitas con una facilidad pasmosa. Pronto alcanzaremos a los americanos, que en COU aprenden las ecuaciones de segundo grado. Y el nuevo plan de estudios no hace nada por subir, aunque sea un ápice, el nivel patético del segundo gran lenguaje que se aprende en la escuela.
Estos son detalles de un nuevo plan de estudios que rebaja aún más el nivel del anterior. Y es hijo de una ley del Gobierno del PSOE y de un desarrollo posterior de la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP. Si a esto unimos el galimatías de las comunidades bilingües que, por alguna extraña razón, odian y marginan la lengua castellana, nos enfrentamos a un panorama desolador. Los niños apenas tienen nada que aprender. Y no porque sean sabios precisamente.
Aparte, la situación del profesorado, mal preparado, peor pagado, siempre en una situación de inferioridad frente al alumno, que tiene todos los derechos del mundo frente a unos maestros que deben andarse con mucho cuidado a la hora de imponer disciplina —si es que pueden— para no perder su puesto de trabajo o, incluso, terminar pagando multa y cárcel, ahonda una crisis educativa sin parangón.
La Educación está en crisis. A tal nivel, que a veces dudo si realmente existe. Unos programas insuficientes, mínimos, un alumnado desmotivado hijo de una sociedad poco exigente y nada responsable, un profesorado desganado y siempre presunto culpable, y un clima de permisividad donde lo que importa es que el chaval llegue, como sea, a la Universidad —donde, por otro lado, tampoco se suele aprender mucho— son los síntomas de una enfermedad degenerativa. Donde más exigencia debería haber, sólo existe un gran vacío fáctico. Los alumnos de hoy, no lo olvidemos, serán los ciudadanos del mañana. La Democracia, de nuevo, es la gran perjudicada por unas leyes educativas que igualan por abajo y asesinan, con saña y premeditación, cualquier atisbo de excelencia. ¡Enhorabuena, señores políticos y asesores pedagógicos!
dmago2003@yahoo.es
jueves, junio 28, 2007
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