jueves 28 de junio de 2007
El Forbes y los premios de consolación Primo González
En el mundo se ha consagrado, desde hace ya unos cuantos años, una especie de lista oficial de los más ricos del orbe, la que elabora cada año la revista norteamericana Forbes, que siempre nos sorprende con algún dato aparentemente verosímil pero en ocasiones de dudosa pulcritud, como el de situar a Fidel Castro y ocasionalmente a algún otro personaje del tercer mundo, por lo general dictadores de países emergentes, entre los agraciados del Planeta, con secretas cuentas en no se sabe bien qué paraísos fiscales. La lista de los analistas de esta publicación tiene algo de pasarela de la prosperidad por la que desfilan personajes con diferentes grados de fantasía en sus cuentas corrientes, aunque por lo general las celebridades de primer nivel, como Gates, Buffet o el mexicano Slim pertenecen al mundo real y sus pertenencias son bastante reales.
En el Forbes han aparecido últimamente algunos españoles, entre ellos, cómo no, Amancio Ortega, el fundador que ha levantado en pocos años (los mismos que ha necesitado Bill Gates) un imperio de la moda popular que hoy tiene esquinas abiertas en medio mundo, con el nombre de Inditex u otras marcas diversas. Ortega aparece cada año con puestos cada vez más brillantes y siempre en alza, el octavo en su última edición, puesto que se supone ya difícil de superar porque está en el núcleo central de la élite de los negocios. Hay millonarios que entran y salen de forma fugaz, como le ha sucedido este último año al empresario valenciano Enrique Bañuelos, que de repente nos sorprendió a todos con el puesto 95 del mundo. Eso era en marzo. A estas alturas, con la caída del valor bursátil de Astroc en picado, ya no se le divisa, pero lo cierto es que había llegado a ser el tercer español de la lista, por detrás tan sólo de Amancio Ortega y de Rafael del Pino, los dos españoles que vuelan más alto, por el momento, en esta tabla de ricos, aunque Del Pino a amplia distancia de Ortega, en el puesto 79.
Pero hay un Forbes de consolación, en el que no se especifican nombres y que elaboran cada año Merrill Lynch, el banco de negocios norteamericano, y una consultora especializada. En este recopilatorio de millonarios, el mínimo exigible es lógicamente muy inferior y se estratifica en dos niveles, el de los millonarios sin más (es decir, lo que tienen un millón de dólares en la cuenta o en bienes, excepto la casa y algunas pertenencias de uso directo) y el de los millonarios de una especie de primera división, generalmente de andar por casa. Como dicen ahora algunos empresarios españoles de la nueva era de la globalización, en la “Champions” y en la NBA de los negocios juegan muy pocos, de los cuales, en esta última, apenas una decena, los tres ya mencionados más las hermanas Koplowitz, los March, Portillo, Jove, Botín y pocos más.
De los millonarios del millón de dólares en caja hay en España (según el estudio del año 2006) 157.800, un 6,1% más que en el año 2005. No son muchos habida cuenta de que el mínimo exigible es bajo y que la economía española está creciendo a ritmos muy superiores a otros países cuajados de millonarios. En el mundo total, el número de millonarios del millón de dólares ha aumentado durante el pasado año un 8,3%. Es decir, nuestra situación comparativa en lo tocando a crecimiento del número de ricos ha sido más bien baja, incluso a pesar de que muchos de ellos hacen fortunas en la Bolsa y en la construcción y el año pasado fue espectacular en ganancias bursátiles y en ventas de promociones inmobiliarias a precios bastante superiores que en al año anterior.
¿Importa tener más o menos ricos? A cualquiera se le ocurre que si en vez de un Amancio Ortega cada 30 años tuviéramos dos o tres por lustro, el país no sería en absoluto más injusto en distribución de la riqueza pero sería bastante más próspero porque, a la postre, lo que importa es la capacidad que tienen los ricos de multiplicar aquello que tocan, una multiplicación que suele tener amplia repercusión social las más de las veces. El dinero en el calcetín está ya mal visto, huele a rancio, es incluso antisocial y acabará por ser casi delictivo.
miércoles, junio 27, 2007
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