jueves, junio 28, 2007

Ferrnad, El debate que viene

viernes 29 de junio de 2007
El debate que viene

POR M. MARTÍN FERRAND
DESDE que Alexis de Tocqueville -liberal y discípulo de Montesquieu, no se olvide- volvió de su excursión norteamericana y escribió los tres tomos de «La democracia en América», hace más de siglo y medio, buena parte de los pensadores y todos los politólogos europeos no han dejado de mirar hacia los EE.UU. Ni los más furibundos antinorteamericanos prescinden de tan educativa costumbre y, aunque sea a su pesar, varias de las capas de la cebolla de su formación tienen, aunque lo disimulen sus portadores, un indeleble made in USA. Nuestra joven democracia imita el tradicional «Debate sobre el estado de la Unión», pieza litúrgica fundamental en las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo instalados en Washington, con un «Debate sobre el estado de la Nación» -¿a qué nación se referirá la convocatoria en sus contemplaciones periféricas?- que la próxima semana, ya con los calores de julio, enfrentará a los siempre enfrentados José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
En el tiempo presidencial de Zapatero ese debate ha venido a menos. Ha decaído en fondo y forma. Un mucho porque el socialista, corto de talento y largo de resabios, tiende a convertirse en una pared de frontón en la que rebotan las pelotas del monocorde y monotemático monopolista de la oposición y un poco porque aquí, para nuestro riesgo y desgracia, aparte del «proceso de paz» que tiene ensimismado al nieto de su abuelo y de los sucesos mortuorios que genera la presencia exterior de nuestro Ejército, no pasa nada de provecho. El Gobierno, si es que existe, está huido y sólo la vicepresidenta se limita, los viernes, a echar balones fuera con creciente cara de enojo y gesto de cansancio.
El de la próxima semana será «el último» de estos debates, grandes en su convocatoria y mínimos en su enjundia, que enfrentan a Zapatero y Rajoy... en la presente legislatura. En la próxima todo puede seguir igual -es decir, peor- si unos no invocan el futuro y los otros no se sacuden el pasado y a quienes lo encarnan y representan con machacona monotonía. Entre la «memoria histórica» que inspira a Zapatero y la justificación del ayer que limita a Rajoy, aquí debatimos -mucho, demasiado-, pero no prosperamos con el ritmo y grandeza que debiéramos. La centrifugación del poder nacional que ha orientado el Título VIII de la Constitución vigente, con sus ventajas e inconvenientes, exige un fuerte liderazgo nacional. Algo más de lo que Zapatero puede y, a juzgar por los hechos, quiere Rajoy. Sin ese liderazgo, entendido como grapa que aúne los diecisiete pliegos de nuestra realidad vigente, mal presente nos espera y peor futuro nos aguarda. Es la consecuencia de un generalizado entendimiento del poder como fin en sí mismo y no como herramienta para el perfeccionamiento de la Nación y la felicidad de sus vecinos y, dadas las fechas, también contribuyentes.

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