jueves 28 de junio de 2007
¿Qué pasa en Irán? José Javaloyes
¿Qué pasa en Irán, país que figura en el cuarto lugar entre los grandes exportadores de petróleo, para que el Gobierno de Ahmadineyad decrete el racionamiento de gasolina (100 litros cada 30 días) posiblemente durante cuatro meses, después de haber elevado un 25 por ciento el precio de este combustible?
De momento, la respuesta popular se ha hecho sentir con toda la violencia en los barrios populares de Teherán, donde han sido incendiadas varias gasolineras y numerosos automóviles. Y aunque en el momento de redactar esta nota no se sabe si los disturbios se han extendido a otras ciudades iraníes, lo cierto es que el riesgo de que los disturbios se extiendan más allá de la capital parece tan definido como la probabilidad de que ardan otras cosas que automóviles y gasolineras.
El descontento popular no se había manifestado nunca tan violentamente como ayer. Sólo las protestas estudiantiles habían hecho acto de presencia, pero no en el marco de esta legislatura que sostiene el Gobierno radical de Ahmadineyad, sino ya en el de su antecesor Mohamed Jatami, tenido por mucho más liberal y permisivo.
Cabe establecer la probabilidad de que el descontento popular, producido por las condiciones materiales de vida, entre en fase con la onda de protesta por la radicalización de las normas y de las prácticas represivas —especialmente en moral sexual— por las que han entrado las autoridades iraníes. Protesta que a estas alturas podría ampliar el descontento político más allá de las expresiones estudiantiles.
Entre los gastos cuantiosos que debe suponer el aprovisionamiento de materiales y tecnología con los que llevar adelante el programa nuclear, dadas las condiciones internacionales de presión y prohibiciones capaces de encarecer especialmente tales suministros, sumado ello al entorpecimiento de las importaciones industriales y de equipos necesarios en una economía como la iraní, con necesidades ya de una complejidad cierta y de elevada cuantía, puede alcanzarse efecto de bola de nieve con proyección imprevisible.
Debe considerarse, además, el dato —menos augurable que simplemente cierto— de la inducción política exterior por parte del bloque de potencias que presionan contra la República Islámica para que detenga su carrera atómica, tan susceptible de desembocar en la fabricación de artefactos nucleares. A la cabeza de esa presión, sabido es de todos, figura Estados Unidos, cuyo presidente acaba de repetir que están abiertas “todas” las opciones para detener la carrera iraní hacia una posición que, en todo caso, desequilibraría críticamente la geografía del petróleo.
Contra la hipótesis de la intervención militar pesa el hecho de lo muy complicada que se encuentra la situación en el vecino Iraq; aunque concurre la circunstancia de que analistas del Pentágono atribuyen al régimen chií una de las causas principales de tal situación al otro lado del Chat el Arab.
Así las cosas, la agitación inducida y apoyada en unos grupos de oposición cada vez más impacientes y radicalizados puede estar siendo a estas horas la carta que se haya comenzado a jugar contra el régimen de los ayatolás. Las denuncias por las autoridades iraníes de este género de prácticas podrían estar teniendo ahora más fundamento que nunca. Lo sabremos pronto. La desestabilización palestina por medio de Hamas puede estar pagando ya una parte de su precio. El problema de la gasolina es cosa de mucho octanaje político.
miércoles, junio 27, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario