jueves, junio 28, 2007

Dario Valcarcel, Permanecer en El Libano.. Reforzar..

jueves 28 de junio de 2007
Permanecer en Líbano. Reforzar...

POR DARÍO VALCÁRCEL
UN país como España, sociedad adulta, quinto estado de la Unión Europea, ha de plantearse los problemas de cara, no rehuir la realidad: cada día lo real nos dice que está ahí, como el domingo último en Líbano. En política exterior -y en toda verdadera política- no conviene imaginar películas: el mundo es peligroso. Y la región del mundo más peligrosa es el extremo este del Mediterráneo, Israel, Palestina, Líbano, Irak. Los soldados de elite saben a lo que se exponen. Lo hacen por servir a su vocación, también por su paga, como todos. Muchos militares aspiran a defender valores universales. España ha enviado 1.100 soldados a Líbano sur. Francia, Italia, España y Alemania acudieron a la llamada de Kofi Annan hace un año, cuando cayó sobre Beirut la guerra de verano. En septiembre desembarcaba en la costa libanesa el nuevo contingente europeo. No una fuerza invasora: eran tropas encargadas de promover la paz, bajo el casco azul de las Naciones Unidas.
Líbano sale de una guerra civil de terrible crueldad, cruzado de etnias, religiones y tribus: maronitas contra drusos, chiíes contra suníes, todos contra todos. El país del Cedro había sido testigo en 1982 de las matanzas de Sabra y Chatila. Israel entró aquel año en el sur de Líbano, para salir dos décadas después, en 2002, por decisión de su primer ministro, Ehud Barak. Beirut era en los años 1930 la Niza de Oriente, una ciudad de palmeras con playas blancas y maravillosa arquitectura. Mallet-Stephens estudió allí; para Frank Lloyd Wright, Beirut era un modelo urbanístico. La Universidad Americana, fundada en 1866, enseñaba medicina, ingeniería agrícola, ciencias exactas... En 1920, la Sorbona mantenía tres facultades y cinco escuelas superiores. Líbano es, 70 años después, una señal de la fragilidad de las empresas humanas: columnas de humo negro, en el cielo azul, a veces sin viento, sobre Tripoli o Sayda.
Desde la franja de Gaza hasta la frontera de China, en las estribaciones del Hindu Kush, Oriente Próximo y Medio arden. Dos grandes de la región, el Irán chií y la Arabia suní, observan con inquietud. Líbano quería ser un símbolo de paz. Hay que avanzar en ese camino como se pueda. La Unión podrá hacerlo, con algún apoyo de EE.UU. (después de las elecciones de noviembre de 2008). La Unión Europea ha redoblado la apuesta. La marina alemana vigila la costa, con veintitantos buques, desde Turquía a Egipto (Alemania no quería enfrentarse, en tierra, a tropas judías). Hace cinco meses se produjo un incidente, contra las instrucciones del gobierno Olmert: una maniobra de provocación de un cazabombardero israelí sobre las cabezas de los soldados franceses; por fracciones de segundo, un oficial evitó que el avión fuera abatido (peligrosas consecuencias). La ministra de Defensa, Mich_le Alliot-Marie, informó del episodio a la Asamblea francesa.
Al final, Al Qaeda y sus sucursales no pueden sobrevivir sin un estado, como ocurría con el Afganistán talibán. Hoy protegen a Al Qaeda tribus pashtunes con la ayuda implícita del gobierno paquistaní, aliado formal de EE.UU. Sin el respaldo paquistaní, sudanés, saudí o argelino (respaldos privados, nacidos de la incompetencia pública) Al Qaeda hubiera sido hoy reducida, como lo fue Pol Pot o el Mau Mau.
Líbano es, desde 1948, la gran víctima del enfrentamiento palestino-israelí. Los palestinos, pacíficos en su gran mayoría (medio millón al otro lado de la frontera norte de Israel), albergan a algún grupúsculo de Al Qaeda, creen los servicios franceses, españoles y alemanes, DST, CNI, BND. El general responsable del sector español de Finul declaraba en diciembre: «Este es un país muy frágil, cuya debilidad puede saltar por los aires en cualquier momento. El Sur se mantiene seguro hasta ahora, quizá por la presencia de los cascos azules».
El tiempo podría correr a favor de un Líbano libre y de la UE. ¿Permanecer o abandonar? Sin duda permanecer. Si son atacados, ¿responder o marcharse? Responder. Si la guerra se hiciera general en la región, no habría que partir: enviar quizá treinta divisiones, 400.000 hombres. Urgente: enviar a la zona de conflicto el mejor material disponible: de defensa, transporte y sanidad.

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