sabado 30 de junio de 2007
Réplica a Francisco Bustelo
El socialismo implica mucha ignorancia
El ser humano es generoso pero de forma limitada porque es imposible ser completamente altruista: es una estrategia de supervivencia evolutivamente inestable y no exitosa.
Francisco Capella
Francisco Bustelo, profesor emérito de Historia Económica, se plantea qué debe ser y hacer el buen izquierdista ante la evidencia histórica del fracaso del comunismo y la rendición política del socialismo ante el capitalismo: cuando alcanzan el poder no hacen la revolución prometida, no socializan los medios de producción.
Según Bustelo centenares de millones de personas creyeron en el comunismo, pero "su esfuerzo y, muchas veces, su generosidad y sacrificio de poco sirvieron", ya que con el tiempo se comprobó que "el modelo sólo engendraba dictadura en el plano político e ineficacia en el económico". Cree Bustelo que la socialdemocracia funcionó mejor: "Gracias a la eficacia de la economía de mercado y a unas políticas sociales de apoyo a los de abajo, hubo un incremento notable del bienestar general."
Seguramente en los regímenes comunistas sólo una minoría dominante cree en el sistema y se lo impone coactivamente a los demás, quienes quizás saben perfectamente que aquello no funciona en absoluto y tratan de escapar o trampean en los mercados ilegales. La generosidad del comunista es pura fachada, una completa falacia que, en realidad, consiste en ser muy desprendido con el dinero de los demás: sacrificios sí, pero para otros. Y creer en ideas sociales equivocadas y promoverlas sólo puede tener resultados nocivos, así que el compromiso vital no es tan bonito como parece.
Las políticas sociales se publicitan como generadoras de bienestar porque no pueden presentarse como lo que realmente son: redistribuciones ilegítimas de riqueza que en realidad apenas ayudan a los pobres pero sirven para captar votos y mantener burocracias parasitarias; el avance social se produce a pesar de las políticas sociales, y no gracias a ellas.
Bustelo muestra que se puede ser profesor de historia económica e ignorar lo fundamental de la ciencia económica. "La dificultad estriba en que la añeja receta de socializar los medios de producción, que constituía la pieza maestra de toda política de izquierdas, resultó inservible. A decir verdad, no hay una explicación cumplida de por qué esa fórmula, en lugar de curarlos, agrava los males de la sociedad. La afirmación de un preclaro profesor escocés de hace más de doscientos años de que no es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio, no ha sido desmentida. ¿Pero por qué la humanidad sólo ha de funcionar si se basa en el egoísmo?"
Sí que existe una explicación correcta de la imposibilidad del comunismo, ofrecida por Mises y Hayek muchos decenios antes de la caída del telón de acero, que ellos mismos habían predicho. Los seres humanos tienen capacidades cognitivas limitadas, y es imposible para un planificador central obtener, procesar y difundir toda la información (dispersa, tácita y no articulada) sobre las capacidades y preferencias de los individuos necesaria para dirigir la economía de una sociedad; sin propiedad privada no hay precios de intercambio ni pruebas de beneficios y pérdidas y el cálculo económico es imposible. La sociedad es un orden complejo espontáneo y emergente que no puede ser diseñado ni impuesto.
Muchos socialistas desconocen esta explicación o prefieren ignorarla porque destroza todos sus ingenuos sueños. Por eso sólo suelen mencionar el problema de los incentivos (que existe pero no es el esencial): no es que la gente no pueda vivir en el comunismo, sino que en general no quiere, va a lo suyo, es egoísta y normalmente sólo sirve a otros a cambio de algo. El ser humano es generoso pero de forma limitada porque es imposible ser completamente altruista: es una estrategia de supervivencia evolutivamente inestable y no exitosa.
Bustelo se pregunta si "no cabría haber mejorado más la distribución de la riqueza mediante los impuestos". Respuesta sencilla, que seguramente le cueste aceptar: no. Que una distribución sea mejor o peor es una cuestión subjetiva; afinen su lenguaje quienes defienden distribuciones más igualitarias (con menos dispersión) y recuerden que los impuestos se basan en la violencia (intente no pagarlos). Su receta política: "Sí que cabe hacer más de lo que se hace, especialmente en nuestro país. Resulta que la España de los diecisiete años de gobiernos de izquierda tiene menos fiscalidad y menos gasto social que la media europea." ¿Por qué acercarnos nosotros a la media y no pedir a los demás que corrijan ellos sus excesos socialistas?
Tal vez sea ése el cometido de la izquierda en el siglo XXI. Ya que como parece que habrá que esperar al siglo XXII o al XXIII para que los avances del saber permitan cambiar el funcionamiento de la economía, luchemos entre tanto por las muchas causas pendientes: ecologismo, ayuda al tercer mundo, políticas generosas de inmigración, laicismo, educación, emancipación definitiva de la mujer, derechos humanos, antiimperialismo, coexistencia pacífica de nacionalismos, etcétera. Además, claro está, de lograr un gasto social como el de Suecia.
Como no conoce la ciencia económica cree que tal vez algún día cambie y encuentre una receta mágica. Y quizás también se logre la cuadratura del círculo y se encuentre el número primo máximo. Entretanto, a defender topicazos políticamente correctos.
Francisco Capella es director del área de Ciencia y Ética del Instituto Juan de Mariana y creador del proyecto Inteligencia y libertad.
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