jueves, junio 28, 2007

Valentin Puig, El manto de la ONU no tiene blindaje

jueves 28 de junio de 2007
El manto de la ONU no tiene blindaje

POR VALENTÍ PUIG
LA «yihad» no cesa y, en concreto, Al Qaida opera en el Líbano y en Irak, al tiempo que recluta en España, como es el caso de los tres marroquíes detenidos en Barcelona. Presumiblemente, Fatah al Islam es la organización terrorista -vinculada a Al Qaida- que puso el coche-bomba que acabó con la vida de seis soldados españoles al sur del Líbano. Todo eso es dolorosamente tangible y real. Esos soldados llevaban el casco azul de las Naciones Unidas como sus compañeros en Afganistán. El casco azul no intimida al terrorista ni le inhibe de actuar. En el Líbano, los cascos azules que este verano estaban en la frontera sur no interceptaron el ataque de Hizbolá contra Israel. De ahí vino la vigente Resolución 1701 del Consejo de Seguridad para desarmar a todas las facciones -eufemismo para no nombrar a Hizbolá- y desplegar una nueva fuerza que permitiera al ejército libanés salvar los muebles. Lo cierto es que, aunque tan estimado por Rodríguez Zapatero, el manto de las Naciones Unidas no tiene blindaje. Según una peculiar clasificación, para la Moncloa los yihadistas que atentan en los barrios de Bagdad no son los mismos que los que matan en una carretera libanesa.
El año pasado las operaciones de las Naciones Unidas -un total de 18- implicaron a más de cien mil personas, personal civil y militar. Procedían de más de cien países. La aparición del terrorismo global ha sido un factor determinante en el incremento de las acciones de paz y seguridad de la ONU, desbordando las previsiones y la infraestructura de los cascos azules. Puntos de intervención: Liberia, Costa de Marfil, Haití, República del Congo, Burundi, Sudán, Sierra Leona, el Sáhara Occidental, Timor Oriental, Líbano. Por el mundo ancho y ajeno, erizado de conflictos, atiborrado de armamento, patrullan unos cascos azules a los que a menudo las resoluciones del Consejo de Seguridad no dan instrucciones claras sobre cómo protegerse o repeler un ataque. Eso fue muy corriente en los Balcanes. Algo tampoco está bien definido en la resolución 1701 bajo la que opera el contingente español en tierra libanesa.
El explosivo que hizo saltar por los aires el vehículo blindado español seguramente procedía de una remesa pasada por la frontera sirio-libanesa, según era informado el Consejo de Seguridad hace unos días. El control de esa frontera era una de las finalidades incumplidas de la Resolución 1701. El documento de las Naciones Unidas pide el despliegue «de especialistas internacionales para la vigilancia de frontera». Ese Líbano explosivo es un misterio tan intrincado que no lo entienden ni los más atentos observadores del funesto «imbroglio» de Oriente Medio. Por eso, evidentemente, Al Qaida ya está allí. Complicada tarea para Tony Blair.
Las tropas de la ONU -siempre procedentes de los países-miembro- se estrenaron en 1948 para observar la tregua cuando el Reino Unido se fue de Palestina. Desde entonces ha habido aciertos y amarguras, éxitos y fiascos. En la actualidad, su presencia es tan solicitada que en ocasiones delega en países concretos o en otras organizaciones. Sus operaciones no han sido ajenas a la muerte ni su logística se ha librado de la corrupción. El lenguaje, con todo, prosigue siendo eufemístico, reacio a la descripción de lo real, sobre todo respecto a la crudeza del conflicto o a la naturaleza bélica de lo que acontezca. El carácter de esas intervenciones es central en la interminable discusión sobre la reforma de las Naciones Unidas después del fin de la guerra fría. Ahí están los soldados españoles.
El terrorismo global y la proliferación de Estados fallidos no estaban previstos cuando los primeros cascos azules comenzaron a patrullar. Las amenazas se han transformado trágicamente, pero los instrumentos con que cuenta la ONU no varían mucho. Eso permite acceder a la formulación de actuaciones unilaterales cuando el Consejo de Seguridad -como ocurrió en Irak- tarda en orquestar sus consensos. Por ejemplo: China, difícilmente identificable como democracia, ejerce su veto en el Consejo de Seguridad. En sus tiempos, la Unión Soviética paralizó la ONU cuando le vino en gana sin que le faltasen acólitos. Las Naciones Unidas, en fin, son una institución humana, demasiado humana, imperfecta y manifiestamente falible, difícilmente capaz de garantizar la paz pura sin riesgo para sus cascos azules.
vpuig@abc.es

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