viernes, enero 30, 2009

Ignacio Camacho, Ciudadania

Ciudadanía

IGNACIO CAMACHO

Viernes, 30-01-09
LA educación española puede ser acaso el más grave de nuestros problemas ciudadanos, el de mayor dificultad y más hondura, pero ese problema no se llama Educación para la Ciudadanía. La polémica sobre esa asignatura de indudable contenido doctrinal ha desenfocado la cuestión del estado de nuestra enseñanza, una clave del atraso nacional desde los tiempos del regeneracionismo. La judicialización del caso y el legítimo empeño confesional en la objeción de conciencia han acabado en una victoria política del zapaterismo, pero esa especie de FEN de la progresía no va a redimir el estado de postración de la escuela pública, ni el desánimo de los docentes, ni la insustancialidad de los planes de estudio, ni va a corregir los índices de fracaso escolar ni el dislate pedagógico de la LOGSE. El Gobierno mostró el trapo de sus habituales señuelos ideológicos y una parte de la sociedad educativa entró con entusiasmo al engaño que menos le favorecía; al fin y al cabo la dichosa Ciudadanía no dejará de ser una maría carente de influencia real en la formación del alumnado, y quizá hubiese sido una estrategia más inteligente diluirla, como han hecho algunos centros religiosos privados de mentalidad más pragmática, en el contexto de su propia liviandad para evitar el riesgo de una derrota legal.
Con o sin asignatura de Ciudadanía, la enseñanza en España seguirá siendo un erial deshabitado de conocimiento, rigor y jerarquía. Las autonomías continuarán imponiendo dicterios lingüísticos y planes demenciales en los que se manipulará a conciencia el sentido de la Historia, de la Filosofía y hasta de la Geografía y el Medio Ambiente. Los profesores seguirán moralmente desarmados ante la agresividad del alumnado y de sus padres. Los estudiantes aplicados se verán obligados a adaptar su aprendizaje a la rémora de los más renuentes, y el sistema persistirá en su colapso intelectual, en sus tópicos políticamente correctos y en su rechazo de cualquier atisbo de competitividad o disciplina.
Cada vez que un organismo internacional evalúa el nivel de competencia científica o humanística de nuestros estudiantes, los resultados resultan demoledores para el prestigio de la instrucción pública y para la propia competitividad de los alumnos. Generaciones enteras se están formando en la banalidad con grave perjuicio para su futuro desarrollo en el mercado de la inteligencia. Tenemos un problema endémico con los idiomas internacionales mientras nos empeñamos en una batalla de lenguas autóctonas. Perdemos puestos en preparación tecnológica mientras discutimos sobre cuestiones morales que debe y puede resolver la educación familiar. Desatendemos la cultura del esfuerzo y anulamos el mérito para inocular a la juventud el virus de la subvención y la dependencia. La mayor parte de los universitarios desprecia el riesgo emprendedor para soñar con un empleo público vitalicio. Hemos hecho siete leyes educativas distintas en veinticinco años. Y en medio de ese desastre devastador para el futuro de la nación y de sus ciudadanos, el único debate que de verdad nos planteamos es el de si los niños deben o no aprender en el colegio a ponerse un preservativo.

http://www.abc.es/20090130/opinion-firmas/ciudadania-20090130.html

Carlos Herrera, Que alguien salve al soldado Rajoy

Que alguien salve al soldado Rajoy

CARLOS HERRERA

Viernes, 30-01-09
TODO el fuego cruzado que de manera cruenta se vive en el seno del Partido Popular, sea quien sea el objetivo, pasa por el cuerpo de Mariano Rajoy. No hay bala que no le roce. Es innegable que el gallego tranquilo resulta el destino final de alguna de ellas, pero resulta constatable que, a pesar de su legendaria piel de elefante, sufre heridas de fuego amigo y de los consabidos efectos colaterales de toda batalla declarada. Hoy no está de moda defenderle. Hay incluso quienes creen que hacerlo esconde la perversa intención de mantenerlo en el poder de la derecha española para así hacerle más fácil el trabajo a la izquierda. Por una cosa o por otra, no pasa un día sin que registre un acoso desde fuera o desde dentro.
Y, en realidad, ¿quién es Rajoy? De momento, el hombre que aglutinó el 84 por ciento del voto de sus militantes poco después de haber perdido unas elecciones por segunda vez. Es decir, el hombre al que los votantes eligieron independientemente de lo que se conspire en los restaurantes de Madrid -España, obvio es decirlo, no es el escaso aforo de los restaurantes de cinco tenedores de la capital-; el hombre que decidió, y fue respaldado para ello, dar un giro a la política del partido en busca del centro; el que no pone el PP a las órdenes de nadie fuera de la estructura de la organización; el que no contribuye al espectáculo innecesario; el que quiere evitar la pelea a toda costa; el que dice lo cierto cuando afirma que quiere «garantizar la unidad por encima de todo».
Su aspecto, ciertamente, no es el de un animador de cruceros: la lotería de los ademanes no le administró gestualidad de líder de masas, la barba le avieja, sus gafas son antiguas y no sonríe con cautividad telegénica. No es el hombre adecuado para la política de maniquí de nuestros tiempos. Pero nadie podrá exhibir jamás el argumento de que Rajoy es un insensato que ha venido a la política a vender un muestrario de extravagancias. Es un hombre tranquilo al que le quieren endosar machaconamente el perfil de pusilánime sin matizar debidamente que una cosa es ser pusilánime y otra bien distinta ser responsable.
Por el contrario: llevo escuchando muchos años a Mariano Rajoy y debo confesar que aún no le he oído decir ninguna estupidez, cosa que, desgraciadamente, no puedo afirmar del resto de la clase política española. Es evidente que sólo con sentido común ni se ganan unas elecciones ni se gobierna en tiempos de desafíos. Pero sin sentido común tampoco. Con todo y con ello su futuro inmediato es inestable y comprometido: determinados elementos de su propia organización afilan los cuchillos para la batalla que se establecerá tras las citas electorales inmediatas, en las que las perspectivas no son precisamente halagüeñas. Los de la acera de enfrente se frotan las manos porque les están haciendo el trabajo sin que tengan siquiera que despeinarse. La cita electoral en Galicia no pinta bien para ellos: de repetirse los resultados de las últimas generales el PP ganaría tres o cuatro escaños -imprescindibles para la mayoría absoluta-, pero lo más probable es que no alcance la posibilidad de gobernar, ya que está en la peor de las circunstancias. Tras ello se puede aventurar que, de forma suicida, irán a por él. Y ¿cuál es la alternativa? ¿Tal vez alguno de los que no dio el paso de someterse a sufragio en el congreso de Valencia? Ante aquellos que creen que todo es mejorable puede esgrimirse el argumento de una realidad aplastante: Madrid no es toda España.
La decisión de Rajoy de no comprometer al partido en apoyo ciego al vicepresidente de la Comunidad de Madrid -al que apartó de la ejecutiva- le está pasando factura. Sin embargo no son pocos los que creen que hace bien en no entrar a trapos envenenados: si Esperanza Aguirre no se querelló contra el periódico que difunde, sin mostrar prueba alguna, que los espionajes son obra de la estructura del gobierno de la Comunidad de Madrid ¿por qué va a comprometer él a todo el partido?
La derecha española haría bien en no dispararse en su propio pie. Son tiempos de mudanza, sépase. Alguien debería salvar al soldado Rajoy. Al fin y al cabo es el que ha mostrado responsabilidad suficiente como para evitar que el militante tenga que elegir entre Esperanza Aguirre y él.
www.carlosherrera.es

http://www.abc.es/20090130/opinion-firmas/alguien-salve-soldado-rajoy-20090130.html

Gerardo Diez Ferran, El compromiso de los empresarios

El compromiso de los empresarios
...Los empresarios tenemos un serio compromiso con nuestro país y vamos a seguir arriesgando, desarrollando la imaginación y trabajando con eficacia, pero nuestros esfuerzos serán inútiles si el Gobierno no hace sus deberes, que no son otros que las reformas estructurales mencionadas...

GERARDO DÍAZ FERRÁN Presidente de CEOE

Viernes, 30-01-09
En su discurso de Navidad del pasado 24 de diciembre, Su Majestad el Rey realizó un valioso llamamiento a todos los españoles para que «tirando del carro en la misma dirección» fuésemos capaces de enfrentarnos con éxito a una gravísima crisis económica que está destruyendo miles de puestos de trabajo y llevando a muchas empresas españolas a una situación límite que, en numerosas ocasiones, las hace desaparecer.
Las palabras de Don Juan Carlos fueron, como es habitual, un ejemplo de responsabilidad, espíritu de superación y confianza en la fuerza de un país, como España, que es capaz de lo mejor cuando trabaja unido y despliega todas sus posibilidades.
Pues bien, desde el comienzo de estas líneas quiero reiterar el compromiso de los empresarios con nuestro país y nuestra absoluta disposición a dar lo mejor de nosotros mismos para conseguir un futuro de crecimiento y creación de empleo.
Para conseguirlo debemos concentrar nuestras fuerzas en buscar las recetas más válidas para reactivar nuestra economía y frenar la destrucción de empleo. Un objetivo de todos, en el que los empresarios vamos a situarnos en primera línea.
En este aspecto, quiero subrayar que los empresarios consideramos que la lucha contra la sangría de empleo debe ser prioritaria. El dramático aumento del paro que estamos sufriendo, no sólo lleva la tristeza a miles de familias españolas, sino que retroalimenta la crisis al disminuir la capacidad de consumo de estas familias y aumentar el gasto público, al tener que hacer frente el Estado a una cantidad cada vez mayor de prestaciones sociales.
En un tema de esta importancia, debemos aceptar la realidad y no engañarnos a nosotros mismos. Para que las cifras de desempleo no continúen creciendo hasta poner en riesgo todo nuestro sistema, es preciso que las empresas sean flexibles y puedan adaptarse a las circunstancias. Dicho claramente: si a un empresario no se le permite prescindir de una cantidad determinada de puestos de trabajo para conseguir que su comercio, taller o industria sobreviva, lo que ocurrirá es que su proyecto será inviable y se perderán todos los puestos de trabajo. Por salvar una parte, sacrificaremos la totalidad.
Por defender algo tan lógico los empresarios hemos tenido que sufrir críticas e incomprensiones. Se nos ha acusado de aprovechar la situación para reducir nuestras plantillas y despedir amparados en la crisis.
Nada más falso. No conozco a ningún empresario al que le guste prescindir de buenos trabajadores. Nuestra ilusión es crecer y ofrecer oportunidades a la sociedad, incorporando nuevas personas a nuestro proyecto.
A lo largo de los años hemos demostrado que sabemos hacerlo y si ahora, por ejemplo, pedimos que los Expedientes de Regulación de Empleo se agilicen todo lo posible, dentro de la legislación vigente, es porque sabemos que, ante la gravedad de la situación, cualquier demora innecesaria puede llevarse por delante a la totalidad de la empresa y su plantilla.
Estas afirmaciones son coherentes con la filosofía que mantiene CEOE. La gravedad de la crisis que nos afecta requiere reformas estructurales urgentes, valientes y eficaces que nos permitan reactivar nuestra economía.
Creo, sinceramente, que los empresarios estamos «haciendo los deberes». En nuestra última Asamblea General y Conferencia Empresarial, a la que tuvo la deferencia de asistir el presidente del Gobierno, aprobamos una batería de medidas que considerábamos, y consideramos fundamentales, imprescindibles, para avanzar en la situación correcta.
Entre ellas ocupó un lugar destacado la financiación de las empresas. En la citada Asamblea afirmamos que era fundamental que las empresas, y en especial las pequeñas y medianas, recibieran los créditos que necesitan para poder pagar las nóminas, atender a sus proveedores y seguir existiendo. También dijimos que el Gobierno había adoptado algunas medidas adecuadas, pero que las había tomado tarde, eran insuficientes y había que acelerar su puesta en marcha y profundizar en ellas. Siguen siendo insuficientes.
No fue la primera vez. Ya después de la Junta Directiva del 17 de septiembre de 2008 realicé unas declaraciones pidiendo medidas excepcionales ante una situación excepcional como la que atravesábamos y solicité que, por medio del ICO, se facilitara financiación de circulante y tesorería a todas las empresas que lo necesitasen y muy especialmente a las PYMES. A pesar de ciertas incomprensiones, poco tiempo después medidas similares a las que solicité se aplicaron en muchos países, entre ellos España, pero en nuestro caso insuficientes.
Ahora es necesario seguir trabajando para encontrar soluciones ante un problema que requiere un compromiso renovado entre el Gobierno, los emprendedores y un sistema financiero del que me consta su voluntad para colaborar en la viabilidad y el futuro de nuestras empresas como parte esencial de nuestra economía.
A la falta de crédito se ha unido la dilatación inasumible del pago a las empresas por parte de las Administraciones Públicas. Y con ello el aplazamiento del que realizan unas empresas a otras
Desde CEOE hemos expuesto también la necesidad de adoptar reformas estructurales que aumenten la confianza de los ahorradores e inversores, trasmitiendo el mensaje de que España es capaz de mejorar su competitividad.
Para conseguirlo, debemos actuar con urgencia en el mercado de trabajo y en la fiscalidad. En el primero, acometiendo con eficacia el imprescindible proceso de ajuste, mediante la política económica y el diálogo social, con el objetivo de que resulte lo menos costoso posible en términos de actividad y de empleo. En la fiscalidad, fortaleciendo nuestra competitividad con acciones concretas como la reducción del Impuesto de Sociedades y la modificación del peso de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social y la eliminación de impuestos como el de sucesiones y donaciones que penalizan la creación de empleo.
Las reformas deben llegar también a asuntos tan importantes para nuestra economía como la innovación y la tecnología, la simplificación administrativa y la mejora de nuestras infraestructuras. Desde CEOE hemos formulado propuestas concretas sobre todas ellas y en la energía y la internacionalización hemos realizado jornadas monográficas con sus correspondientes conclusiones, entre las que se encuentran el uso de todo tipo de energías, sin excluir la nuclear.
En todos los casos los empresarios hemos concebido nuestras aportaciones como un conjunto dinámico que debe adaptarse a la situación y recoger las opiniones y las necesidades de los hombres y las mujeres de empresa de toda España.
También estamos dando a conocer nuestras ideas a los agentes sociales, a los partidos políticos y al Gobierno de la Nación. Durante estos días hemos solicitado una reunión del Comité Ejecutivo de CEOE con el presidente del Gobierno para hacerle llegar una vez más y directamente nuestro análisis de la coyuntura económica y nuestras ideas y sugerencias sobre este tema.
Los empresarios tenemos un serio compromiso con nuestro país y vamos a seguir arriesgando, desarrollando la imaginación y trabajando con eficacia, pero nuestros esfuerzos serán inútiles si el Gobierno no hace sus deberes, que no son otros que las reformas estructurales mencionadas.
Esta va a seguir siendo nuestra filosofía: seguir realizando el máximo esfuerzo para, con ideas y diálogo, colaborar para que nuestro país pueda pronto volver al camino del crecimiento y la creación de empleo. Como pedía Su Majestad el Rey vamos a continuar aportando todas nuestras fuerzas para tirar del carro de la economía española.

http://www.abc.es/20090130/opinion-tercera/compromiso-empresarios-20090130.html

jueves, enero 29, 2009

Israel y Palestina: un conflicto sembrado hace dos mil años por un general romano

Israel y Palestina: un conflicto sembrado hace dos mil años por un general romano

Es una paradoja: judíos y palestinos proceden del mismo tronco y comparten muchos profetas. Pero la creación del estado de Israel en 1948, y el desplazamiento de los palestinos a campos de refugiados, ha creado un conflicto que no tiene visos de solucionarse. ¿Quién tiene razón? Para responder a esa pregunta, hay que viajar en la máquina del tiempo al primer siglo después de Cristo, cuando desembarcó en aquellas tierras un general romano llamado Tito Vespasiano

CARLOS SALAS

26 de enero de 2009
El Arco de Tito situado en las ruinas del Foro de Roma es un monumento construido aproximadamente en el año 80 después de Cristo para conmemorar las victorias de Tito Vespasiano. Este joven militar fue enviado a Judea para sofocar un levantamiento en el año 66 después de Cristo, lo cual logró destruyendo entre otras cosas el Templo de Jerusalén, del que sólo queda una pared que hoy se llama el Muro de las Lamentaciones. Luego, obligó al pueblo judío a dispersarse. Les expulsó de aquellas tierras.

Según una leyenda, ningún judío se digna a pasar por debajo del Arco de Tito, ese monumento que representa para ellos el principio de la Diáspora, la fecha en la que fueron expulsados de su tierra, vendidos como esclavos, y condenados a vagar errantes durante siglos.

Aquella Diáspora acabó en 1948 cuando se fundó el Estado de Israel. Pero la herida no se ha cerrado. Para muchos, Tito es el causante de todas las desgracias de Oriente Medio, a pesar de que murió en el 81 después de Cristo. Si no hubiera destruido Israel, el pueblo judío seguiría viviendo en su tierra prometida, y conviviría quizá pacíficamente con los palestinos, que tienen tanto derecho a esas tierras porque las habitan desde antes que los judíos.
Pero también Tito hizo que el pueblo judío desarrollara como ningún otro una fuerza extraordinaria para sobrevivir a las dificultades en medio de otros pueblos. ¿Cómo es posible que 2.000 años después de su expulsión, este pueblo minúsculo que no llega a 15millones de personas en todo el mundo, tenga una presencia tan importante en la política, en la cultura, en la ciencia y por supuesto, en la economía?
El 39% de los premios Nobel en economía han ido a parar a manos de judíos como Paul Samuelson, Milton Friedman, Gary Becker,Lawrence Klein, MarcoModigliani, Robert Merton, Joseph Stiglitz, Daniel Kahneman, y el último, Paul Krugman. Sin hablar de científicos como Einstein, investigadores, biólogos, artistas o filósofos como Husserl.
¿Dónde radica su fuerza? Se puede aventurar que se ha debido a una especie de selección natural gracias a la cual, para sobrevivir en medio de expulsiones y cautiverios desde Babilonia hasta Judea pasando por Egipto, desarrollaron algunas capacidades más que otras: instinto para los negocios y para el dinero (eran los cobradores de impuestos en la Edad Media), penetración psicológica (Freud, como José, hijo de Jacob, se ganaba la vida interpretando sueños), facilidad con los números...
En su gesta, los judíos se mezclaron levemente con otros pueblos y ese cóctel concedió más cualidades a sus portadores. Según la ley mosaica, cualquier persona de madre judía sigue siendo judía, sin importar el padre. La proximidad y en algún caso la mezcla de judíos con alemanes o europeos eslavos, dio al judío askenazi, los mejor situados y más prósperos, según su propia escala social, aunque también es verdad que son los mayoritarios.
Los askenazis desarrollaron un dialecto, el yidish, que es una mezcla de hebreo antiguo con alemán. Muchos judíos askenazis tienden a tener rasgos caucásicos como ojos claros, piel clara y hasta pelo rubio, como se ha visto en muchos actores de Hollywood como Paul Newman. Eso significaría que los judíos unieron las cualidades de los germanos, pueblo perseverante, trabajador, creador y filosófico, con las destrezas judías en muchos órdenes.
En cambio el judío falasha, mezclado con etiópicos, es hoy día marginado como clase social y ocupa la escala más baja en la misma Israel.
Las aportaciones de los judíos a la cultura o a la ciencia son antiguas: el filósofo Filón de Alejandría, los 70 sabios que compusieron y tradujeron la Biblia para la exuberante biblioteca de Alejandría, el historiador y militar Flavio Josefo, el filósofo Maimónides, y por supuesto, Jesús.
Pero es a partir sobre todo del siglo XIX cuando irrumpen poderosamente en la historia a medida que obtienen más libertad, y es entonces cuando se plantean seriamente crear un Estado para ellos solos. La prosperidad de los judíos gracias a su fama de hábiles mercaderes permitió a esta comunidad financiar en el siglo XX el regreso a la tierra prometida a millones de judíos.
Si hubieran intentado acometer esta singular aventura hace tres o cuatro siglos, cuando las fronteras del mundo eran desconocidas, hoy no estarían peleando con los árabes. Sólo es una hipótesis.
Pero desde hace cincuenta años ya no hay sitio en el planeta para ensayos de esa envergadura, lo cual ha abierto una herida en esa zona que no se va a cerrar a corto plazo, y que está impactando profundamente en las economías mundiales desde entonces.
El cierre en 1956 del canal de Suez por el presidente egipcio Nasser fue respuesta al nacimiento del Estado de Israel, y dio lugar a una crisis económica y política de gran magnitud.
La crisis del petróleo de 1972, que se produjo después de la campaña exitosa de los generales judíos contra sus enemigos árabes, fue debida a la venganza de los países productores de petróleo que subieron el precio del barril de petróleo al mundo entero de 4 a 12 dólares.
Y además, el nacimiento del Estado de Israel en 1948 no sólo es la causa de una prodigiosa inestabilidad geopolítica en Oriente Medio, y podemos decir que en el mundo, sino que también es la causa del terrorismo mundial de origen islámico, pues muchos árabes no perdonan a Israel haber desplazado a los palestinos, y no perdonan a los occidentales por haber mirado a otro lado. Por cierto, que no se habla mucho del terrorismo israelí de los grupos llamados Irgun, la Haganah y Stern, que desataron una ola de atentados y asesinatos en los años cuarenta para obligar a los ingleses a reconocer su estado. Con el mismo estilo que ahora usan los terroristas palestinos contra Israel.
Pero hasta entonces, Palestina existía en los mapas del mundo entero aunque fuera como Protectorado Británico, y los palestinos, según reza la misma Biblia, vivían allí antes que los judíos. La llegada de los judíos a esa Tierra Prometida se produjo hace miles de años con Moisés, quien tenía la misión de llevarlos allí desde Egipto. Y en las Sagradas Escrituras se deja bien claro que los judíos tuvieron que combatir con los pueblos que habitaban esas tierras para asentarse allí y fundar su nuevo hogar. Pero ya estaban ocupadas por cananeos, moabitas y gabaonitas, a los que intentaron exterminar. Dice el Éxodo: “Yo sembraré el terror delante de ti, llenaré de confusión a los pueblos que encuentres a tu paso, y haré que todos tus enemigos te vuelvan las espaldas. Haré cundir el pánico delante de ti, y él pondrá en fuga delante de ti al jivita, al cananeo y al hitita. Pero no los expulsaré en un solo año, no sea que el país se convierta en un desierto y las bestias salvajes se multipliquen en perjuicio tuyo. Los iré expulsando de tu vista poco a poco, hasta que crezcas en número y puedas tomar posesión del país. Extenderé tus dominios desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates, porque yo pondré en tus manos a los habitantes del país para que los expulses delante de ti”. (Éxodo 23, 27).
La historia de los árabes desde la antigüedad es también prolífica en todos los órdenes del conocimiento, mucho más que la judía. Junto con Bizancio y los monasterios medievales cristianos, los árabes conservaron parte de la sabiduría greco-latina gracias a la Casa de la Sabiduría de Bagdad, que guardó los textos perdidos de los filósofos y hombres de ciencia griegos y romanos.
Como sabemos, fue una civilización poderosa cuya expansión llegó hasta los Pirineos, y hasta Viena. Pero una vez el imperio otomano se desmoronó a principios del siglo XX, los árabes sólo se han mantenido como países con un grado de desarrollo discutible, o levantados con ayuda del petróleo.
Los judíos han logrado convertir su joven país en una seria potencia económica gracias a las ayudas de los judíos de todo el mundo, especialmente de Estados Unidos, y gracias a las indemnizaciones alemanas desde la Segunda Guerra Mundial. Pero también han puesto mucho de su parte: Israel es hoy un país que ha desarrollado novedosas técnicas agrícolas, y que sobre todo ha destacado por su industria de alta tecnología y espacial.
Más de 70 empresas israelíes cotizan en el Nasdaq, el índice norteamericano de empresas de tecnología. La renta per capita en 2006 era de 17.380 dólares, la más alta después de Kuwait. Tiene la esperanza de vida más alta de la zona (80 años), y el mayor consumo de energía. ¿Y los árabes? A pesar de que muchos de esos países están asentados sobre cuernos de la abundancia llenos de petróleo, no se puede decir que hayan descollado por sus productos de alto valor añadido.
El día que se les acabe el petróleo a los árabes, ¿sólo les quedarán camellos? Durante años, Arabia Saudí, Irán e Irak han destinado siderales sumas de dinero a ayudar a sus hermanos musulmanes (financiando incluso el terrorismo), especialmente a los palestinos, pero los resultados han sido muy tristes, y la prueba es que muchos palestinos sobreviven gracias a sus empleos en Israel.
Pero tienen el derecho legítimo a recuperar unas tierras que hasta hace 60 años se llamaban Palestina. Y la opinión pública mundial desconoce que ellos, según el derecho Internacional, tenían más derecho a esas tierras que los judíos porque las habitaban antes que los israelitas.
De modo que aquí tenemos un problema causado por Tito, y que no tiene visos de resolverse en los próximos decenios.
Porque nadie puede pensar que la solución consista en pedir a los judíos que salgan de allí, como tampoco es la solución dejar que los palestinos sobrevivan en campos de refugiados en sus propias tierras, y en unas pequeñas parcelas llamadas Gaza y Cisjordania donde ni siquiera tienen un Estado serio (aunque parezca increíble, Palestina aún no existe como nación), sino un conato de país, y donde el agua es controlada por los judíos. Basta darse una vuelta por los territorios palestinos para comprobar que viven en un nivel de subsistencia o de pobreza.
Gran parte de esa situación se debe a que el gran aliado de Israel es Estados Unidos, que siempre que le toca votar en el Consejo de Seguridad de la ONU, impide cualquier medida contra el gobierno israelí, y su política antipalestina.
De todos modos, es curioso que los judíos, de los que sabemos que tienen en sus manos los medios de comunicación de masas más influyentes del planeta como The New York Times y la industria del cine de Hollywood, no han podido convencer a la opinión pública de que su causa es la más justa. Basta echar un vistazo a los medios europeos en estos días para comprobar que, sean de derechas o de izquierdas, la mayoría está contra la invasión de los territorios palestinos. La mayoría opina que Israel está abusando de su fuerza y que está actuando con terror, usando bombas de fósforo, castigando inicuamente a la población civil, atentando contra edificios de la ONU y hasta contra los periodistas. Quizá gane esta guerra, pero por ahora ha perdido la batalla de la opinión. Al menos en Europa.
En las guerras anteriores, la eficacia y rapidez de sus ejércitos dejaron boquiabierto al mundo entero. Ahora no combaten contra otros ejércitos regulares sino contra guerrilleros que se esconden en casas de civiles, quizá porque no tienen otro sitio donde hacerlo, y cuando las tropas israelíes bombardean esas casas y aparecen niños muertos, (como está pasando ahora que un tercio de los fallecidos son niños) la opinión pública se enfurece contra Israel, incluso buena parte de los judíos norteamericanos.
¿Cómo arreglar esto? Nadie tiene la solución, pero las consecuencias del conflicto entre judíos y árabes han ido mucho más lejos que el Mar Muerto: los atentados contra las Torres Gemelas, los de Madrid y los de Londres son los escombros de un frente de batalla a uno de cuyos lados están los árabes, y al otro, occidentales y judíos.
Y he aquí la paradoja, porque los judíos y los árabes proceden del mismo tronco semita y deberían estar en el mismo bando, según la teoría del Choque de Civilizaciones de Huntington.
El Antiguo Testamento explica que los árabes descienden de Ismael, quien era hijo del judío Abraham y de su esclava egipcia. El Islam es “una herejía del judaísmo”, como dice el profesor Jesús Mosterín. Los nombres árabes son derivados de un gentilicio compartido con los judíos, como Ibrahim (de Abraham), Harum (de Aarón), Ishaq (de Isaac), Isa (de Jesús)… Y si alguien tiene dudas, que consulte El Corán. Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús de Nazaret y Juan Bautista son nada menos que profetas islámicos.
Desde el punto de vista genealógico, judíos y musulmanes tienen más similitudes entre ellos que las que pueden existir con los europeos, pues estos últimos crearon una tradición grecolatina de dioses y creencias politeístas que, aunque fue sustituida por el cristianismo, no tiene un origen semita.
Y encima, para encontrar más similitudes entre árabes y judíos, Jerusalén es una ciudad sagrada para los dos pueblos.
A lo mejor habría que empezar por ahí para resolver el conflicto, es decir, poner en la mesa todas las cosas que tienen ambos pueblos en común y que les deberían llevar a la concordia.

http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=2977

Villacañas, Apuntaciones treinta años despues...

jueves 29 de enero de 2009
Apuntaciones treinta años después…

Antonio Castro Villacañas

¿CUÁLES fueron los elementos esenciales de la transición por excelencia, esa que tanto exaltan los que prácticamente no la vivieron y sí de ella se han beneficiado? Quienes quedan de cuantos la protagonizaron, en su mayor parte suelen decir que estaban motivados por el afán de la reconciliación nacional... Quien estudie sin apasionamiento la historia española de los siglos XIX y XX se dará cuenta de que ese mismo motivo, u otro análogo, fue el impulsor de la Segunda Restauración Borbónica tras el fracaso de la Primera. Fernando VII, el Deseado como Rey por todos los españoles a causa de la invasión francesa, se convirtió muy pronto, tras recuperar el trono perdido por ella, en un indeseable para buena parte de sus súbditos. Indeseables fueron también para unos y para otros, respectivamente, quienes sus partidarios llamaron CarlosV e Isabel II en razón de que fueran sí o no reconocidos como legítimos herederos del felón Fernando después de que este muriera. "Carlistas" o "isabelinos" fueron, pues, los españoles durante casi todo el siglo XIX, añadiendo motivos ideológicos más modernizados a los que desde el principio de su enemistad acompañaron los inicialmente dinásticos... No es cosa de analizar aquí las peripecias de ambas Cortes, de sus respectivos súbditos y de los enfrentamientos bélicos, políticos y sociales que hubo entre unos y otros hasta el punto de propiciar el surgimiento de una facción nueva, la republicana, tras el fracaso del intento de sustituir la monarquía borbónica por la saboyana alegando que ésta era y sería más europea y moderna... Basta, pues, con recordar que cuando Alfonso XII recuperó el trono que habían perdido su madre Isabel II y su tío Carlos VII, también se dijo a los españoles que esta Segunda Restauración iba a producir la inmediata reconciliación de todos ellos en el común empeño de hacer una España mejor por más adecuada a los tiempos nuevos.

El año 1970 se hizo y se publicó un informe sociológico sobre la situación social de la España de aquel tiempo, tan criticado y despreciado hoy en día. Dicho documento decía --entre otras muchas cosas de particular interés- que dentro del pueblo español se notaba la presencia de varias actitudes políticas, algunas extremadas a izquierda o derecha de las mayoritarias y centradas. Todas -como es lógico- pensaban más en el futuro que en el pasado, pero tanto la extrema izquierda como la derecha coincidían en que el mañana no podía ni debía hacerse enterrando el ayer, sino teniéndole siempre presente, los zurdos para satisfacer su espíritu de revancha y los diestros por afán de superación. La mayoría de los españoles -según el informe- miraba sin embargo al pasado con el limpio deseo de rectificarlo en cuanto tuviera de reprochable para poderlo seguir utilizando en lo mucho valioso que guardaba, aunque solo fuera como buen o mal ejemplo... Los españoles de hace treinta y nueve años no deseaban enterrar el pasado sino guardarlo en el baúl de los recuerdos para poderlo sacar en el momento y en la medida e intensidad que conviniera o hiciera falta.

Todos los grupos sociales, tanto los diferenciados por razón de edad como los divididos a causa de su actividad profesional, coincidían -en un porcentaje superior al 70 % de sus respectivos censos- que el factor social más positivo de cuantos tenía entonces España a su disposición para construir su futuro era el de que su juventud no hubiera hecho ni vivido la guerra civil de 1936-1939. Los autores del informe que comento señalaban que "lo más positivo que se puede decir después de un siglo y medio de guerras civiles es que las actitudes de los españoles parecen querer concluir definitivamente con este trauma colectivo que entre nosotros ha hecho historia". La práctica totalidad de los militares en activo compartía ese deseo, aunque simultáneamente todos ellos pensaran cumplir con su obligación de mantener el régimen y defender la integridad de España en cuanto fuera necesario.

Diferente era la actitud de los españoles "civiles" o "paisanos". Los pertenecientes a grupos de extrema izquierda, junto a los miembros de la izquierda clásica e incluso los de la izquierda moderada, se manifestaban en privado -e incluso en público cuando podían hacerlo- como poseídos de un afán de revancha, en el sentido de no conformarse con un simple pase de página en el libro de la historia ni menos aún con hacer borrón y cuenta nueva en el de la contabilidad política hispánica, sino en el de volver atrás, ganar la guerra perdida en 1939 y reanudar la interrumpida construcción de la avanzada República social muerta en 1936. No tiene nada de extraño que los españoles agrupados en núcleos de extrema derecha manifestaran su intención de oponerse con todas sus fuerzas a tan reaccionarios deseos, que incluso aparecían de vez en cuando en determinadas voces del antiguo Partido Socialista.

La gran mayoría de los españoles con capacidad de actuar políticamente en los años 70 del siglo pasado estábamos convencidos de que tras la muerte de Franco habrían de cambiar bastantes aspectos o muchas características de su régimen, pero no todos coincidíamos en la necesidad de sustituir las Leyes Fundamentales de aquel Reino católico, social y representativo por una Constitución que garantizara la alternancia de partidos. Dentro del franquismo, a su derecha, quienes defendían el conservadurismo social y la tecnocracia autoritaria sentían que les pesaba como una losa el haber servido a quien empezaban a llamar en la intimidad Dictador, a ver si de esta manera hacían méritos para formar parte de la nueva aristocracia política llamada a configurar la también nueva Monarquía. La mayor parte de los españoles, fueran antifranquistas, franquistas de izquierda o simplemente franquistas, demostraron durante aquel decenio, antes y después de la muerte del Generalísimo, que deseaban llegar a una democracia semejante a las predominantes en el mundo occidental, pero partiendo y caminando desde las leyes franquistas: Por eso no hubo durante aquel decenio, aparte de las inevitables algaradas propias de la extrema izquierda, manifestaciones en contra o a favor de nuevas soluciones políticas. El pueblo español aceptó que el franquismo muriera con Franco porque así estaba establecido por Franco y los franquistas, para dar paso al Rey que el Caudillo había criado a sus pechos y a los franquistas monárquicos que tanto y tan bien habían prosperado durante el último franquismo. Por eso aprobó sin demasiada oposición la Ley para la Reforma Política del sistema que había aceptado y servido durante cerca de treinta años. Por eso eligió sin demasiadas pugnas unas Cortes que nunca se le dijo iban a ser Constituyentes, las mismas que después fueron utilizadas por el Rey y su cortejo sociopolítico para romper con el franquismo en vez de para reformarlo y mejorarlo...

Pero de esto y de sus consecuencias, que ahora estamos viviendo, ya tendremos ocasión de seguir hablando.


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Miguel Martinez, De cómo hacer más livianas las horas de espera en un hospital

jueves 29 de enero de 2009

De cómo hacer más livianas las horas de espera en un hospital

Miguel Martínez

U N servidor, lo reconozco, lleva muy mal eso de ir a los hospitales, aunque sea de simple acompañante. Al margen de que la visita a un hospital casi nunca suele ser para actividades divertidas, las largas esperas provocan en un servidor la sensación de estar perdiendo el tiempo, cosa que le produce cierto agobio, por lo que siempre que me veo en la necesidad de acudir a una consulta me llevo un libro, el periódico, o incluso trabajo, a fin de hacer más soportable la habitual, larga e inevitable demora.

Sin embargo interesantes acontecimientos devenidos en el ámbito laboral esta misma mañana, le hacían a un servidor acometer, contento y cargado de energía positiva, la siempre estresante situación, en el caso de hoy acompañando a mi suegra que, como ustedes imaginarán, es ya una abuelita. La verdad es que ha sido incluso divertido. Si quieren ustedes tomar nota de alguna estrategia, quizás les funcione.

Total, que con la bolsa cargada con la novela que estoy leyendo, un periódico y varias notas que leer, me dirigía esta mañana al hospital en pos del primer obstáculo: encontrar estacionamiento cerca de la puerta de acceso, objetivo especialmente necesario cuando se lleva a una abuela con ciertos problemas de movilidad.

Recordando las tesis de Dyer, un servidor se llevó todo el camino repitiéndose con mucha fe, lo de “seguro que encuentro un sitio justo en la puerta”, con el fin de que la energía positiva irradiada con este pensamiento hiciera que, en el preciso instante de doblar la esquina, otro conductor abandonara una plaza en la que estacionar quien les escribe.

Efectivamente. Girar por la curva y ver que otro vehículo salía de un estacionamiento, que ni hecho a medida, fue todo uno. Intermitente a la derecha y paciencia hasta que el hombre –entre nosotros, muy torpe- acabara de salir. Cuando iba a iniciar la maniobra de aparcamiento, observé que otro vehículo, que venía en dirección contraria, se disponía a girar en redondo para ocupar el espacio por el que un servidor llevaba ya unos minutos aguardando. Con vehemencia le indicaba yo a golpes de claxon que ése era MI sitio, que allí estaba yo esperando, pero la conductora ignoraba las advertencias e iniciaba el abordaje en diagonal hacia esos preciados nueve metros cuadrados que configuraban el estacionamiento.

Desdeñé de inmediato la opción de bloquearle el acceso con mi propio coche, pues se le apreciaba determinación suicida en la mirada. Aparcó y bajó del vehículo sin tan siquiera mirarme una jovencita de unos veintipocos años, con aspecto de garrula redomada, acompañada de una señora, probablemente su madre, que bajaba la cabeza, quiero yo creer que avergonzada, por no haber sabido darle a su hija la más elemental educación. Textualmente le dije: “Perdona pero yo estaba esperando para estacionar aquí desde antes de que llegaras; además llevo al hospital a una abuela a la que le cuesta andar”. La madre, tras mirarme, ladeaba la cabeza como pidiendo disculpas y la volvía a bajar en dirección a los pies. La niña, con el mismo tono que emplearía una reclusa en una disputa con su colega de celda por la última jeringuilla, va y me suelta: “yo he dado ya muchas vueltas buscando aparcamiento”, a la vez que, desafiante, me mantiene la mirada. Respirando hondo para ataraxizarme e intentando utilizar un tono amable y cordial –no exento de ironía, lo reconozco- le comuniqué cuán poco prudente resultaba su actitud, que bien pudiera yo ser un temible psicópata que ideara la más sádica de las represalias. Antes de ver cómo reaccionaba a mi despiadado contraataque me metí en el coche, pero la oía vociferar un discurso genital, en el que decía sudarle cierta parte y que un servidor no tendría otras. Un amable caballero, que se encontraba en el lugar, se solidarizó conmigo y me cedió su estacionamiento. “Yo estoy esperando, métalo en mi sitio que yo puedo aguardar en doble fila, si viene un guardia puedo ir a dar la vuelta y volver, y así la abuela no tiene que andar más”. Le di mil gracias, intercambiamos posiciones, conversamos brevemente sobre la educación de los jóvenes y nos despedimos, iniciando quien les escribe el rumbo hacia el siguiente obstáculo: la espera.

Quince minutos de adelanto sobre la hora de la cita. Hoy tocará esperar bastante. No me quito de la cabeza la actitud de la garrula y siento pena por su madre. Pero no la suficiente como para no idear mi sádica venganza. Diseño una estrategia en pocos segundos y no puedo evitar sonreír. Quizás se equivoquen los que me tienen por una buena persona, porque lo cierto es que disfruto al imaginar la cara que va poner la Choni cuando contemple mi represalia. Si tienen curiosidad por conocerla, ruego a mis queridos reincidentes que sigan leyendo.

Como ustedes sabrán, cualquier ciudadano puede denunciar una infracción de tráfico que presencien, si bien es verdad que, al contrario de lo que sucede cuando la denuncia la cursa un agente de la autoridad, ésta carece del principio de veracidad, por lo que la denuncia, para que llegue a convertirse en sanción, necesitará de pruebas irrefutables. Un servidor las tiene, o más exactamente las podría conseguir, y, de paso, amenizaría lo que tiene toda la pinta de ser una larga espera hospitalaria. Echando mano de la libretita que siempre me acompaña, y de un boli, redacto la siguiente nota, que irá a parar al limpiaparabrisas del Peugeot tuneao de la Choni.

“Te informo de que en breve recibirás en tu domicilio dos notificaciones de multa por dos infracciones de tráfico. La primera, por estacionar tu vehículo en contra del sentido de la marcha; la segunda, por no señalizar debidamente un cambio de dirección. La de invadir de forma negligente la parte izquierda de la calzada te la voy a ahorrar porque hoy me siento generoso. Si te estás preguntando cómo narices voy a demostrar estas infracciones, la respuesta es la siguiente: he hecho fotos de tu vehículo estacionado al revés de los demás y cuento con el inestimable testimonio de ese señor de la cazadora de cuero gris que se encontraba junto a ti y que, amablemente, se ha ofrecido a testificar en mi favor, o, lo que es lo mismo, a favor de la verdad (no contaba yo con este testimonio, pero ella no lo sabía). Todo esto te lo has ganado por solidaria, por simpática y por buena persona. Que tengas un buen día, que seas muy feliz y que Dios les dé mucha paciencia a tus seres queridos. Firmado: el señor que acompañaba a una abuelita con problemas de movilidad y al que le has robado, de forma ruin y traicionera, la plaza de estacionamiento que llevaba aguardando varios minutos”.

Concluida la nota -una cuartilla tamaño A5 escrita de arriba abajo, a doble espacio y en esmerada caligrafía para que la pudiese leer perfectamente-, mi primer y más fervoroso deseo era que el Peugeot tuneao siguiera en su sitio. El segundo, contemplar el momento en que la Choni volvía a por su coche. Descubro con alborozo que desde un ventanal de la sala de espera tengo el coche a la vista. Furtivamente salgo, me acerco al coche, miro a un lado y a otro como quien se dispusiera a cometer un delito, y, cuidadosamente doblada, dejo la notita bajo el limpia, como hacen los guardias cuando ponen una multa. Regreso a mi punto de observatorio a esperar. Jamás una espera hospitalaria me había resultado tan entretenida. Mi suegra, al tanto del plan, sonríe y me susurra: “mira que eres bicho…”.

Pasan veinte minutos y tras el cristal veo a la Choni y a su madre dirigirse al coche desde la parte posterior de éste. Me froto las manos y la sonrisa me llega de oreja a oreja. Constato que mis amenazas veladas han surtido efecto en la garrula, pues, en vez de dirigirse a la puerta del conductor, rodea el coche mirando los neumáticos, temiendo que quizás un servidor haya sido tan ordinario como para pincharle una rueda, ignorante de que nadie comete la simpleza de pinchar un neumático si ha leído a Maquiavelo.

Al rodear el vehículo observa la nota. La despliega. La madre se acerca a leer sobre su hombro. Compruebo cómo, a medida que va leyendo, le va cambiando el semblante. La madre le hace algún comentario y ella le grita -eso sí que me supo mal, pero fue lo único-. Sigue leyendo, la termina, hace la nota un gurruño, la tira al suelo y la pisotea repetidamente perdiendo la compostura y redundando en un nuevo discurso genital que se escucha lejano tras el ventanal de doble vidrio. Se mete en el coche, da un portazo como para volcarlo, lo pone en marcha y se le cala. Me troncho. La veo gesticularle a la madre, arranca de nuevo y da un acelerón tremendo, sale del estacionamiento a trompicones y abandona el lugar en medio de chirridos de rueda y dejando tras de sí una nube de humo negro.

Para los que aún sigan creyendo que este columnista es buena gente, dejen que les confiese que en ese momento un servidor se sintió enormemente feliz, imaginando que la sensación que le poseía tuvo que ser semejante a la que experimentó Aníbal al comprobar cómo su estrategia le llevó a la apabullante victoria de la batalla de Cannas, en la segunda Guerra Púnica.

Huelga decir que ni por un instante se me pasó por la cabeza cumplir mis amenazas y poner una denuncia en la poli ni nada por el estilo, pero eso, mis queridos reincidentes, la Choni no lo sabe. Aún ahora me regocijo imaginando al Johnatan de turno riñéndola, pues el Peugeot tuneao va a su nombre, temiendo que le lleguen a él las multas, y al pobre Pitbull de ambos ladrando excitado en medio de la discusión; estaría bien que, mientras tanto, los vecinos llamaran a la poli para denunciar el escándalo.

A lo tonto, había transcurrido una hora de espera. Ya quedaba poco, la sala se iba vaciando. Agarro la novela a la que sólo le quedan unas doce páginas. Con un poco de suerte podré acabarla antes de entrar al despacho. La termino. La sala sigue igual de vacía pero no nos llaman. Aprovecho para consultar el correo electrónico desde el móvil. Lo reviso. Hago unas cuantas llamadas de trabajo: que si han avisado de allí, que si sabéis algo de aquello o habéis recordado esto otro... Todo al día y seguimos sin entrar. Me conecto al Facebook -estos móviles de ahora son la releche- y veo que uno de mis amigos se va a Brasil una semana y nos lo restriega al resto por los morros, le hago partícipe de mi sana envidia y le pido que se tome una caipirinha a mi salud; una amiga argentina comenta mi adicción al dulce de leche, le respondo que cuando vuelva a Barcelona la invito a un argentino donde lo preparan de muerte; otra amiga comenta, en abstracto, su deseo de que tal y como está de trabajo la secuestren una temporada, a poder ser en un lugar de playa donde no haya cobertura de móvil, le escribo que si los secuestradores son enrollaos interceda también por mí. Se abre la puerta del despacho del médico y cierro la sesión del Facebook apresuradamente, disponiéndome a entrar. Llaman a un señor que acaba de llegar mientras que nosotros llevamos ya más de dos horas esperando. Necesito un pasatiempo que me distraiga. Juego un ratito con el móvil a una especie de tetris, que dicen que ejercita el cerebro, charlo un rato con mi suegra, que me informa de que se ha muerto Fulanito, ése que he de conocer porque su nuera había coincidido conmigo en la Facultad, ni idea, pero le digo que sí, que ya sé quién es. La sala de espera cada vez más vacía y reparo en la señorita de bata blanca que lleva dos horas al teléfono tras un mostrador al que no se ha dirigido nadie desde que he llegado. Sin esfuerzo escucho perfectamente su conversación. Parece interesante.

Resulta que la moza está asistiendo a unas clases de meditación e intenta convencer a una amiga de que la acompañe. Asegura que desde que asiste a esas clases ha encontrado su lugar en la vida –detrás de un mostrador de hospital, diría yo que jamás he asistido a ese tipo de clases- y que desde que va a ellas duerme mucho mejor y le va mejor en casa. Según parece la amiga no se deja convencer. Se despide, cuelga y marca de nuevo.

Ahora habla con lo que parece un organismo oficial. “Buenos días, me llamo Erre” (sólo les daré la inicial, por aquello de la protección de datos, por mucho que ella no tenga inconveniente en largar a los cuatro vientos su vida, sin importarle lo más mínimo que toda la sala de espera se quede con la copla). Total que Erre pregunta por la convalidación de un título, creo que de Formación Profesional, y digo creo porque en ese instante de la conversación mi suegra, inoportuna, estornudó. Por lo visto había un problema con los créditos por haber empezado en un plan antiguo y quería saber qué asignaturas le convalidarían para poder continuar –nuevo estornudo- el año que viene. Da las gracias y cuelga. Marca de nuevo.

Otra amiga, a ésta –o quizás a la misma de antes- quiere convencerla para que asistan juntas a un curso. La amiga le sugiere otro que ella también considera atractivo, pero la situación familiar se lo impide por el horario y el lugar donde se imparte. Tiene a sus padres enfermos y a esas horas le resulta difícil hacer un hueco. Se despide y cuelga.

Llama de nuevo. Yo empiezo a mosquearme, casi tres horas de espera mientras en el hospital hay gente tan desocupada que se puede permitir realizar llamadas personales durante horas sin que nadie le diga ni mu. Quiero creer que está realizando llamadas locales y que el hospital –público- se encuentra acogido a algún tipo de tarifa plana, pues de lo contrario esas llamadas irían a cargo del erario, o sea, de usted y de un servidor. Quiero pensar que los eficientes economistas que a buen seguro dirigirán los designios económicos del centro, bien habrán previsto la eventualidad de funcionarias parlanchinas contratando tarifas planas, y, en tal caso, el perjuicio sería para Telefónica, lo cual me parece fantástico.

Nueva llamada. Intenta convencer a alguien de que le acompañe a un balneario –claro, tanto estrés en el trabajo- a mediados de febrero. Parece ser que en esas fechas no está el marido de Erre. ¡Vaya! ¿Se pondrá la cosa interesante? Nos llama el médico. ¡Mecachis! Casi tres horas de espera y nos llama justo cuando viene lo mejor.

En diez minutos el médico nos dice que está todo bien, que no nos puede informar acerca de los resultados de los análisis porque, inexplicablemente, aún no se los han introducido en su terminal pese a haberse hecho hace más de tres semanas, no me atrevo a sugerirle que vaya dos despachos más a la izquierda, que allí fue donde le sacaron la sangre, y nos informa de que ya los recibirá mi suegra por correo y que entonces pida hora en el médico de cabecera para comentarlos, que se siga tomando las pastillas y que vuelva dentro de ocho meses.

Al salir, ya no está Erre. En su lugar hay otra. Se acerca lo que parece un médico, porque además de la bata blanca lleva colgando un estetoscopio, y pregunta por Erre. La que la sustituye contesta que ya se ha ido, que Erre finaliza la jornada a las tres. Miro el reloj y son las tres menos cinco.

Me acerco al mostrador de Erre para pedir hora para dentro de ocho meses y me dicen que no es ése. Que tengo que ir a otro. Me imagino que el de Erre debe ser el de hacer llamadas particulares. Nos vamos al que sí es para pedir hora dentro de ocho meses. Resulta que dentro de ocho meses el médico que ha de visitar a mi suegra está de vacaciones, con lo cual nos dan hora para el siete de octubre. Es decir, dentro de doscientos cincuenta y nueve días.

- ¿Se acordarán del día que tienen que venir o le damos un papelito?

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Michael Miller, ¿Ha fallado el mercado?

jueves 29 de enero de 2009
CRISIS ECONÓMICA Y MORAL
¿Ha fallado el mercado?
Por Michael Miller
¿Quién habría imaginado hace 20 años, cuando cayó el muro de Berlín y celebramos el fin del socialismo, que el capitalismo empezaría a ser cuestionado en 2009? El cardenal de Westminster, Comrmack Murphy O'Connor, llegó incluso a decir que de la misma manera que 1989 marcó el final del comunismo, 2008 fue el año en el que el "capitalismo había muerto".

¿Qué defensa podemos hacer del capitalismo a la vista de todas las crisis, el fraude y la intervención pública cuando incluso algunos defensores del libre mercado están apoyando los rescates y parece que han perdido la fe en la libertad? ¿Acaso el capitalismo ha dejado de ser creíble? ¿Debemos culpar a los mercados libres de los problemas financieros que ahora padecemos?

Antes de intentar responder a esta cuestión, resulta importante recordar que el término "capitalismo" fue, de hecho, acuñado por el marxismo y, pese a que nosotros lo utilizamos como equivalente a "economía de mercado", la visión marxista aún influye en el modo en que entendemos la economía. El término capitalista nos evoca la imagen de que el mercado es algo con entidad material concreta: una fuerza nebulosa que puede generar gran riqueza pero también dañarnos enormemente. Esta caracterización impersonal puede llevarnos a culpar a los mercados cuando las cosas van mal en lugar de buscar las verdaderas razones detrás de una crisis que suelen ser más difíciles de diagnosticar y que suelen revelar una cultura más profunda sobre el asunto.

El Papa Juan Pablo II rechazó el término capitalista como una imagen mecanicista, amoral e impersonal, por lo que decía preferir "economía de mercado" o "economía libre". No lo hizo para ser pedante, sino para ilustrar la profunda verdad de que los mercados son fundamentalmente redes de relaciones humanas. Entender los mercados de esta manera aporta luz no sólo a muchos problemas económicos, sino también a las cuestiones subyacentes a la moralidad de los mercados. Si éstos están intrínsecamente conectados con la acción humana, entonces deben poseer una dimensión moral. El capitalismo tal y como lo estudian los marxistas o los modelos matemáticos neoclásicos, separa los mercados de la moralidad (y por tanto de la realidad).

Los mercados no son más que las actividades combinadas de millones de individuos y familias. No los componen simplemente los inversores de Wall Street, sino que están formados por nosotros mismos. Como el resto de las cosas humanas, los mercados no son perfectos y pueden fallar. Si nos convertimos en excesivamente especulativos y creemos que los precios pueden llegar hasta el infinito, puede que violemos las normas de prudencia y sigamos inflando esos precios (como sucedió con la burbuja de los tulipanes en 1637, con las empresas puntocom en el año 2000 o con la vivienda el año pasado), pero pronto o tarde tendrán que pinchar.

A pesar de sus fallos, sin embargo, los mercados libres han sacado a más gente de la pobreza y han creado más prosperidad y paz que cualquier otro sistema conocido. De hecho, por muy grave que esté resultando la crisis actual, en las economías de mercado más asentadas apenas encontramos gente sin recursos y al borde de la inanición. Conviene fijarse en que normalmente se culpa a los mercados de las crisis, pero se suele olvidar que también son la causa del crecimiento anterior.

En estos días de turbulencias financieras, podemos escuchar a los antiliberales hablar sobre la desregulación o el capitalismo ultramontano. Ambos términos son hombres de paja. Intente pensar en algún país que carezca de regulaciones sobre la economía o las empresas. Para que los mercados libres puedan seguir funcionando, necesitan un marco asentado sobre el imperio de la ley, los contratos y los derechos de propiedad correctamente protegidos.

La cuestión de fondo es qué clase de regulación y qué nivel de intervencionismo deberíamos escoger. No conviene olvidar que muchas de las causas que han provocado la crisis tienen su origen en el Estado. Los reguladores federales obligaron a conceder hipotecas a los clientes que no podían devolverlas; la Reserva Federal manipuló la oferta monetaria, exacerbando la burbuja inmobiliaria; y los políticos de todos los partidos prometieron rescates varios que incentivaron los comportamientos irresponsables. Todo esto son ejemplos claros de lo que Friedrich Hayek llamó "la fatal arrogancia", esto es, la idea de que los burócratas y los políticos tienen un mejor conocimiento sobre la economía que los individuos y las empresas.

Tan importante como el marco jurídico es contar con una cultura moral. Esto incluye confianza, diligencia, cooperación, honestidad, perseverancia y prudencia. Si la crisis nos ha enseñado algo, esto ha sido la importancia de la moralidad para una economía de mercado. La lista de los siete pecados capitales resume las causas de la crisis. ¿Cuántos de nosotros, movidos por la avaricia, la gula o la envidia no ha utilizado las tarjetas de crédito para comprar cosas que no necesitaba o que no podía pagar, simplemente para aparentar un status mayor? ¿Qué no decir de los banqueros de Wall Street que no pudieron resistir las oportunidades de asumir riesgos más y más imprudentes con el dinero de sus clientes y que adquirieron instrumentos financieros que casi no entendían? Los mercados no pueden persistir sin una sólida moral ciudadana.

Sin embargo, en lugar de aprender las lecciones del pasado, volvemos a oír llamadas a la regulación y a la intervención pública. Puede que alguna regulación sea necesaria, pero no deberíamos creer que la regulación va a solucionar nuestros problemas morales. Aquí es cuando resulta útil darnos cuenta de que los mercados son redes de relaciones humanas.

Si regulamos demasiado los mercados, estaremos concentrándolos en cada vez menos manos. Esto es lo que nos ha llevado a toda clase de corrupción: economías socialistas, oligarquías y sindicatos que controlan las industrias para impedir que funcione el mecanismo de precios. Es inútil creer que la regulación lo resolverá todo; es un sueño utópico que ignora la falibilidad humana y es la misma promesa que siempre nos hicieron los socialistas.

Ahora bien, también es erróneo pensar que los mercados funcionan solos. Los mercados requieren algo más que eficiencia: de virtud. Nuestros Padres Fundadores nos ensañaron que sin virtud política la libertad no puede preservarse a largo plazo. Lo mismo puede decirse de la libertad económica; y también de la libertad política, ya que sin la primera no puede existir la segunda. Como la libertad, el mercado debe comportarse moralmente o terminará por derrumbarse.

http://iglesia.libertaddigital.com/ha-fallado-el-mercado-1276236150.html

Wifredo Espina, Mendigar la confianza

jueves 29 de enero de 2009
Mendigar la confianza

Wifredo Espina

L A confianza no se pide, se gana. Toda la intervención de Zapatero, en el programa Tengo una pregunta para usted, tenía un claro objetivo: recuperar algo de la confianza perdida por el presidente del Gobierno, incluso recurriendo a nuevas faltas a la verdad. Así no se gana la confianza.

Tampoco repitiendo, como un estribillo: “hay que tener confianza”, ”tengan confianza”, “no pierdan la confianza”, “yo tengo confianza”... Cuando hay que insistir tanto en pedir algo, seguro que estás muy necesitado de ello. Y es muy probable que no lo vas a conseguir. La confianza no se pide, se gana; y quien la ha perdido de forma tan ostentosa, es difícil que la recupere.

Cuando se han hecho tantos méritos para que mucha gente ya no confíe en ti, resulta temerario y contraproducente rogarle que vuelva a confiar. Sobre todo si para intentar ganarte esta confianza, se vuelve a insistir en el maquillaje de los hechos y en las mismas mentiras, en lugar de disculparse o pedir perdón.

El evidente nerviosismo de Zapatero durante el programa, su falta de seguridad interna, pese al ensayado tono contundente de su voz, sus evasivas ante las preguntas concretas de los ciudadanos, y las escandalosas no respuestas a los problemas más acuciantes, dieron una imagen desasosegada y patética, en los momentos clave, de un presidente del Gobierno desbordado por la realidad. Reclamaba confianza... y un ciudadano le preguntó por que no dimitía.

Está bien dar la cara ante las dificultades, pero si no das otra cosa que la cara, lo más probable es que te la hinchen a bofetadas. Algo de esto le ocurrió metafóricamente. No se puede mentir tanto y durante tanto tiempo para que, cuando salgas al escenario con pose de buen chico –ya sin sonrisa y la mirada azul perdida- , las masas se te echen al cuello para besarte.

Quizás haya que agradecerle esta osadía, que también confirmó su auténtica escasa talla política, pero si resulta siempre preocupante que un presidente de Gobierno tenga que salir en el mayor foro público para pedir la confianza que ha perdido, que la mendiga de esta forma resulta humillante para el y preocupante para el pueblo.

La confianza se da y se gana, no se pide ni se mendiga.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5034

No a la objecion, pero...

No a la objeción, pero...

Jueves, 29-01-09
LA decisión de la sala Tercera del Tribunal Supremo de no reconocer el derecho a la objeción de conciencia de los padres de alumnos contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía transfiere la polémica jurídica al Constitucional. Será este órgano el que decida, finalmente, si las familias tienen o no un derecho constitucionalmente legítimo a objetar la impartición de esa asignatura a sus hijos. Nunca fue fácil el encaje legal del ejercicio de este derecho individual, normalmente reservado para que el ciudadano autotutele su conciencia frente a la imposición por el Estado de prestaciones o comportamientos que colisionan con sus principios morales. Sin embargo, la burda pretensión de adoctrinamiento que anima políticamente esta asignatura rompió los esquemas teóricos de la objeción de conciencia -circunscritos a supuestos como el servicio militar obligatorio o la práctica del aborto- y forzó a muchas familias a plantearse una respuesta cívica. El TS ha considerado, a reserva de conocer la fundamentación de la resolución, que los ciudadanos no tienen derecho a la objeción y que las normas reguladoras de la asignatura no vulneran el derecho de los padres a elegir la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones. Por tanto, no sólo ha resuelto sobre la objeción, sino que ha respaldado el contenido de la asignatura, pese a que, al parecer, ha introducido matizaciones para alcanzar la más amplia mayoría posible. Pero tales matizaciones serían puramente retóricas -sin eficacia real para zanjar el conflicto entre el Estado y los ciudadanos- porque consistirían en advertir a los poderes públicos de que no pueden imponer en la enseñanza criterios éticos o morales discutidos socialmente y reconocer la posibilidad de promover otros posibles planteamientos del derecho a la objeción de conciencia. En definitiva, el TS solventa unos concretos recursos, lanzaría una mera admonición al Gobierno y dejaría la puerta abierta a nuevos conflictos.
En todo caso, el problema político y social sigue vigente, aunque las sucesivas instancias del Tribunal Constitucional y del Tribunal de Estrasburgo ratifiquen el criterio del TS. Ese problema es de moral cívica, no confesional, y se sustenta en la ilegitimidad intrínseca de cualquier intento del Estado de adoctrinar moral y éticamente a los alumnos -ya fuera con contenidos laicos o confesionales- para configurarlos conforme a un determinado modelo de ciudadanía. La mera legalidad de una decisión política no la hace cívicamente beneficiosa, y el caso de la asignatura de Educación para la Ciudadanía es un ejemplo de intervencionismo ético por el Estado en la vida de los ciudadanos, revestido, como todas las grandes agresiones a la libertad conocidas en la Historia, con los mejores propósitos de regeneración y de virtuosidad.
Esta asignatura será legal, pero es una piedra de discordia en la sociedad, frente a la que no ha funcionado, por el momento, una objeción de conciencia menos secundada de lo esperado y, como ahora se demuestra, sin estar integrada en una estrategia de fondo, política e intelectual, capaz de responder en igual medida al empeño socialista de mutar, como fuera, la escala de valores de la sociedad. Como es obvio, el Gobierno socialista no sólo propagará la sentencia como un éxito político, que lo es, sino que también se sentirá animado para profundizar en otros proyectos de su agenda «social», tan lesivos o más que la asignatura de Educación para la Ciudadanía y en los que la objeción de conciencia también es un enojoso derecho individual que les estorba. Ahí está pendiente la ampliación de la ley del aborto, de la que se declaró abiertamente partidario el presidente del Gobierno en su reciente intervención televisiva. No son los jueces los que deben decidir las estrategias políticas del Ejecutivo y de la oposición. Esta sentencia es un pequeño bálsamo para un Gobierno hundido por la crisis económica, pero no cancela la legitimidad de las quejas de miles de ciudadanos -muchos más que los que han objetado-, ni exime al Partido Popular del deber de ser coherente con su oposición a una política socialista de intromisión en la formación moral de los ciudadanos.

http://www.abc.es/20090129/opinion-editorial/objecion-pero-20090129.html

Ladron de Guevara, Hégira fundamentalista

jueves 29 de enero de 2009
Hégira fundamentalista

Ernesto Ladrón de Guevara

M E cuentan que en uno de los partidos del tripartito nacionalista gobernante, en eso que llaman Euskadi, a la vista de las dudosas posibilidades de supervivencia política y más que reducidas posibilidades de reproducir la fórmula de gobierno actual, están colocando de forma sospechosamente anómala a su gente en puestos preeminentes de la Administración, en vacantes de plantilla. Aquí el que no corre vuela. Y los demás a hacer oposiciones… El que venga después a ver cómo se las apaña con este percal…

La verdad es que tampoco es ilusionante la posibilidad de gobierno mixto con el PNV abierta por los socialistas, -no lo dicen, pero otra previsión es un insulto a la inteligencia conociéndoles-. Patxi (López) ya ha anunciado su intención, por ejemplo, de alcanzar un pacto educativo. Y esa música me suena, es un vals donde el que marca el ritmo y el paso es el PNV. Más de lo mismo. El consenso suele ser perverso en muchas ocasiones, pues arrasa derechos fundamentales de las personas en aras de la bondad del pacto político. Casos los hay para escribir varios tratados. Previo a cualquier pacto están derechos primigenios invulnerables. Pero no suele ser así. No hay más que mirar hacia Cataluña y Galicia, por no hacerlo en los antecedentes de gobiernos de coalición en Vascongadas.

Más de lo mismo es, por ejemplo, que la mayor empresa de Euskadi, Osakidetza, con 22.000 trabajadores, haya convocado una OPE para cubrir 2.359 plazas. Hasta ahí bien. Lo que pasa es que en el baremo de méritos saber euskera para plazas de médico supone diecisiete puntos, mientras que un doctorado cum laude se valora con seis. Es decir que, puede ocurrir que tras esta oferta de empleo cuando vayas a consulta médica se encuentre uno con una persona que te explica el diagnóstico en el habla del diez por ciento de los alaveses pero no sepa qué darte para la úlcera; o que en lugar de extirparte el apéndice intestinal en grado de perforación te pegue un tajazo en la próstata, eso sí, en perfecto batua.

Hoy mismo resulta que se retrasan operaciones por falta de anestesistas, y hay colas interminables para que te examine uno de los pocos oftalmólogos de la plantilla. La mayoría de los especialistas optan por irse ante esta matraca inaguantable de la presión lingüística y, no se sorprendan… se están pidiendo especialistas a países del extranjero. Lo que no sabemos bien es si a éstos se les va a exigir el conocimiento de la lengua de Sabino Arana; con lo que podría darse el caso de que a los propios se les esté haciendo la pascua y a los ajenos se les traiga bajo palio. Y lo curioso es que, también, tomen buena nota, en Álava, provincia puntera en servicios sanitarios y educativos en la etapa preconstitucional, hay los mismos hospitales que hace treinta años, cuando el hecho es que la población se ha duplicado. Este articulista tuvo la ocasión de plantear alguna moción parlamentaria hace cuatro años para instar a la construcción de un nuevo hospital, y socialistas y nacionalistas unieron esfuerzos para abatir la propuesta. Por eso, no soy de esos que tienen una ingenua ilusión infantil de que ganen los seguidores de Patxi. Ya les conozco porque, incluso, compartí cocina y plato en otras épocas más benignas.

No hay más que ver lo que dijo hace unos días el parlamentario José Domingo, de Ciudadanos, en Cataluña. Merced a ese cordobés catalanizado que preside la Generalitat la inversión extranjera ha caído de forma apabullante en su Comunidad mientras se abren embajadas en el extranjero, no sabemos muy bien para qué. El clima industrial ha caído un 20 %, por encima de las ratios de otras comunidades, respecto al 2007. Los empresarios foráneos consideran que Cataluña no es un buen sitio para invertir por estas razones, entre otras: una política institucional deleznable, intervencionista y bananera; una persecución a la lengua del conjunto de los españoles sean catalanes o no; un sistema educativo deplorable; y un sesgo político ultramontano y fundamentalista. Eso es lo que hacen los émulos de Zapatero.

Pero, seguramente a ZP eso no le interesa a efectos de la crisis económica, pues, como dijo el otro día en un programa-show de TVE contestando a las preguntas de ciudadanos: “La crisis tiene comienzo y tiene final”. Gran hallazgo filosófico. ¿Para qué queremos a Platón?

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Jose Luis Restan, Un gesto de misericordia, fruto del Concilio

jueves 29 de enero de 2009
OBISPOS LEFEBVRIANOS
Un gesto de misericordia, fruto del Concilio
Por José Luis Restán
Reconozco que la tesis no es mía, sino del Director de L’Osservatore Romano, Gian María Vian. La decisión de Benedicto XVI (sabia, valerosa y sufrida) de revocar la excomunión que pesaba sobre los cuatro obispos consagrados en 1988 por Marcel Lefebvre es un gesto de misericordia y de paz con vistas a sanar la dolorosa fractura provocada por aquella desobediencia flagrante. Un gesto que ha sido posible por la grandeza de alma del Papa, pero también porque el Concilio Vaticano II es ya un dato perfecta y serenamente clarificado en el surco de la gran tradición católica.

Empecemos por aclarar que el levantamiento de las excomuniones no es el final del camino que debe llevar, si Dios quiere, a insertar plenamente a los miembros de la Fraternidad San Pío X en la plena comunión de la Iglesia. Se trata de una decisión que allana el camino y que responde a la petición realizada por el Superior general de la Fraternidad, Mons. Bernard Fellay, quien había escrito al Papa que "estamos siempre fervorosamente determinados en la voluntad de ser y permanecer católicos… nosotros aceptamos todas sus enseñanzas con ánimo filial, creemos firmemente en el primado de Pedro y en sus prerrogativas y por ello nos hace sufrir tanto la actual situación". A la vista de este reconocimiento y tras largos y pacientes coloquios que han tomado en cuenta la situación real en el seno de la Fraternidad, Benedicto XVI ha decidido dar este paso, con el deseo explícito de que sea seguido "por la solícita realización de la plena comunión con la Iglesia de toda la Fraternidad San Pío X, testimoniando así auténtica fidelidad y un verdadero reconocimiento del Magisterio y de la autoridad del Papa, con la prueba de la unidad visible".

Previamente a esta decisión, el Papa había realizado una paciente tarea para clarificar malentendidos. En primer lugar, ha dejado claro que el Concilio Vaticano II no puede ser interpretado en una lógica de discontinuidad y ruptura que lo aislaría del flujo de la Tradición, sino en la lógica de la renovación de la Iglesia, siempre fiel a su origen y al mismo tiempo abierta al futuro. Una consecuencia de esto ha sido la liberalización de la forma extraordinaria del único rito romano, que permite el uso del Misal de San Pío V, reformado en 1962 por el beato Juan XXIII. No hay lugar por tanto a ninguna ruptura de la Tradición, del mismo modo que la Iglesia, como cuerpo vivo guiado por el Espíritu del Señor, jamás se fosiliza en sus formas y en sus expresiones. Las nieblas que de buena fe podía enturbiar la mirada de los miembros de la Fraternidad San Pío X han quedado por tanto despejadas. Ahora queda esperar que estos manifiesten sin fisuras su plena adhesión al Magisterio de la Iglesia y a la autoridad de Benedicto XVI, que en su primer mensaje como Sumo Pontífice manifestó su "decidida voluntad de proseguir en el compromiso de aplicación del concilio Vaticano II, a ejemplo de mis predecesores y en continuidad fiel con la tradición de dos mil años de la Iglesia" consciente de que "los documentos conciliares no han perdido su actualidad con el paso de los años, al contrario, sus enseñanzas se revelan particularmente pertinentes ante las nuevas instancias de la Iglesia y de la actual sociedad globalizada".

Es éste un momento de alegría para toda la Iglesia, aunque haya quien parezca triste o enfadado. Resultan especialmente absurdas las protestas de quienes invocan la misma magnanimidad para los representantes del "ala izquierda", los Küng, Boff, Curran, etc… En primer lugar, sobre estas personas jamás ha pesado una sanción tan extremadamente dura como la excomunión, y por otra parte estamos a la espera de la gozosa noticia de que desean permanecer plenamente católicos, fieles al magisterio de la autoridad del Papa. Una simple misiva con ese reconocimiento y su situación empezaría a cambiar. Pero aparte de esas intempestivas protestas, tampoco podemos echar las campanas al vuelo. Como bien dice Vittorio Messori en una entrevista concedida al hilo de la noticia, "las dificultades, más que teológicas, son de naturaleza filosófica y política…. lo que separa a los lefebvrianos de Roma no es sobre todo la misa en latín o el decreto sobre la libertad religiosa del Vaticano II, sino ese entramado político-religioso (la revolución, la nostalgia monárquica, el galicanismo, el jansenismo y las leyes religiosas de Pétain) que está detrás de la experiencia nacida con Marcel Lefebvre". Hasta aquí la lúcida advertencia de Messori. Queda mucho por purificar y aclarar hasta que podamos alegrarnos con la plena comunión de estos hermanos, pero el paso de Benedicto XVI demuestra su grandeza como pastor de la Iglesia universal.

Una última reflexión merece la polémica colateral suscitada en el mundo judío por el hecho de que uno de los obispos de la Fraternidad, el inglés Richard Williamson, ha realizado recientemente una declaración en la que negaba las dimensiones del Holocausto. La amargura de los portavoces judíos por esa declaración es tan comprensible, como injustas sus invectivas contra el Papa alemán que pronunció aquel histórico discurso en Auswitch. La Iglesia ha dejado bien clara su postura ante la Shoá y los judíos lo saben muy bien. Que uno de los obispos lefebvrianos haya realizado una declaración ridícula y destemplada sobre el particular no empaña un milímetro esa verdad, ni puede ser un obstáculo para la magnánima decisión de Benedicto XVI. Cualquiera diría que algunos exponentes del mundo hebreo esperan detrás de cada esquina para zaherir al Papa que mejor ha comprendido en la historia la intrínseca y dramática relación que unirá a judíos y cristianos hasta el final de los tiempos. Dios quiera que veamos pronto al Papa Ratzinger en Jerusalén para sanar esta herida que algunos se empeñan en envenenar cada día.

http://iglesia.libertaddigital.com/un-gesto-de-misericordia-fruto-del-concilio-1276236137.html

Jonathan Brown, La purificacion de Goya

La purificación de Goya

JONATHAN BROWN Historiador

Jueves, 29-01-09
En el mes de mayo de 1814, el gobierno de Fernando VII, recién restaurado al Trono de España, empezó un proceso de purificación de miembros de la Casa Real de José Bonaparte, con el fin de identificar a los colaboradores con el gobierno intruso. Entre ellos estuvo Francisco de Goya, que les convenció de que era inocente. Desde hace diez años, Goya ha tenido la desgracia de ser sometido otra vez a un «tribunal de purificación», con el fin de «matar» algunos de sus cuadros más conocidos. No hace falta que me refiera al largo y detallado análisis de El Coloso, escrito por la doctora Manuela Mena y publicado por el Museo del Prado en su website, con la intención de desterrar la obra del corpus de Goya. No es mi intención sumarme a uno u otro de los bandos, sino ofrecer algunas observaciones de tipo metodológico.
El texto de la doctora Mena se divide en 16 capítulos con una extensa documentación y bibliografía. Los primeros apartados tienen que ver con la historiografía del cuadro, en los cuales ofrece algunos nuevos datos sobre la procedencia de la obra, aunque ninguno de ellos pesa sobre la cuestión de la atribución. También presenta un repaso, muy útil, de las distintas interpretaciones del cuadro, menos la más reciente, el artículo de Jesusa Vega (Revista Goya-septiembre 2008), en el que se ofreció una defensa muy importante de la atribución.
Una novedad importante es la discusión del supuesto número de inventario que habitualmente se ha citado como prueba de que el cuadro fue donado por Goya a su hijo Xavier en 1812. Parece que los cuadros que pasaron a Xavier fueron marcados con la letra «X» y el número del inventario correspondiente. Es al desligar el cuadro de esta conexión donde abre la puerta a una reconsideración de la atribución.
Los argumentos aducidos contra El Coloso por la doctora Mena tienen dos partes. La primera parte se dedica al estudio técnico (aunque echo de menos la colaboración directa de la jefa del Gabinete Técnico del Prado, doctora Carmen Garrido). Como he dicho en varias ocasiones, los datos técnicos prometen una seguridad que no pueden garantizar. Como el examen de la misma superficie de un lienzo, los datos invisibles necesitan la interpretación de los expertos, y es aquí donde la tierra empieza a temblar, porque estamos lejos de haber terminado el examen técnico de toda la obra de Goya. Así, las lecturas de los rayos-X y las muestras de los pigmentos no pueden ser sino provisionales. Desde este punto de vista, es arriesgado opinar que «Goya, sin embargo, utilizó siempre la capa de color de la preparación de la tela, rojiza generalmente, etc. (Sección 9).» En estos capítulos, la doctora Mena nos ofrece una mezcla de análisis y retórica sin distinguir entre ambos. Supongo que la táctica es acumular el mayor número de argumentos posibles para no dejar lugar a dudas porque los datos no hablan por sí mismos y no son contundentes.
En la sección dedicada al análisis estilístico (10), ocurre lo mismo. La primera meta es disminuir la destreza de El Coloso. «No se consiguió (el pintor desconocido) la definición de su anatomía y musculatura, como se ve en Goya, pintándolo con una técnica mediocre, sin grandeza ni veracidad.» Encontramos aquí otra vez el recurso a la retórica y, lo que es más importante, la suposición que Goya como pintor cambió relativamente poco a través de los 50 años de su carrera. De este modo, Mena compara El Coloso (ca. 1815.) con cuadros de épocas distintas: La familia de Carlos IV, (1800); La Pradera de San Isidro (1787) y El Prendimiento de Cristo (1798). ¿Por que no escoge, por ejemplo, las figuras secundarias del Entierro de la sardina (ca. 1812), que son más cercanas en fecha a El Coloso?
Una distinción importante a la hora de hacer o deshacer atribuciones de cuadros a Goya es la que discrimina entre sus obras encargadas y privadas. Como es conocido, la carrera de Goya sigue dos caminos paralelos. Por un lado, tenemos, por ejemplo, Goya pintor real u oficial. Aquí cabe la gran cantidad de retratos de personajes reales, de la aristocracia y los cuadros de historia (por ejemplo El Retrato de Floridablanca, El Dos de Mayo). Estos cuadros suelen ser de gran formato y están realizados con mucho cuidado, como es de esperar. El Goya «privado» es un pintor distinto. Las obras de esta índole suelen ser de dimensiones pequeñas y ejecutadas con una técnica suelta, como, por ejemplo, El Coloso, entre muchas otras. En otras palabras, las obras pequeñas pueden comprenderse como si fueran en realidad una especie de laboratorio en donde Goya se sentía libre para ensayar nuevas ideas e incluso técnicas. Relacionada con este ensayo de atribución, esta diferencia parece una cuestión tan obvia como importante.
En su estimación del Goya pintor, la doctora Mena parece seguir los criterios de Juliet Wilson-Bareau, la distinguida goyista, quien ya los ha hecho explícitos en muy distintas publicaciones. Su vision de Goya es la de un artista que nunca comete errores ni fallos artísticos. Yo le veo de un modo algo más desigual y dejo un margen más amplio cuando analizo sus cuadros. (Vid. la ficha que hice sobre La lechera en Goya´s Last Works, The Frick Collection, 2006.)
Finalmente, llegamos a la sección final, la posible atribución de El Coloso al ayudante de Goya, Asensio Juliá. Esta hipótesis se refuerza con las inciales «AJ», encontradas, como declara la doctora Mena, «en el ángulo inferior izquierdo, en una zona habitualmente rerservada a las firmas de los autores» Es ésta una exageración, por cierto, porque no hay un lugar fijo para la firma de un pintor. Claro que es un detalle, pero no resulta carente de significado para entender la táctica de la doctora Mena. Toda esta sección, como la autora reconoce, es especulativa hasta que conozcamos mejor la vida y obra de Juliá.
La composición y la iconografía de El Coloso son francamente geniales. Las reglas del juego (o mejor dicho, la responsabilidad profesional de un historiador/una historiadora de arte) exigen que, al quitar un cuadro canónico del corpus de un gran pintor, se cumpla con la obligación de identificar quién sería capaz de haber ejecutado la obra. Como dice la doctora Mena, todavía tenemos delante de nosostros el reto de estudiar las carreras de los ayudantes, seguidores e imitadores del gran maestro. Hasta que ese día llegue, es más prudente esperar antes de descatalogar una obra importante de un maestro importante.
Lo malo es que parece que hemos terminado donde empezamos, con dudas no resueltas -la ciencia de las atribuciones debería ser más bien llamada la religion de las atribuciones-. Sin embargo, agradecemos a la doctora Mena por ofrecernos una explicación exhaustiva de su opinion negativa de la atribución de El Coloso a Francisco de Goya. Ahora, ¡comencemos de nuevo el debate!

http://www.abc.es/20090129/opinion-tercera/purificacion-goya-20090129.html

Jose Melendez, Preguntas sin respuesta

jueves 29 de enero de 2009
Preguntas sin respuesta

José Meléndez

N O se descubre el Mediterráneo si se dice que José Luis Rodríguez Zapatero tiene un pico de oro. Su pala para desenterrar los muertos de la Memoria Histórica está hecha del sucio y amargo material del rencor, pero su pico despide destellos de un falso metal precioso que ciega a los incautos y entusiasma a los incondicionales. Por eso tiene una incontenible tendencia jacobina de hurtarse a las polémicas en sede parlamentaria y prefiere explayarse en los mítines, donde al calor de los suyos va desgranando todo lo que puede considerarse las “perlas” de su `proyecto político o en este programa que Lorenzo Milá se trajo bajo el brazo (tengo dicho que siempre hay un Milá para un gobierno socialista) para que, cuando hay un momento verdaderamente importante, el jefe pueda contestar con esas alambicadas, almibaradas y enrevesadas respuestas que pasan ante un auditorio que ni tiene el privilegio de réplica, ni los datos que se manejan en un pleno parlamentario para demostrar que el preguntado no dice la verdad en su contestación.

Los esfuerzos de Lorenzo Milá por darle al programa la frescura de la improvisación, contrastaban con su frecuentes viajes a su atril para consultar datos y los movimientos del presidente estaban estudiados, desde su atuendo hasta el hecho de que el primer saludo al público que lo había asaeteado durante hora y media fuera para la chica con síndrome de Down, quien le había reprochado que entre los funcionarios del Congreso no hubiera ni un paciente del síndrome. Y, por cierto, se equivocó, porque si hay uno, pero para desgracia del PSOE está empleado por el PP.

Naturalmente, la inmensa mayoría de las preguntas del programa versaron sobre la crisis económica y sobre las cifras del paro que sobrepasan ya los tres millones doscientas mil personas sin empleo, dos síntomas lo suficientemente importantes como para diagnosticar que una nación que los padece está gravemente enferma. Pero el diagnóstico del presidente nada tuvo que ver con la realidad. El hombre que ocultó la crisis desde sus comienzos porque estaba en campaña electoral y la fue calificando sucesivamente de “desaceleración”, “enfriamiento pasajero” y “turbulencia financiera” dio otra gran prueba de su invectiva y etiquetó la crisis actual como “un paréntesis duro y difícil, pero paréntesis al fin”. Genio y figura. Y cuando le preguntaron si ha cesado a los 600 asesores que no le advirtieron de lo que se nos venía encima, negó la mayor diciendo que solo tiene 77 asesores –lo que no es cierto- y que estos fueron los que llevaron a crear en su primer mandato dos millones setecientos mil empleos, lo que en estos momentos trágicos equivale a decir que España es grande porque en los dominios de Felipe II no se ponía el sol.

Las consecuencias que se sacan de la hora y media en que Zapatero estuvo sometido al bombardeo de preguntas y en la que varias veces se vio acorralado por la fuerza de los reproches, es que en las horas mas difíciles de sus cinco años largos de mandato y ante la mayor crisis económica y financiera de los últimos cincuenta años, no tiene una línea de actuación definida ni una política encaminada a sentar las estructuras necesarias para que ese futuro al que se agarra como una tabla de salvación pueda tener éxito como recuperación del desastre. Había preparado concienzudamente el programa, pero pronto se vio desarbolado por la realidad de la calle, llevada al plató por unos interlocutores que son parte del pueblo que sufre los errores de la política del gobierno y que sentían en sus propias carnes las consecuencias de esos errores. Ante eso, que se salía del guión preparado por su entorno cobista y protector en el que se ha movido hasta ahora, Zapatero optó por el método más drástico, la negación de los hechos. Negó todo lo que le reprochaban, poniendo así un peso mas en la barquichuela en la que se está hundiendo la confianza que debe generar todo jefe de gobierno. Y volvió a mentir con descaro e irresponsabilidad, porque negar que el nunca prometió el pleno empleo, cuando hay constancia de ello en su programa electoral y en el último discurso sobre el estado de la nación es tan burdo como llamar cava a la sidra. Y asegurar que él no permaneció sentado ante el paso de la bandera de Estados Unidos, sino ante las tropas de los países que estaban en la guerra de Irak y que también fueron al desfile es otra mentira que trata de arreglar el problema de sillas que todavía tiene con la administración norteamericana, porque el mantener caliente la suya en el desfile le ha costado volverse loco implorando una silla en la cumbre económica de Washington del año pasado y fue Nicolás Sarkozy quien le prestó una de las dos que tenía Francia. Su contestación a la pregunta de cuantos civiles palestinos habrían matado las armas españolas vendidas a Israel también fue de aurora boreal, porque solo reconoció un millón de euros de esas ventas, cuando suman millón y medio y dio a entender que no eran armas de uso militar, cuando el 95 por ciento de los pedidos fueron hechos por el ejército israelí, omitiendo de paso que España es el octavo país exportador de armas en el mundo.

Un jefe de gobierno que se enfrenta a una de las mayores crisis económicas de la historia moderna de España, no puede presentarse en directo ante un público que le pide explicaciones con el solo bagaje de las negaciones y las respuestas surrealistas, como la que dio a un jubilado que quería saber cómo garantizará el gobierno que el dinero que dio a los bancos llegará a las familias y a las pymes. Zapatero aseguró que “no hemos dado ni un euro a la banca. No hemos regalado dinero, sino que hemos garantizado a los bancos y voy a apremiarles para que den créditos”. Otra mentira, porque cuando anunció esa medida hace dos meses la vendió como la fórmula ideal para que los bancos concedan créditos, pero la realidad es que los bancos han recibido desde entonces 14.000 millones de euros y los créditos siguen sin concederse. Y volvió a su receta engañosa de pedirle un esfuerzo a todos y recomendar a los que todavía conservan su empleo que compren productos españoles, secundando así la idea de su ministro de Industria, el inefable Miguel Sebastián que nos prometió regalar a cada familia dos bombillas de bajo consumo y todavía las estamos esperando.

Ante el panorama que nos ofreció la televisión de un líder lleno de palabras biensonantes, pero vacío de ideas y sobrado de audacia para mentir sin mover ni una de sus famosas dejas, no nos queda más que resignarnos a que este “duro y difícil paréntesis” pase lo más pronto posible y que, mientras tanto, Dios nos coja confesados, con permiso de ese esperpéntico anuncio de un autobús urbano.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5032

¿Por qué el Gobierno lo supo antes que nadie?

29-I-2009
¿Por qué el Gobierno lo supo antes que nadie?
¿Por qué la ministra supo el fallo antes que nadie y por qué lo mantuvo en secreto durante más de 48 horas? ¿Por qué ha mentido posteriormente? ¿Quién filtró la sentencia al Gobierno y por qué lo hizo?

Ni 50.000 objeciones –caso único en la historia de la educación española–, ni 1.594 recursos, ni 263 resoluciones contrarias a Educación para la Ciudadanía han sido suficientes. El Tribunal Supremo se ha pronunciado con un inusual retraso sobre la polémica asignatura invalidando de plano la objeción a la misma. En líneas generales, lo que el Alto Tribunal ha dispuesto es la obligatoriedad de cursar esa materia para todos los alumnos de España, sin distinción de Comunidad Autónoma ni de centro de enseñanza, y la resolución –aparentemente firme– de evitar el adoctrinamiento a través de la asignatura. No obstante, al dictado del Supremo le queda aún recorrido: una sentencia que se promete larga y que tratará sobre la espinosa cuestión de los contenidos.
Los padres objetores y todos aquellos que se han opuesto públicamente a la mal llamada Educación para la Ciudadanía tienen por delante un recorrido judicial nada despreciable. Por de pronto, los promotores de la objeción, responsables a su vez de llevar el caso hasta el Supremo, han asegurado que continuarán por el Tribunal Constitucional y por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. La victoria sin paliativos que ya pregonan a voz en grito los medios de comunicación adictos al Gobierno no ha sido tal. Del Supremo puede salir muy podada en contenidos y cabe la posibilidad de que no traspase el umbral del Constitucional. Pero lo importante es la propaganda y crear la impresión de que se han salido con la suya. En esto, por descontado, son consumados expertos.

Dejando a un lado el anormal entusiasmo de los palmeros habituales de Zapatero, que se han entregado con la fe del converso a la causa de esta asignatura, el que ha quedado en evidencia ha sido el propio Gobierno convertido, una vez más, en juez y parte, de su propio delirio educativo. Se esperaba el fallo para el pasado lunes pero, por causas desconocidas, no se ha hecho público hasta dos días después. Cuando decimos que no se ha hecho público nos referimos a todos los españoles que no forman parte del Ejecutivo que, según parece desprenderse de los acontecimientos, estaba enterado de la sentencia desde, al menos, el lunes pasado.

En el estilo arrogante y chapucero que ya es marca de la casa, la ministra de Educación ha anunciado el fallo del Supremo recordando que un comunicado más elaborado sobre el tema se encontraba disponible en la popular página web de vídeos en línea Youtube. La sorpresa ha llegado cuando la redacción de este diario ha descubierto que ese vídeo-comunicado fue publicado hace más de dos días, el lunes por la mañana exactamente. Comparando el atuendo de la ministra en ambas comparecencias y tras un par de llamadas al Ministerio, la conclusión más probable es que el Ejecutivo conocía la sentencia como muy tarde el lunes y ha mantenido una ficción hasta el día en que el Supremo ha decidido darla a conocer.

Partiendo de que la división de poderes es ya pura fábula en España, cabe hacerse ciertas preguntas que el Gobierno debería contestar inmediatamente. ¿Por qué la ministra supo el fallo antes que nadie y por qué lo mantuvo en secreto durante más de 48 horas? ¿Por qué ha mentido posteriormente? ¿Quién filtró la sentencia al Gobierno y por qué lo hizo? ¿Es ésta la primera aplicación práctica de la Educación para la Ciudadanía, asignatura cuya piedra filosofal es el imperio de lo político sobre todas las cosas? ¿Hemos de resignarnos a esto?

http://www.libertaddigital.com/opinion/editorial/epc-por-que-el-gobierno-lo-supo-antes-que-nadie-47521/

miércoles, enero 28, 2009

Hermann Tertsch, Fascistas como el busto

Fascista como el busto

HERMANN TERTSCH

Miércoles, 28-01-09
Estoy realmente conmovido ante la heroicidad de mis conciudadanos. Su valentía emociona. Han logrado despojar a Francisco Franco de la presidencia de honor de la Diputación de Lugo. Cuando todavía no se han cumplido los 34 años de su muerte, políticos de inmenso arrojo han desposeído al dictador de este cargo usurpado. Lo dicho, coraje es coraje. Ya sabía yo que íbamos a entrar en esta escalada de la resistencia y del desafío frente al miedo. Desde que un ayuntamiento catalán de cuyo nombre no me acuerdo puso un busto del dictador en su sala de plenos y animó a la ciudadanía a que se pasara por allí a abofetearlo o insultarlo. ¡Denle una colleja al dictador fascista! Y allá acudieron los luchadores por la libertad a hacer cola en su revuelta contra el fascismo!
No sé lo que se gastaron en buscar para comprar un busto de Franco o si lo alquilaron. Quizás tuvieran un artista local que, con un molde añejo, creara el rostro al que abofetear en esta gran actuación de los insurgentes. Sé tan poco de ese gasto presupuestario de escultura, traslado y convocatoria al acto antifascista como del destino del millón y medio de euros que el ayuntamiento de San Boix había destinado hace dos años a remodelar su polideportivo. Allí murieron el pasado fin de semana cuatro niños. ¿Dónde rayos quedaron los euros de aquel presupuesto? ¿Lo va a explicar de una puñetera vez alguien? ¿Por qué esta partida destinada a evitar un riesgo manifiesto fue a parar a otra parte? ¿Cuántas exposiciones contra el Franco difunto y la miserable lengua española ha organizado la Diputación de Barcelona? ¿Habrían podido las instituciones catalanas financiar con el tuneado del coche del jardinero presidente del Parlamento Catalán, Benach, unas vigas sólidas para este polideportivo? Ya sé que soy un puñetero demagogo. Sean héroes. Abofetéenme como al busto.

http://www.abc.es/20090128/opinion-firmas/fascista-como-busto-20090128.html

Antonio Burgos, Tengo un cabreo para usted

Tengo un cabreo para usted

ANTONIO BURGOS

Miércoles, 28-01-09
SI la economía es un estado de ánimo, la crisis es un estado de cabreo. Generalizado. Y televisado en directo. La comparecencia de ZP en el programa de preguntas del respetable de TVE me confortó el ánimo.
-Esas preguntas donde tenía que responderlas es en el Congreso de los Diputados, con la oposición dándole la réplica y no con el hermano de Mercedes Milá haciéndole la pelota y callando la boca a la gente, mosqueada porque no respondió una sola pregunta por derecho.
Por descontado. Pero algo es algo. Principio quieren las cosas. Conforme los invitados se iban levantando a preguntar, a mí se me iba levantando el ánimo. ¿A que no va a ser verdad lo del No Passsssa Nada que repetir suelo? Aquí está empezando a Passsssar Algo. Aquí, de momento, la gente anda con un cabreo que no se tiene, a juzgar por los botones de la muestra televisiva. La lluvia fina de la crisis ha llegado a calar el alma de quienes la sufren. Lo resumió todo la señora que se levantó y dijo:
-Estoy en el paro y no tengo ninguna pregunta para usted. Así que a ver qué respuesta tiene usted para mí.
Ninguna. La respuesta fue como los moros de Queipo de Llano otra vez, pero montados en el camión de la inversión pública y dando vueltas por el plató, repitiendo muchas veces una mentira para convertirla en verdad. Anda que no repitió veces que van a hacer 31.000 obras con el plan mediante el cual los ayuntamientos van a tirar a la calle 8.000 millones de déficit público en cafeterías para los polideportivos y césped artificial para los campos de fulbito. Por muchas veces que repitiera que van a hacer 31.000 obras públicas, la cifra de parados no hay quien la rebaje. Esas 31.000 obras son pan para hoy y hambre para mañana porque tales inversiones no buscan la creación de empleo: buscan los cartelones demagógicos para el mantenimiento del voto. Y ahí, ahí es donde el programa fue una radiografía del cabreo nacional, la mejor encuesta del CIS. ZP hace mucho tiempo que le perdió el respeto a los españoles, pero ahora parece que los españoles han empezado a perderle el respeto a él. Ya le dan con los 600 asesores en toda la cara. Que no son 600 asesores, sino 77. De los que lo menos sobran 70. No lo preguntó nadie, pero si aquí todo el mundo presenta un ERE, ¿para cuando un ERE en la inflación de cargos de confianza absolutamente prescindibles en la Administración?
Y aparte de contemplar los muros de la patria mía del cabreo nacional, pudimos asistir en vivo y en directo al mejor recital de cinismo que nunca ofreció este artista del género. La mejor demostración de su tintorería política en el arte de hacer de lo blanco, negro: «Lutos en 24 horas». Él nunca negó la crisis. Nunca prometió el pleno empleo. El Gobierno no usa carísimos coches extranjeros. Las armas que vende España a Israel no matan; y si matan, matan muy poquito, casi nada, porque son armas de la fábrica de la guerra de Gila, y no como las bombas de racimo que tiran los fanfarrones. Y sigan aguantando la risa, pero él nunca se quedó sentado al paso alegre de la bandera de Estados Unidos. Entre otras cosas porque los Estados Unidos son ahora los buenos de la película. Verá usted lo que pasó: estaban desfilando las tropas de los amiguitos de Aznar, nuestros socios de la guerra de Irak, los del triquitraque con tomate, y ante ésos fue los que yo no me levanté, ¿pero ante la bandera americana? Si no hay nada que me guste más que una bandera americana y más ahora, que la lleva Obama, que es de los nuestros, socialdemócrata de toda la vida. Y consuman: consumid, malditos. Aunque estén ustedes tiesos como la mojama que rima con Obama y en el paro, consuman lo que sea. ¿Cómo? Ah, cómanse el estado de ánimo mismo. Como dijo el autónomo mallorquín de la construcción: «Usted habla muy bien, ¿pero qué hago yo para dar de comer a mis hijos? Con un tercio de lo que gana usted (89.000 euros) yo mantengo a mi familia».
Terrible, pero real como la vida misma. El único que aparecía fuera de la realidad era el presidente. No fue «Tengo una pregunta para usted». Fue «Tengo un cabreo para usted». Del que no me va a sacar su palabrería de sacamuelas, por mucho cinismo que derroche en sus floridas negaciones de la realidad, según le han aconsejado sus 600, perdón, sus 77 asesores. Que ya son asesores, usted...

http://www.abc.es/20090128/opinion-firmas/tengo-cabreo-para-usted-20090128.html