sabado 30 de junio de 2007
Ante el debate
¿Cómo está la nación?
Nos ha convertido a los españoles en individuos tan pacifistas que hasta cuando asesinan a nuestros soldados mediante el expediente pacífico del coche bomba, seguimos negando la mera posibilidad de que España haya enviado tropas a un escenario de guerra.
Pablo Molina
Antes de responder a la cuestión que da título a esta columna es preciso determinar a qué nación nos referimos. Es más, como el presidente por accidente tiene un concepto más que nebuloso de algunas cuestiones elementales como sujeto de soberanía, patria o Estado, convendría que antes del debate sobre el estado de... lo que sea, se reuniera con Rajoy para dilucidar si "nación" es un concepto válido en política y, sobre todo, si España se incluye en esta categoría, porque estar un día y medio discutiendo sobre la situación actual de algo que no existe se me antoja una gran gilipollez. A los portavoces del resto de partidos políticos no hace falta preguntarles, pues su opinión al respecto es harto conocida.
Mas hagamos un esfuerzo mental y, a despecho de las dudas metódicas del presidente, supongamos que España es una nación. ¿Cómo está la criatura a falta de ocho meses para que concluya la era zapateril? Hombre, hay opiniones, pero resulta difícil negar algunos hechos que han barnizado este primer mandato de Zapatero de una gracia especial.
En el asunto del terrorismo, a pesar de que ZP prometió que cada vez estaríamos mejor, resulta que estamos bastante peor que cuando él empezó a gobernar. Sus intentos de acabar con la violencia sin utilizar la menor dosis de prudencia política que una cuestión tan grave aconseja, han conseguido que los terroristas den por periclitado el supuesto alto el fuego con que le engañaron y sigan exigiendo exactamente lo mismo que hace treinta años, pero ahora desde dentro de las instituciones y cobrando del erario público. Lo que se dice un exitazo.
En el próximo debate sobre el estado de la Nación, Zapatero recitará de nuevo su letanía de grandes logros, basada fundamentalmente en el aumento de los "derechos de ciudadanía", como gusta definir a la Ley Zerolo con su habitual dosis de pusilanimidad. En política exterior los éxitos se suceden ininterrumpidos desde que Zapatero descubrió que los líderes de futuro con los que hay que mantener una relación más estrecha son Castro y Chávez. Aún no nos han echado a gorrazos de ninguna cumbre internacional de países serios, pero todo se andará.
Y la paz. ¡Ah, la paz! Ahí si que no hay manera de negar a ZP un éxito rutilante. Nos ha convertido a los españoles en individuos tan pacifistas que hasta cuando asesinan a nuestros soldados mediante el expediente pacífico del coche bomba, seguimos negando la mera posibilidad de que España haya enviado tropas a un escenario de guerra.Y así con todas las demás cuestiones, con la recuperación de la (selectiva) memoria histórica en lugar preeminente de este festival hipócrita. Pero como a la mayoría de la gente lo que le va es el talante y el buen rollito, no es de prever una catástrofe parlamentaria para el PSOE en el debate de la semana próxima. Y es que eso de confrontar los discursos con la realidad y extraer conclusiones válidas es cosa de fachas. Gente irrecuperable para el progreso.
Pablo Molina es miembro del Instituto Juan de Mariana.
Nota: El autor autoriza a todo aquel que quiera hacerlo, incluidas las empresas de press-clipping, a reproducir este artículo, con la condición de que se cite a Libertad Digital como sitio original de publicación. Además, niega a la FAPE o cualquier otra entidad la autoridad para cobrar a las citadas compañías o cualquier otra persona o entidad por dichas reproducciones.
viernes, junio 29, 2007
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