viernes 29 de junio de 2007
ZETAPAÑA. NACIONES PARA TODOS
Hasta aquí llegó la riada del talante
Por Pablo Molina
La mayor virtud que cabe atribuir a ZP desde que llegó por accidente a la presidencia del Gobierno es la de haber contribuido a revitalizar el género del ensayo político en las letras españolas. Pocas veces un gobernante ha suscitado un interés tan notable entre los analistas, como lo demuestra la docena larga libros dedicados al personaje y su circunstancia.
En esta tesitura, el libro de Javier Orrico Zetapaña. Naciones para todos podría ser considerado por el lector despistado como un título más a la menor gloria de Zapatero. No es así. Nos encontramos con el estudio definitivo para entender en toda su magnitud el fenómeno Zapatero y las consecuencias que su llegada a La Moncloa va a acarrear, está acarreando ya de hecho, para la nación española y la libertad de sus ciudadanos.
Javier Orrico ya avisó de sus intenciones con su anterior trabajo, La enseñanza destruida, que se ha convertido en el título de referencia esencial para entender la catástrofe educativa instaurada por los Gobiernos progresistas, sus consecuencias y sus culpables, con nombres y apellidos. Esta diatriba monumental contra la Logse y sus secuelas es el acta de acusación, formal y definitiva, contra los responsables de la depauperación de la educación pública, que en poco más de una década pasó de instrumento para la formación intelectual y humana de los niños a herramienta de adocenamiento colectivo, convirtiéndose de paso en una vía eficaz para la promoción profesional de los más ineptos y sectarios, con la única condición de que se sometieran al dictado permanente de la dictadura pedagógica.
A Orrico, como maestro vocacional, le duele la educación. Como ciudadano libre, le duele España. O Expaña. O Zetapaña, que vaya usted a saber lo que somos actualmente. La idea central que permea todo este libro es que sin nación no hay libertad. Libertad individual, no el florilegio de libertades colectivas y derechos grupales con que el progresismo camufla su proyecto totalitario.
Pero es que, además de sufrir la mengua constante de nuestro derecho a la libertad como individuos (el aplastamiento de la educación es el ariete principal en esta operación masiva, pues para ser libre un ciudadano tiene que poseer un instrumental analítico básico que le permita interpretar la realidad), los constantes vaivenes de la primera legislatura de ZP en su tarea de refundación histórica han provocado la increíble situación de que los ciudadanos de un mismo país disfruten de más o menos derechos según el lugar donde elijan vivir.
El proyecto político de las nacioncitas periféricas (de sus elites nacionalistas al menos, aunque el mal ya está demasiado extendido), como explica muy bien este libro, no es otro que someter el resto de territorios españoles a un régimen de vasallaje económico que les permita seguir usufructuando su condición de regiones privilegiadas, en detrimento del principio de igualdad que informa la acción política de toda nación moralmente sana.
Hasta la llegada de ZP al poder, el impulso asimétrico fue más o menos contenido, supeditado a la aritmética de las mayorías en las Cortes españolas. Con él en La Moncloa, toda región con aspiraciones independentistas (pero conservando intactas las mangueras proveedoras del maná estatal) tiene al frente del Gobierno a su principal valedor. La libertad, la igualdad y la fraternidad invocadas por los revolucionarios franceses, destruidas a conciencia por quien se declara su heredero intelectual.
Tampoco la herencia política de la II República, convertida por el interesado en el eje principal de su pensamiento, sirve a ZP para promover en su país mayores dosis de bienestar y concordia. En lugar de reivindicar los valores republicanos de los sectores moderados, el PSOE de Zapatero prefiere asumir como propio el extremismo sectario de quienes destruyeron el régimen desde dentro. Con este discurso, las terminales mediáticas del Gobierno exacerban continuamente unos odios que debieron quedar encerrados "bajo siete llaves" durante la Transición. Lo peor de nuestros años 30, actualizado en la España del siglo XXI como fundamento vertebrador de la política del Gobierno, mientras su titular continúa repartiendo sonrisas bobas a quien quiera seguir engañado. Esto es lo que el talante dio de sí, si es que alguna vez existió.
Especialmente destacable es el capítulo dedicado al terrorismo. El autor conoce de primera mano el "problema vasco", y denuncia con toda energía el proceso de envilecimiento de una sociedad como la vasca, ante cuyos dirigentes políticos no parece tener ZP la menor intención de dejar de rendirse cada vez que se lo exijan. Frente a esta claudicación colectiva, a la que no son ajenos los dos grandes partidos nacionales, por su tradición de hacer concesiones a quienes sabían que jamás iban a aceptar el sistema, Orrico dedica otro capítulo al análisis del resurgimiento de la sociedad civil española, que, encabezada por las asociaciones de víctimas del terrorismo, ha escrito algunas de las páginas más bellas en defensa del decoro nacional.
Pasearse por las páginas de este libro es hacerlo por unas de las más negras de nuestra historia reciente. Triste singladura, pero necesaria para los lectores que no han renunciado a pensar por sí mismos y que aún consideran que el proyecto de una nación unida, solidaria y moderna sigue teniendo validez como aspiración de futuro.
Zetapaña, como todos los trabajos de este autor, está escrito en una prosa amena y extraordinariamente elegante. Es que Javier Orrico es poeta. Así cualquiera.
JAVIER ORRICO: ZETAPAÑA. NACIONES PARA TODOS. Sekotia (Madrid), 2007, 230 páginas. Prólogo de HORACIO VÁZQUEZ-RIAL.
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