viernes 29 de junio de 2007
FILOSOFÍA
La Ética de Spinoza
Por Agapito Maestre
Esta edición de la obra magna de Spinoza es todo un acontecimiento en el ámbito de la filosofía en lengua española. El convencimiento de que la vida y la filosofía de Spinoza son inseparables es la coincidencia feliz de sus responsables. Ésta quizá sea la principal razón que convierta a la edición de Tecnos en una referencia intelectual imprescindible a la hora de leer y estudiar a un filósofo esencial.
Vidal Peña y Gabriel Albiac, dos especialistas ejemplares en Spinoza, han anotado la principal obra de este autor, que es uno de los paradigmas de la filosofía de todos los tiempos. La ayuda que ofrecen estas notas, en el caso de Albiac imposibles de separar de su vida, para comprender un texto "modelo" de filosofía "abstracta, austera y difícil" es inestimable para legos y especialistas.
Por suerte, la fidelidad al texto de los comentaristas no les impide filosofar, pensar, sobre las repercusiones del pensamiento de Spinoza para el aquí y ahora. El ejercicio de actualización de la filosofía de Spinoza realizado por Albiac y Peña en sus anotaciones constituye toda una filosofía sobre el poderío de la filosofía de la inmanencia, en realidad una "teoría" materialista y atea, para el mundo actual. Continuadores de una tradición filosófica española, quizá llevada a su apogeo por Unamuno, los anotadores circunstancian la Ética en una sabiduría de salvación donde el pensamiento, la razón, está muy lejos de agotar la vida humana.
Por eso, precisamente, la crítica al racionalismo y al idealismo dominantes, desde Kant hasta hoy, a partir de Spinoza es una de las líneas maestras de esta edición. La Ética aún muestra que la psicología es metafísica, porque, como dijo la gran discípula de Unamuno, el estudio y la clasificación naturalista de las pasiones iban dirigidas hacia un saber superior sobre el hombre y su vida; era un mirar las pasiones para encontrar con ellas, como instrumento, una vida feliz, una vida en la eternidad.
Spinoza lo dice breve y bellamente: "Y acerca del alma sólo hablaremos de aquellas cosas que nos pueden llevar por la mano al conocimiento de una vida feliz". Pensamiento y vida se entrecruzan permanentemente, entre otras razones, porque tanto la vida como la filosofía de Spinoza constituyen una genial meditatio mortis, seguramente insuperable, sobre todo si dejamos aparte las filosofías genuinamente partidarias de la grandiosa idea de salvación cristiana.
Las anotaciones de Vidal Peña y Gabriel Albiac son toda una lección académica al servicio de uno de los textos más prodigiosos de la historia de la filosofía moderna y contemporánea. Estos dos espadas consiguen una faena magistral de toreo al alimón y por separado de uno de los ejemplares filosóficos más complicados.
¿Qué es exactamente lo más vivo de esta obra? Todo y nada. Dependerá de quién la lea. El materialista quizá salve todo. Por el contrario, para un racionalista nada quedará, o peor, nada será plausible del elaborado materialismo de Spinoza; por ejemplo, su teoría del lenguaje, no digamos nada de su crítica a la libertad de conciencia: es la negación de la argumentación ilustrada que considera que la razón humana necesita, dicho sea con terminología de Kant y Arendt, comunicarse con los demás y, por tanto, ser pública.
Lejos de esa posición, Spinoza, tanto en la Ética como en su Tratado teológico-político, critica ferozmente la incapacidad que tienen los hombres para ocultar sus pensamientos y callar. La necesidad de comunicación del hombre es un error común:
La experiencia nos enseña sobradamente que los hombres no tienen sobre ninguna cosa menos poder que sobre su lengua, y para nada son más impotentes que para moderar sus apetitos; de donde resulta que los más creen que sólo hacemos libremente aquello que apetecemos escasamente (…) Así pues, quienes creen que hablan o callan, o hacen cualquier cosa, por libre decisión del alma, sueñan con los ojos abiertos.
Por si quedara alguna duda sobre ese sutil materialismo de Spinoza, aunque mejor sería hablar de una teoría de la corporeidad, hay una nota imprescindible de Albiac para hacerse cargo, o mejor, para profundizar sobre el irracionalismo metafísico, jamás metodológico, del marrano de la razón:
Lejos de cualquier visión idílica de la libertad y de la consciencia o de palabra, Spinoza subraya (…) que el lenguaje es la primera y más inexorable trampa del imaginario humano. Y que, tras esa imaginación que cree hablar por libre decreto, se oculta la dimensión esencial de la lengua: imponer a aquel que habla las representaciones imaginarias –y, como tales, materialmente determinadas–, que tallan a la medida del sujeto que ignora su génesis.
He aquí, concluye Albiac, condensada la paradoja spinozana de la libertad en los hombres.
En fin, mientras que el racionalista contemporáneo negará toda la ética, la razón de la sin-razón, de Spinoza, el optimista actual defenderá la concepción del amor como alegría; o sea, amor es la "alegría unida al conocimiento de su causa". Por el contrario, el pesimista no dejará de recordar, por un lado, que el amor, como diría San Agustín, es mi peso, o, por otro lado, como dijeron las grandes apasionadas del siglo XIX: "Amo como hay que amar: con desesperación". Éste es otro ejemplo, otro asunto, para seguir pensando, o sea, para seguir discutiendo sobre las aportaciones del pensamiento de Spinoza para el aquí y ahora.
Pero, más allá del materialismo optimista de esta genial Ética, es obvia la actualidad de la filosofía de Spinoza. Su lectura nos atrapa. Acaso por eso sea verdad, según me sugiere Albiac, que sólo podemos hacer paradójicas anotaciones a lo perfecto. Sí es así, ahí va la mía. Está fechada en 1992, pero creo que todavía vale:
Digo que no bastan la "decisión" por la libertad ni la pura reflexión a favor de la misma. Se requiere "experimentarla". La experiencia de la libertad sólo puede realizarse en la negatividad, o mejor dicho, a partir de su opuesto. La "medida" de la libertad es una negación débilmente sustentada en un factor de difícil localización y complicada expresión: el impulso o, en términos psicoanalíticos, la pulsión de "no querer ser esclavos de lo que hay". Esta provocación, aunque se manifiesta espontáneamente, emerge después de un trabajoso esfuerzo ante la carencia de "rectitud", es decir, de compasión. Spinoza continúa, especialmente en la segunda parte de su sentencia, siendo horizonte de verdad: "Quien no se sienta impulsado a prestar ayuda a los demás ni por la razón ni por la compasión, es llamado con justicia inhumano".
BARUCH SPINOZA: ÉTICA DEMOSTRADA SEGÚN EL ORDEN GEOMÉTRICO. Tecnos (Madrid), 2007, 443 páginas.
jueves, junio 28, 2007
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