miércoles, marzo 07, 2007

Carlos Luis Rodriguez, A mi la UPG

jueves 8 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
A mí la UPG
Algunos sectores de la UPG experimentan la misma evolución que en su día tuvieron cristianos o bolcheviques. Pensemos en los seguidores de Cristo que, gracias a un edicto providencial, pasan de las catacumbas a formar parte de la corte del emperador, o en los de Lenin, primero maltratados con saña por el zarismo, y convertidos después en amos y señores del país.
En ambos casos, los que habían sido mártires se transforman muchas veces en verdugos de cualquier disidencia, y sobre todo aprovechan las penalidades del pasado para hacer de su Iglesia o partido una sociedad destinada a prestar apoyo inquebrantable a sus miembros. Ser representante de Cristo o del proletariado garantizaba un seguro a todo riesgo, sin caducidad.
Ese blindaje eclesial hace siglos que se extinguió, y los privilegios de la nomenklatura soviética acabaron con el derrumbe del régimen, pero en Galicia ha surgido algo parecido con la UPG. Hete aquí una sigla que fue sinónimo de persecución, sacrificio y tenacidad, en dura competencia represiva con los comunistas que también llevaron lo suyo durante la longa noite de pedra. Que al cabo de los años compartan el poder (el socialismo gobernante es el viejo PC reconvertido), tiene algo de justicia histórica.
La Unión do Pobo Galego adolece de ese complejo de casta intocable. Por si eso no hubiera quedado claro con la catástrofe incendiaria, que deja milagrosamente indemne a Suárez Canal y su equipo, hay un par de ejemplos más que avalan la idea. Uno está protagonizado por el propio conselleiro de Medio Rural, a causa de una sentencia del Tribunal Superior de Xustiza. Néstor Rego, el semi- o precandidato compostelano, nos proporciona la otra prueba.
La justicia falla en contra de un convenio para los trabajadores de los servicios antiincendios, con unas condiciones tan draconianas, que pocos empresarios se atreverían a proponérselas a sus empleados. Sin embargo, la protección de la sigla no sólo dejará de nuevo intacto a don Alfredo en el cargo, sino que podrá seguir presumiendo de su compromiso con las clases trabajadoras. Goza de un prestigio progresista y nacionalista contra el que nada pueden las sentencias judiciales o las protestas sindicales. Lo que luchó en el pasado le permite en el presente emular a los patronos más duros que, a partir de ahora, verán en Suárez Canal, y no en el blando Fontenla, a su líder natural.
Lo de Néstor Rego es de índole doméstica porque se refiere a la lista del BNG, pero pone al descubierto una doble moral política. Como se sabe, la candidatura de la UPG es derrotada por la asamblea santiaguesa, en parte debido a la postergación que sufre Manuel Portas, rival de Rego. Tras una breve reflexión, Rego decide apelar a su compromiso para seguir adelante, al tiempo que acusa a Portas de vanidoso por aspirar a un puesto mejor. Nunca es la ambición lo que mueve a alguien de UPG; se trata siempre de entrega, servicio, sacrificio, patriotismo. De eso a la santidad sólo hay un paso.
Quizá una de las claves para que el proceso de transformación del BNG tenga éxito sea la desacralización de la UPG. Los méritos que pueda atesorar la sigla no pueden ser utilizados para defender gestiones poco afortunadas. La mística de la lucha contra la dictadura no debiera servir para que determinados conselleiros o candidatos tengan privilegios especiales. De determinadas organizaciones opacas y vacunadas contra las críticas, se dice que son un Estado dentro del Estado. Así están actuando sectores de este partido convertido en hermandad.

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