miercoles 28 de marzo de 2007
ECONOMÍA
A propósito de la desigualdad
Por Manuel F. Ayau Cordón
China es el país en que más rápidamente se ha reducido la pobreza. El responsable ha sido la espectacular economía de mercado que ha logrado desarrollar, si bien el gigante asiático no cuenta todavía con la estructura jurídica propia del capitalismo. No obstante, la revista The Economist informa de que se está produciendo una gran controversia política debido a las grandes diferencias de ingresos entre la plétora de nuevos multimillonarios y aquellos que siguen siendo muy pobres. Una controversia alimentada por la incomprensión de la realidad económica.
Jamás se pasa de un estado de pobreza a uno de bienestar general sin desigualdad. ¿Por qué? Porque producir y distribuir riqueza son actos simultáneos: no se produce primero y se distribuye después.
Y es que la riqueza no es algo sin dueño que aparezca de repente y se pueda repartir. La riqueza se crea con unos recursos que tienen un propietario (y, claro, con el esfuerzo personal). Por eso llega primero a unos y, si no se entorpece el proceso, después alcanzará a los demás.
La desigualdad es inherente al proceso. Pero como algunos se han vuelto muy ricos mientras otros siguen siendo muy pobres, se suele decir que los pobres son pobres porque los ricos son ricos, como si la riqueza que unos lograron se la hubieran quitado a los otros. Lo cierto es que el tamaño del pastel aumentará mientras sus beneficiarios directos sean quienes lo han creado. Si en aras de la igualdad se frena el proceso de creación, habrá menos que distribuir; quienes más sufrirán entonces serán los más pobres.
En América Latina lo que prevalece es, más bien, el mercantilismo, no el capitalismo (economía de mercado). Mercantilismo y economía de mercado son sistemas opuestos. El capitalismo se caracteriza por la igualdad de todos ante la ley, por el respeto a los derechos de propiedad de las personas (por encima de lo que puedan querer los demás) y por que la justicia protege la vida y la libertad de las personas y garantiza el cumplimiento de los contratos. Todo esto resulta en una economía libre, de mercado o capitalista, basada en los derechos individuales.
Pero no confundamos libertad con oportunidad. Libertad significa que cada quien toma sus propias decisiones respecto a las oportunidades que tiene, sean éstas muchas o pocas. Ausencia de libertad significa que otros disponen de nuestro destino. Eso se llama "esclavitud" o "servidumbre", total o parcial. Las oportunidades surgen de circunstancias distintas para cada persona, lugar y tiempo.
Es una lástima que en nuestro imperfecto mundo la riqueza no alcance a todos por igual, pero lo importante es reducir la pobreza; y como esto sólo se logra mediante la desigualdad, es muy cruel insistir en la imposición de la igualdad. La realidad es que, si se aplica a todo el mundo la misma ley, el resultado será siempre desigual, pero sólo así conseguiremos que haya más ricos y menos pobres.
Para que los resultados fueran iguales habría que tratar a todo el mundo de manera desigual, compensar las ventajas de que gozan los más inteligentes, los mejor entrenados, los más esforzados. Somos distintos, física e intelectualmente, y nacemos en circunstancias distintas. La imposición de la igualdad de resultados conlleva la desigualdad ante la ley y la pobreza generalizada, y eso no es aceptable. Los chinos están comprendiendo esta realidad.
© AIPE
MANUEL F. AYAU CORDÓN, rector emérito de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala).
miércoles, marzo 28, 2007
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