jueves, marzo 29, 2007

Samuel Gregg, Censura a las raices marxistas de Sobrino

jueves 29 de marzo de 2007
TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Censura a las raíces marxistas de Sobrino
Por Samuel Gregg
La semana pasada, católicos del mundo entero experimentaron una sensación de déjà vu. En una repetición de las pugnas teológicas de los años 80, el guardián de la ortodoxia católica del Vaticano, la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió una notificación oficial informando que dos de los libros escritos por el destacado promotor vasco de la teología de la liberación, el sacerdote jesuita Jon Sobrino, contienen ideas que no se ajustan a las creencias católicas.
La reacción era predecible. Algunos comentaristas se quejaron inmediatamente de censura e invocaron la palabra "inquisición", antes de proceder a hacer las preceptivas comparaciones con el caso de Galileo. Destacados teólogos de la liberación, como el ex sacerdote Leonardo Boff, expresaron su indignación, sugiriendo que la acción de Roma contra Sobrino revitalizará el debilitado movimiento liberacionista en Latinoamérica.
En varios sentidos, Boff está en lo correcto. La teología de la liberación está ciertamente de capa caída en toda Latinoamérica. Se ha transformado de tal manera que lo que propugna la mayoría de los teólogos de la liberación es difícilmente distinguible de las causas izquierdistas y políticamente correctas. Además, a pesar de que el análisis del trabajo del Padre Sobrino ha estado formalmente en marcha durante al menos 6 años, los activistas liberacionistas del mundo entero no dejarán pasar el simbolismo de la censura de Roma de su Jesús el Liberador (1991) y de Cristo el Liberador (1999) en estas circunstancias particulares del tiempo.
Roma es mucho menos maquiavélica de lo que sus detractores afirman, pero dado que los obispos católicos latinoamericanos se reunirán en Brasil en mayo este año, la censura al Padre Sobrino envía un mensaje claro a cualquier liberacionista que intente apropiarse del evento. La ironía está en que el núcleo de la crítica de Roma al trabajo de Sobrino sólo está marginalmente relacionado con las teologías liberacionistas que produjeron tan enormes estragos en el catolicismo latinoamericano durante los años 80.
De hecho, el núcleo de la objeción de Roma atañe el tratamiento que el Padre Sobrino hace de la persona de Jesucristo, específicamente la forma en la que sus libros restan importancia a la divinidad de Cristo y lo tratan, según parece, como a cualquier otro profeta como Moisés y Isaías o, para el caso, Buda y Mahoma.
Durante los últimos quince años, la dirección de la Iglesia Católica se ha mostrado preocupada por el auge del relativismo religioso –la idea de que una religión es tan buena como cualquier otra– entre cristianos y no cristianos. La Iglesia Católica siempre ha enseñado que, a pesar de que respeta las otras religiones, la religión tiene que ver directamente con la verdad y que la plenitud de la verdad sobre Dios y el hombre se encuentra en el cristianismo ortodoxo. Leyendo la obra de muchos autodescritos como teólogos de la liberación se ve con claridad que muchos de ellos no lo creen y consideran que su misión es la "liberación" de los cristianos de algunas de las creencias más básicas de la Iglesia, especialmente en lo que concierne a las enseñanzas morales del catolicismo.
Aún con todos estos acontecimientos en la historia de la teología de la liberación, hay un elemento de continuidad entre la crítica del Padre Sobrino por Roma y su análisis de las teologías de la liberación durante los años 80. Es la influencia subyacente de ciertos supuestos marxistas sobre muchas afirmaciones liberacionistas.
En su crítica, Roma comenta que el Padre Sobrino cree que la teología sólo puede hacerse desde el punto de vista de la "Iglesia de los pobres". Por "pobres", Sobrino no tiene en mente a los "pobres" del Evangelio –esto es, cualquiera, ya sea materialmente rico o pobre, que necesite encontrar a Jesucristo– sino aquellos que sufren privaciones materiales. Para el Padre Sobrino, la "verdadera" iglesia ha de encontrarse en los que son materialmente pobres en un momento dado, en lugar de en aquellos que se adhieren a la fe católica y apostólica transmitida de generación en generacíon.
La implicación es que si uno no es materialmente pobre no puede ser parte de la Iglesia y, por tanto, parte del cuerpo de Cristo. Lo que me lleva a preguntarme por qué los teólogos de la liberación quieren entonces liberar de su pobreza a los pobres. Sería mucho más consistente para ellos desear que todos fuéramos pobres.
En pocas palabras, el Padre Sobrino aplica al catolicismo el tipo de análisis que lo reduce todo a la clase, algo normalmente asociado con el marxismo, y acaba teniendo que apoyar posiciones aparentemente en conflicto con la meta deseada. En este sentido, el caso del Padre Sobrino ilustra cómo los teólogos de la liberación siguen atrapados en el pasado. Como los Borbones en la Europa post napoleónica, no han aprendido nada y no han olvidado nada.
Satisfechos con ignorar el probado fracaso del socialismo y aparentemente incapaces de escapar las sofocantes restricciones impuestas por su adhesión al análisis neomarxista, no contribuyen en nada al avance de verdaderas soluciones a los graves problemas económicos de Latinoamérica.
Mientras tanto, los pobres de Latinoamérica siguen siendo destrozados por la corrupción, reprimidos por estructuras económicas mercantilistas y seducidos
por políticos populistas que siguen haciendo promesas imposibles de cumplir. Se merecen algo más que la reducción de Cristo en otro valiente más y el encumbramiento de la envidia como mandamiento moralmente virtuoso.
Samuel Gregg, doctorado en Filosofía por la Universidad de Oxford, es director de Investigación del Instituto Acton y autor de On Ordered Liberty (2003), A Theory of Corruption (2004), Banking, Justice and the Common Good (2005) y The Commercial Society (2007).
* Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.

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