viernes 30 de marzo de 2007
Pilar Bardem
José Meléndez
E N cualquiera de las expresiones del arte, las dinastías no son muy frecuentes, aunque tampoco escasas y siempre se agrupan en torno al brillo rutilante de un triunfador cuya senda quieren seguir sus descendientes. La saga de los Bardem comenzó con el matrimonio de un buen actor, Rafael Bardem, y una gran actriz, Matilde Muñoz Sanpedro, pero quien la dio lustre y fama fue Juan Antonio Bardem, un gran director cinematográfico que se perdió en el laberinto de su propia ideología, pero que dejó una prolífica reata de artistas que ha terminado por destacar por encima de sus dotes interpretativas, que son muchas, por su total adhesión al pensamiento político del abuelo, cosa que, por otra parte, no es nueva porque ya tenemos un caso en La Moncloa. Al frente de la saga está Pilar Bardem, una actriz con muchos años de actuaciones en cine, teatro y televisión, pero que solo en muy contadas ocasiones ha disfrutado de la aureola que rodea a una protagonista. Pilar Bardem es una buena actriz secundaria que ha logrado un indudable protagonismo por su entusiasta y constante participación en alardes contestatarios y manifestaciones antisistema, siempre que ese sistema haya sido de derechas, lo que no tiene nada que ver con las tablas o el celuloide. En lo artístico, nunca ha llegado a la calidad interpretativa de otra colega de pensamiento, como Nuria Espert, ni siquiera a la desaparecida Lola Gaos, aunque las ha superado en cuanto a dotes para la protesta. La Bardem nunca ha estado en las alturas del candelero artístico (para el “candelabro” de Sofía Mazagatos le ha faltado el imprescindible físico). Los premios que ha ganado con su arte, que no han sido muchos, los ha obtenido cuando la Academia de Cinematografía se escoró decididamente hacia la izquierda y culminó en los escándalos de los premios Goya. Pero ahora ha obtenido uno por obra y gracia de ese peculiar alcalde de San Sebastián, cuya cabeza lisa y monda parece convertirse en globo terráqueo para que pueda tener cabida el sectarismo que atesora un personaje, militante socialista según su carnet, pero nacionalista radical según su proceder. Odón Elorza ha concedido a Pilar Bardem el Premio del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián y se ha quedado tan satisfecho. Aquilatando mucho la concesión de tal premio podría decirse que se lo han otorgado por su decidida campaña a favor de los derechos humanos de los iraquíes –en la era post-Sadam y no antes, porque los cientos de miles de muertos causados por la mano de hierro de Sadan Hussein parece que se les han olvidado a la izquierda española- y los palestinos, pero eso suena a sarcasmo en un país como el nuestro en el que han caído un millar de víctimas inocentes, asesinadas por el terrorismo etarra. Se han registrado cientos de manifestaciones a favor de esas víctimas y en repulsa de sus asesinos, pero en ninguna de ellas, ni una sola, ha estado presente Pilar Bardem ni ninguno de su clan, como acaba de recordar el colectivo de víctimas del terrorismo en el País Vasco, Covite, quien, además, recuerda de paso sus simpatías por plataformas como “Ahotsak”, que pertenecen al entorno de ETA-Batasuna. Sin embargo, siempre ha estado dispuesta a protestar por la guerra de Irak, las incursiones bélicas de Israel en Palestina y la política exterior del capitalismo norteamericano y fue protagonista principal del número que montaron en el Parlamento un grupo de actores que se presentaron en la tribuna pública cuando la Comisión de Investigación trataba de los atentados de los trenes de Atocha con pegatinas y camisetas alusivas hasta que los echaron. Los Bardem, que, por número, son capaces de nutrir cualquier manifestación, nunca han protestado por los derechos humanos de los cubanos bajo la dictadura de Fidel Castro, aunque sí por el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, ni por las masacres de regímenes comunistas en Africa. Por tanto, la idea que Pilar Bardem tiene de los derechos humanos se antoja un tanto sesgada, como la decisión de Odón Elorza de concederle el premio. No se puede criticar a Pilar Bardem por recibir un premio de tal naturaleza. Las críticas las merece quien lo otorga y la decisión de Odón Elorza más bien parece un alarde más de ese nacionalismo radical vasco que aprovecha todo en su propio provecho como ocurrió cuando el parlamento autonómico vasco nombró a Josu Ternera miembro de la Comisión parlamentaria de Derechos Humanos. Y no se tome esto como una comparación, porque entre una mujer que tiene todo el derecho a pensar y actuar como quiera y un asesino convicto, aunque sea en calidad de instigador, reconvertido ahora en negociador de la tregua de ETA con el gobierno de España hay una diferencia abismal. Si menciono la circunstancia es para subrayar el estilo bravucón y rompedor del nacionalismo radical, del que Batasuna y sus secuaces están ahora dando pruebas todos los días.
viernes, marzo 30, 2007
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