martes, marzo 27, 2007

Jose Garcia Dominguez, La leccion de Irlanda del Norte

miercoles 28 de marzo de 2007
Terrorismo
La lección de Irlanda del Norte
José García Domínguez

Un Estado que se respeta a sí mismo, cuando lo que tiene delante es una banda de pistoleros, siempre gana. Siempre. Puede que tarde veinte, treinta o cuarenta años, como en el caso del Ulster, pero, al final, gana.

Sólo hay una lección que aprender del bien llamado – ése sí– proceso de paz de Irlanda del Norte: el que resiste gana. Sólo ésa. Todo lo demás es música celestial. Inglaterra ha sabido resistir; por tanto, ha ganado. Fin de la historia. Ponerse ahora a darle vueltas a la noria de las comparaciones sería ocioso, la más inútil de las pérdidas de tiempo. Pues nada cabe comparar. Los terroristas del IRA, simplemente, se han rendido. Y Tony Blair, el "gilipollas" de Tony –Bono dixit–, simplemente, no les ha concedido nada a cambio. Nada. Porque nada supone esa autonomía de la Señorita Pepys que va a regir en los seis condados, apenas un órgano administrativo local con competencias que no superarán las de Murcia o La Rioja en España. Como nada representa la excarcelación de los presos, ya que el Gobierno de Su Graciosa Majestad se ha reservado el derecho de volver a encerrarlos a todos en la trena si el IRA incumpliese las cláusulas de la capitulación.
El que resiste gana, eso es lo único a retener. Punto. Y es que un Estado que se respeta a sí mismo, cuando lo que tiene delante es una banda de pistoleros, siempre gana. Siempre. Puede que tarde veinte, treinta o cuarenta años, como en el caso del Ulster, pero, al final, gana. Y cuando gana, no cede nada. Ni tampoco antes. Porque si para ganar necesita disolver un gobierno regional una vez, lo disuelve una vez. Y si necesita disolverlo dos veces, dos veces lo disuelve. Y si tres, tres. Y si hace falta que sean cuatro las disoluciones, son cuatro; tal como ha ocurrido en Belfast. Y si un terrorista se declara en huelga de hambre, respeta su libre decisión de morir. Y si se declaran dos, dos serán los mártires de la causa. Y si tres, tres; igual que allí se hizo. Así, hasta que todos los demás terroristas comprendan lo único que han de comprender: que el que resiste gana.
Tres mil quinientos muertos puso Gerry Adams encima de la mesa antes de plegarse a firmar el Acuerdo del Viernes Santo. Tres mil quinientos. Pero quien tenía enfrente no era un feminista radical de los que invitan a la deserción en todas las batallas, sino un hombre de Estado. Un hombre que se respeta a sí mismo y que representa a un Estado que también se respeta a sí mismo. Un hombre que sabe lo único que hace falta saber: que el que resiste gana. Y ante eso, ninguna pandilla de criminales tiene nada, absolutamente nada que hacer, salvo rendirse. Ésa es la lección, la única, la que habríamos de aprender. Mas dispongámonos a escuchar la dulce música celestial que ya resuena desde todos los altavoces.

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