jueves 29 de marzo de 2007
ETA presiona a un Gobierno débil
LA detención de ocho miembros de un comando etarra es, lógicamente, una buena noticia. Nada ha cambiado en la actitud real de la banda terrorista, de manera que sólo la acción policial continuada y eficaz puede considerarse como respuesta adecuada por parte de los poderes públicos. Es significativo que fuentes del Ministerio de Interior estimen que los detenidos podrían estar preparando un atentado a corto plazo con el objetivo de presionar al Gobierno en el proceso de negociación con ETA y, en concreto, de cara a la presencia de su brazo político en las elecciones municipales. Como es notorio, éste es un asunto muy sensible para los sectores radicales, puesto que supone una decisiva fuente de financiación y un altavoz político para las reivindicaciones extremistas. En buena medida, el éxito del Pacto Antiterrorista se debió a la ilegalización de Batasuna, cuya vuelta a las instituciones -con uno o con otro nombre- es un requisito imprescindible para que los terroristas ofrezcan alguna esperanza a un Gobierno desconcertado. Las cosas están como siempre, o peor. Zapatero debería ser muy consciente del fracaso sin paliativos de su proyecto de sedicente «paz» en el País Vasco. Muy al contrario, ETA conserva toda su fuerza, y sus terminales ante la opinión pública han recuperado la energía que les faltó durante algún tiempo. No podía haber hecho peor las cosas un Ejecutivo que ha conseguido dar aire a un enemigo que sabe utilizar todas las bazas.
Por fortuna, la eficacia de las Fuerzas de Seguridad ha permitido en este caso detener a los terroristas. Sin embargo, es evidente que ETA está dispuesta a transformar su chantaje en una acción criminal para utilizar a su favor la debilidad del Gobierno. Zapatero ya no sabe qué hacer, porque equivocó la ruta desde el primer día. Es consciente de las consecuencias electorales que puede acarrear un nuevo atentado, pero tampoco encuentra alternativas a su apuesta por una falsa paz ante la falta de proyectos ilusionantes para los ciudadanos. Está atrapado en un callejón sin salida, del que sólo podría librarse volviendo al consenso antiterrorista y arrinconando para siempre y sin eufemismos un proceso que -definitivamente- le ha salido mal, lo cual era, por cierto, más que previsible para quien no esté lastrado por un absurdo optimismo voluntarista. No es fácil confiar en que el sentido de Estado oriente al presidente del Gobierno a buscar el camino adecuado en la lucha contra ETA. Sin embargo, tal vez las conveniencias partidistas le obliguen a cambiar de rumbo en esta encrucijada, ante la que se encuentra a causa de sus propios errores. Porque lo que está claro es que ETA sigue siendo la misma.
jueves, marzo 29, 2007
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