viernes 30 de marzo de 2007
Para cachondeo el de Pacheco
Miguel Ángel García Brera
S UPONGO que Pedro Pacheco, a punto de dejar de ser Teniente de Alcalde de Jerez, si se cumplen las previsiones que leo hoy, cuando redacto este artículo, será aquel célebre alcalde de la blanca ciudad gaditana que un buen día afirmó, enfática y rudamente, que “la justicia es un cachondeo”. Como, desde los 21 años llevo entre los platillos de la balanza, ejerciendo una noble profesión, que empieza a no serlo tanto por mor de su excesivo encorsetamiento en disposiciones legales al tiempo que pierde fuerza el contacto directo del abogado individual y los sentimientos éticos, morales y humanitarios que fueron históricamente los ingredientes de la vocación, para dar paso a una abogacía societaria, no voy a poder ser yo quien desmienta a Pacheco, pero si me parece que, a la vista de sus andanzas políticas, por mucho cachondeo que detecte en otras áreas del poder, ninguno resulta tan patente como el que él protagoniza en el Ayuntamiento de Jerez. Resulta que, en su día, como concejal, pactó con el PP y fue encargado del Urbanismo y, como quiera que el PP lo cesó en ese cargo, cambio de pacto para hacerlo con el PSOE, y dio lugar a que entrara nueva alcaldesa, esta vez del PSOE, que le volvió a encargar del Urbanismo, y, ahora manifiesta que se ve obligada a romper el pacto, dada la deslealtad de tan inquieto tránsfuga, a quien parece que, al margen de la ideología de quien gobierne, lo que le apasiona es dirigir el urbanismo local. El ejercicio de la jurisdicción, desde luego, adolece, no sin magníficas excepciones que permiten conservar la esperanza, de un cierto cachondeo, del que, una vez más, tienen la culpa los políticos. Mientras la Judicatura y la Fiscalía se movieron, al margen de la política, sin perjuicio de las ideas que al respecto tuviera cada juez, el cachondeo no pasó de la anécdota de un magistrado vestido de mosquetero en una vista o de la categoría de un par de jueces venales que concedían la libertad por dinero, o por lo que fuera, a un capo de la droga, o extorsionaban a los empresarios en combinación con algún letrado corrupto. Sin embargo, divididos los jueces en tantos bandos como partidos políticos y disfrutando esos partidos a través de su poder en el Legislativo, o en el Ejecutivo, de la posibilidad de beneficiar a los conmilitones, incluyendo el mismo acceso a la Judicatura por el cuarto turno, está claro que se corre el riesgo de que el cachondeo se extienda. De igual modo sucede con el hecho de que el Ministerio Fiscal, ya no por presión o por interés en servir al partido de las propias ideas, sino también porque la Ley así lo determina, se vea obligado a decidir sus acciones al hilo de las instrucciones que de “arriba” reciba. El caso Otegui es paradigmático de hasta dónde puede llevarnos la actual situación. He oído al Ministro de Justicia esta misma mañana del lunes que, presentada la querella, hace varios años, por el Ministerio Fiscal, un juez instructor la desestimó. El Fiscal recurrió y la Sala acordó seguir la instrucción, de la que se desprendió una acusación contra Otegui y dos correos. A uno, cuando iba a ser juzgado, se le retiro por el Fiscal la acusación y siguió la cosa contra Otegui, hasta que también ahora el Fiscal le ha retirado los cargos y se ha producido la absolución de una Sala, a la que parece disgustar haberse vistos obligada a absolver y, en lugar de ejercer una de las principales virtudes del magistrado – la de las discreción – se ha expresado en términos innecesarios sobre la decisión que tomaba. Claro que el Fiscal ya había metido antes la pata – y perdóneseme la frase dicha sin animus injuriandi alguno – asegurando que, si la Sala señalaba fecha para el juicio anterior a las elecciones, él retiraría la acusación. Conviene saber que mientras el Fiscal fue quien presentó la querella inicial y recurrió el archivo del primer juez instructor, en España gobernaba. y mandaba en el Ministerio Fiscal, -como ahora manda el PSOE-, el partido en el Gobierno, que era entonces el PP y que siempre ha sido partidario de aplicar a Otegui el Código Penal; y hay que recordar que, cuando el Fiscal ha decidido retirar la acusación, es ya otro partido el que ejerce el Poder. En definitiva, nuestro Poder Judicial se resiente gravemente de la politización en nuestro sistema democrático donde la división de Montesquieu está bajo mínimos y, por otra parte, la inseguridad de los ciudadanos frente al antemural que, como decía Von Liszt, supone el Código Penal, es muy grande y peligrosa, porque va a depender mucho de que un Gobierno cambie, el que un Fiscal te persiga o retire su acusación, cuando lo lógico sería disponer de una Fiscalía que dependiera del pueblo y fuera totalmente independiente, sin perjuicio de estar también sometida a la ley. El caso es que algo parecido, he oído decir al Ministro de Justicia que pretende hacer, pero aunque haya sido sincero, como creo, estoy convencido de que no le van a dejar que saque al Fiscal General de la órbita del Ejecutivo. Por otro lado, habría que devolver a algunos jueces una moral de independencia absoluta, incluso frente a sus propias ideas, para no dejarse llevar por ellas, sino por la imparcialidad en la interpretación de la ley vigente. Para que sus ideas sean las que informen la legislación, ya están los políticos de su misma cuerda, que han de intentar llevarlas al Legislativo ganando las elecciones oportunas. Mientras no sea así, los jueces deben ser intérpretes indiferentes y no colegisladores al modificar la ley con sentencias dictadas a su gusto. Cambio de tercio. La otra noche vi. “Cambio Radical”, en diferentes momentos, porque el programa es un verdadero “tostón” a no ser para seres muy entrometidos o para quienes sufran una deformación que les haga interesarse por lo que la cirugía les ofrece. Al día siguiente leí las polémicas alrededor de esa presentación pública de personas que necesitaban que los médicos estetas les echaran una manita. El Defensor del Paciente ha llegado a pedir la retirada del programa y yo me apuntaría a esa petición – aunque la verdad es que ni me va ni me viene, pues, aparte de los informativos, el resto de la programación la veo intermitentemente y “de a poco”, como diría un uruguayo. Me apuntaría a la supresión, pero me preocupa saber si con ello impediría a algunas personas – las que tengan la suerte de ser elegidas en los "casting" de la televisión para las intervenciones gratuitas- salir de sus complejos, pues el precio de esa clase de cirugía, no permitiría a mucha gente que la necesita, acceder a ella. Creo que, a la vista de los ejemplos del otro día, en casos así estaría justificado que la Seguridad Social se ocupara de facilitar las intervenciones, sin que los interesados hayan de acudir a exponer su caso ante las pantallas, en una penosa reedición de aquellos anuncios, ya muy antiguos, de “antes y después”, de entre los que destaco el de las fotos de una muchacha endeble del “antes de tomar chocolate Matías López” y la misma, ya bellísima, del “después de tomar chocolate Matías López”. Otro par de cosas me han parecido, en un caso muy tonta, y en el otro, cruel. Lo tonto es ver a un cirujano serio tratando a la paciente como a una niña, besándole con el mejor afán de trasmitirle confianza, pero que se me antoja un poco forzado y demagógico. (Tampoco me gusta nada ese besuqueo de algunos sacerdotes, a la hora de invitar a los fieles a darse la paz), Lo que me parece cruel es tener separada a la paciente de su familia durante un largo tiempo. Creo que en los momentos previos y en los de la intervención, por mucho beso de tu médico y mucha confianza que en él tengas, no hay bálsamo mejor que tu familia.
viernes, marzo 30, 2007
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