jueves 29 de marzo de 2007
Cementerios
BLANCA ÁLVAREZ b.alvarez@diario-elcorreo.com
Con los años y el polvo del tiempo, la muerte de los dinosaurios se transforma en resto de gran valor científico y pieza de museo. En el hueso rescatado no se dibuja ni la agonía ni el último bramido del animal: limpio de emociones. Con los años, aquellos lugares donde el expolio depredador llevó a la esclavitud, el genocidio y la pavura sin límites; los lugares donde los imperios, todos culpables, buscaron metales preciosos o materia prima imprescindible para sus privilegios; lugares al margen de cualquier derecho humano, ecológico, ético o piadoso; lugares donde penaron y murieron, anónimos e impotentes, cientos de seres casi humanos...; esos lugares, con el tiempo, se transformaron en paisajes de una hermosura extravagante, réplicas de otro planeta. Lugares para nuevos turistas en busca de la diferencia.Miles de esclavos de todos los colores padecieron y murieron en las minas de Ponferrada para que el Imperio Romano llenara sus arcas con el oro de aquellos parajes. Hoy, el paisaje roto de las Médulas sirve como reclamo para visitantes extasiados capaces de ver, por entre las cicatrices de las montañas rotas, la gigantesca belleza roja de otro planeta. La agujereada tierra de Riotinto, donde el Imperio Británico se surtió de oro y cobre, hoy estremece con su silencio de gritos fantasmales y el eco apestoso en el aire. De los miles de esclavos muertos en las Médulas; de los cientos de campesinos asesinados o apestados por los gases contaminantes de Riotinto, ni el propio Dios guarda memoria.Hoy, en África, los nuevos imperialistas -siempre los mismos con distintos apodos- destrozan sus maltratadas tierras para exprimir las últimas gotas de petróleo mientras sus habitantes contemplan, descalzos y hambrientos, cómo exterminan su escasa tierra. En Brasil, japoneses y noruegos se persiguen en feroz competición, para ver quién termina antes con la selva del Amazonas, mientras los indios se suicidan o se venden al peor postor de sus brazos. Los zigurats mesopotámicos han sucumbido bajo la guerra depredadora, como los escasos oasis agonizan sedientos mientras el Tigris se contamina de pólvora y sangre.Tal vez, dentro de mil años, los turistas de entonces encuentren deliciosamente encantador el desierto que un día fue selva amazónica o se extasíen mirando el reseco cauce de ríos muertos en cuyos márgenes aparecieron las primeras civilizaciones. Cementerios. Tras el paso depredador del hombre sólo quedan cementerios que guardan la olvidada huella de nombres anónimos, de aquéllos que hubieron de morir para que los emperadores jugaran a sentirse dioses de circo, impávidos bebedores de té o pésimos jugadores de golf. Heredaremos, no la tierra, sino sus cementerios.
jueves, marzo 29, 2007
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