miercoles 28 de marzo de 2007
DOMINUS VOBISCUM
Antonio Parra
A LGUIEN nada sospechoso de olores a sacristía como un septuagenario, con bríos de misacantano, aunque las arrugas no perdonen ni tampoco el cansancio pero que debe de haber cantado el salmo de Ad Deum Qui Laetificat Juventutem meam, al Señor que alegra mi Juventud, o varios tiros en el cuerpo y avanzando a paso carga, que cantaba nuestra vieja infantería, y que conduce un programa de cierre informativo en la tele metropolita se hacía lenguas antes de ayer del deseo del papa Benedicto XVI (que es un verdadero santo y un hombre de Dios, ni oscurantista ni integrista, simplemente un gran teólogo al que asiste seguramente la inspiración del Espíritu Santo), de la sabia amonestación en un breve reciente ad sacerdotes de programar un regreso escalonado al empleo de la lengua latina en la liturgia. Desde luego, el Dragó, especialista en esoterismo, sabe muy que el misterio es parte de la historia de las religiones. Que sin misterios órficos y sin una propedéutica para iniciados no se puede explicar lo que es inefable y abarcar lo que es inabarcable esto es Dios. Que la Vulgata o vulgarización estorba en lugar de propiciar a los ritos eleusinos. En el fondo el actual pontífice esté haciendo quizá una crítica de refez no a las conclusiones del pasado concilio sino a su aplicación práctica que ha ocasionado las aberraciones del clero desorientación en los fieles, un desbarajuste, como nunca se había conocido, y la mutación del ordo misae (consagración eucarística para los Latinos, epiclesis para los Griegos) y que ha permanecido inmutable durante quince siglos, dando paso a un nuevo orden. La iglesia oriental en esto ha dado un ejemplo a la occidental, menos aferrada a las tradiciones. Y nada se diga de lo que es costumbre entre los israelitas. Ellos no modifican una iota de sus legados rituales. Ya ocurrió en el siglo XVI con la divulgación de la biblia en idiomas romances, titánico esfuerzo del cardenal Ximenez de Cisneros, que contribuyera abrir el tiempo del esplendor de Trento por un lado, pero por otro fue piedra de toque de la desbandada de Lutero y del cisma anglicano. Una religión no tiene por qué entenderse y las palabras han de conservar algo de aquel aire mágico del abracadabra de las vestiduras sagradas de los sacerdotes hebreos o los griegos. Tiene que ser estudiada e interpretada. En esto los judíos que se pasan años y años estudiando la Cabala sientan un precedente a los católicos despondentes en su incuria y aferrados a la fe del carbonero. Porque la palabra de dios es palabra de vida pero a ella hay que ir con tiento. Es el final del camino de una larga ascesis. Y de contemplación. Mejor con el corazón que con la razón. Los jesuitas del XVII al tratar de divulgar las conclusiones tridentinas confeccionaron una religión empalagosa y obsesiva con el sexto mandamiento, demasiado pudibunda y predicadora de cristos de alfeñiques y de vírgenes de escayola. Errare humanum est. Somo falibles. Pero ahí están las palabras mágicas de la salutación de oficio entre los latinos que se corresponde con el ruso “Mir Fsiej” o el rumano “Pace tuturo” Este grito de acogida y deseo de bienandanza volverá a sobar el próximo día 7 cerca de la estatua de Felipe III y de los soportales de la Plaza Mayor de Madrid donde los rumanos que son ingente cantidad celebrarán al aire libre la misa de la aurora conforme al Rito de San Basilio (no se lo pierdan, es todo un espectáculo). Los orientales vuelvo a insistir nos dan una lección a los rubriquistas occidentales que ay hemos perdido el rito muzárabe, o casi, y el cual tanto se parece al de San Basilio el Grande. Pero es toda una señal de optimismo para el Zeitgeist actual preñado de pesimismo de algunos morosos o ronceros a la hora de interpretar la historia. ¿Quién nos iba a decir cuando cayó el comunista y remataron en el suelo nevado de Timisoara al cadáver acribillado a balazos del caudillo Ceaucescu o ”Conducator” que se iba a producir esta floración, 18 años después de aquel magnicidio, de espiritual rumano y precisamente en Madrid (llegan y llegan presidente y cada vez más y Coslada es su territorio comanche) o que el derribo del muro de Berlín iba a galvanizar a la Ortodoxia que se consideraba casi fenecida en la Rusia de los Zares. La Iglesia Católica, mientras tanto, languidece a mi juicio en sus templos vacíos de juventud y amodorrada en una celebración litúrgica donde todo al parecer se da mascado por la rutina o se entiende y la gente parece aburrirse más. Han suprimido los púlpitos pero los curas se van por las ramas en sus homilías y sermones y parecen mostrar un cierto miedo a la proclamación del evangelio y a cantar la verdad. Y a este estado de cosas no hemos llegado porque haya habido una conspiración judeo-masónica como piensan algunos que tienen parado el reloj en hace medio siglo. La iglesia se renueva constantemente. Y ex oriente lux. Siempre amanece por el Este. Esperamos la alborada de un tiempo nuevo que remozará pero no suprimirá lo viejo. Ad Deum qui laetificat juventutem meam, dice el responso (al dios que alegra mi pubertad). El pueblo de dios siempre es joven. Algo está en marcha. Algo nuevo ha nacido. Esta perenne juventud de la iglesia forma parte del conocimiento de que sus cimientos se basan en la acción del Espiritu Santo. Para mí es un timbre de gloria las amonestaciones del querido papa Raztinger, que es ecuménico pero ecuménico en el verdadero sentido de la palabra de católico y universal, a favor del uso del latín. Es la lengua en que hemos rezado y cantado toda una generación de creyentes que pensamos en la venida del Reino de dios y en el siglo futuro y no nos las damos de integristas, retrógrados o renegados, pedisecuos del iluminado Lefevre ni tomamos el pelo a nadie pero procuramos el bien de los hermanos y les damos un consejo cuando desvarían o andan descarriados. Cierto, nos gustan las misas según el canon gótico o isidoriano que todavía se celebra en algunas catedrales españolas. Como esta misa del alba celebrada –aduzco testimonio gráfico- todos los días por un canónigo en la cripta de Compostela ante el lucilo que guarda los huesos sagrados del apóstol y que oímos con gran devoción siempre que a Santiago peregrinamos. Dominus Vobiscum. La paz sea con vosotros. Et cum Spiritu tuo. Y con tu Espíritu. Amén. Qué saludo más útil para estos tiempos en que la gente va que pierde el bofe y anda un poco enajenada, y en su clastomanía se vuelve delirante. A mis enemigos les deseo una paz del espíritu que a mí me sobra y a ellos les falta. Haya paz y tranquilidad en medio de las zozobras y borrascas de esta vida. Cristo en todas las almas. Buenos días. Saludé a mi vecina. Es de comunión diaria. Respondió a mis albricias pegando un sonoro portazo. El culo no le cabía por la puerta. Y la cara de bilis. ¿Esta gente es cristiana? Oiga qué está pasando aquí.
miércoles, marzo 28, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario