jueves, marzo 29, 2007

Carlos Luis Rodriguez, ETA y Clemenceau

jueves 29 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
ETA y Clemenceau
Pertenece a George Clemenceau una frase que puede valer indistintamente para un Estado democrático, y un grupo terrorista. La guerra es un asunto demasiado importante para dejársela a los militares. Cuando un país está envuelto en un conflicto bélico, y el poder civil pasa a ser secundario, la derrota es casi segura, y lo mismo sucede con los movimientos que utilizan el terror; si en ellos prevalece el activista puro, el final pactado se complica mucho.
Viene esto a cuento del paralelismo que algunos se empeñan en establecer entre el IRA y ETA, que los lleva a equiparar a ­Adams con Otegi y soñar con un desenlace como el que acaba de producirse en el Ulster. El Ejército Republicano Irlandés se parece a la organización etarra, pero no a ésta, sino a aquella otra que se disolvió tras un acuerdo con el Gobierno de Suárez.
En la ETA llamada político-militar había numerosos Adams. Gracias a eso, la rama más ideológica del tronco aberzale aceptó la paz, y muchos de sus miembros se incorporaron a la política democrática, aunque con protección policial para evitar ser asesinados por sus antiguos compañeros. En fin, que no es Otegi, sino el desaparecido Onaindía quien encaja en el modelo representado por el líder del Sinn Fein.
Ayer se desmanteló un nuevo comando Donosti. Al parecer, no estaba de vacaciones, sino organizando su estructura para pasar a la acción. Resulta que mientras los etarras p0nían a punto sus aperos, Otegi presentaba el enésimo disfraz de Batasuna, reiterando su apuesta por la paz.
¿Es don Arnaldo una simple marioneta de los dueños de las pistolas, o actúa por libre, simulando un poder sobre ETA que en realidad no tiene? Cualquiera de las hipótesis vale para desacreditar el proceso de paz. En ambos casos, estaríamos ante la falta de un Gerry Adams, y sin esa figura, el epílogo indoloro es muy difícil.
Estas detenciones, el atentado de la T-4, el robo de armas en Francia, son la prueba de que aquí la relación entre lo político y lo militar es inversa a la que tienen el Sinn Fein y el IRA. En el caso vasco, Batasuna es el instrumento; en Irlanda del Norte, los terroristas son el elemento instrumental, el dóberman intimidatorio que el dueño sólo suelta cuando le conviene. Aquí son Arnaldo Otegi y los demás desencapuchados quienes llevan puesto el collar.
¿Por qué se produce ayer la actuación policial? Da la impresión de que el momento elegido ni es casual, ni se debe a razones operativas. Tenemos por un lado la presentación de la nueva versión de Batasuna, por otro el silencio de ETA, y por último la capacidad de movilización demostrada por los que se oponen a la negociación.
Sin un gesto elocuente de los etarras, el Gobierno se condena a afrontar en solitario, con los costes electorales consiguientes, el enfado de mucha gente. Lo que podía haber sido la baza definitiva para consolidar el cambio zapateril, se está convirtiendo en un regalo inesperado para un Mariano Rajoy que hace pocos meses se encaminaba a su segunda derrota. La necesidad de reaccionar y rebatir la impresión de que el presidente estaba a merced de ETA, quizá explique esta operación tan espectacular.
El paralelismo irlandés es una fantasía. Allí, el IRA contempla en disciplinado silencio cómo sus líderes políticos se sientan con la figura más odiada de los unionistas. Aquí ETA deja que sus políticos se entretengan, mientras la banda organiza sus comandos. No le hace caso a Clemenceau, y ése el el gran problema.

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