viernes, marzo 30, 2007

Oscar Molina, Aramburu, el animal de corral

viernes 30 de marzo de 2007
Aramburu, el animal corral
Óscar Molina
H AY quien pone nombres de persona a sus animales; hace años se hizo famoso un perro del Presidente de la Federación Española de Fútbol que se llamaba como yo, Óscar, y son incontables los burros, toros, mulas, caballos, leones, gatos… bautizados como si fuesen el vecino del quinto. A mí particularmente nunca me ha parecido muy propio, pero líbreme Dios de meterme en el sacrosanto ámbito de la relación del prójimo con sus mascotas. Máxime cuando acabamos de descubrir recientemente que entre los propietarios de animales no sólo se encuentran las personas físicas, sino algunas personas jurídicas, como los partidos políticos. En concreto, en el PNV tienen una bestia ciertamente zafia a la que han puesto no ya nombre, sino hasta apellidos.

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Se llama Alejandro Aramburu Corral. El nombre es muy bonito, Alejandro, y los apellidos hacen claramente referencia, uno por vasco y otro por extremadamente concreto, al lugar de nacimiento del animal, perdón del paisano. No hace mucho supimos que el Gobierno de Ibarretxe se gastaba la pasta del contribuyente en estudios sobre animales autóctonos como la gallina o la oca vascas, con resultado decepcionante. Y la verdad, me parece tirar el dinero, porque teniendo a mano a un ejemplar de “noséqué” como Aramburu, tan exótico y decididamente guardián de la ortodoxia “euzkaldún”, dejarse el presupuesto en plumíferos sin sentimiento patrio es un absoluto absurdo. Porque el caso de Aramburu (creo que voy a empezar a llamarle Corral, que le describe mejor) es absolutamente digno de investigación. No sólo a nivel biológico, que por supuesto también, sino en el ámbito de la historiografía mística, pues nos demuestra que la fábula de Aitor, ese cuento que data el nacimiento de la raza vasca en la noche de los tiempos y que justifica todo este montaje, empieza a hacerse realidad; al menos en lo que tiene de fábula, porque los animales han empezado a hablar. Es un dato, y supongo que detrás de él vendrá alguna moción por parte de las alérgicas al jabón del PCTV. Algo así como una iniciativa legislativa para el reconocimiento de los animales y animalas vascos como parte integrante del hecho diferencial. Seguramente el título de la ponencia lleve la palabra “escenario” por algún lado, pero van a perdonarme que a mí no se me ocurra dónde ponerla; aunque no importa, porque seguramente alguna de las aromatizadas sílfides del PCTV anda ya redactándola en papel higiénico, ése que ellas usan únicamente para escribir. La pena que sí tengo, miren, es que ya no se encuentre entre nosotros el extraordinario e irrepetible Félix Rodríguez de la Fuente. Porque estoy convencido de que al buen burgalés se le hubiese helado en la boca aquel entrañable “queridos amigos”, después de contemplar al animal Corral. Yo, si no les molesta, voy a intentar hacerles una descripción de la bestia. Una semblanza por supuesto nada profesional, pero sí meditada tras verle en acción.
El animal Corral es feo, esto no es muy discutible; échenle un vistazo a la foto y verán que aunque es cierto que en ella se le muestra en actitud de ataque, su horripilancia es evidente, y como mucho puede llegar a convertirse en una facha menos grotesca, más reposada, durante otros comportamientos. La desagradable y mortificante dificultad que implica mirarlo nos hace concluir que se trata de un ejemplar único, y muy probablemente condenado a la extinción, pues sus posibilidades de cortejo son escasas, visto su aspecto. Puede, no obstante y en cautividad, intentarse aparearlo con un roto para cualquier descosido tipo las muchachas del rollo ese de las Tierras Vascas, entre cuyas cualidades se encuentra la imposibilidad de sentir asco. Respecto a su alimentación, es difícil ser concreto, pero sí puede afirmarse sin temor a errar que el animal Corral es carroñero. La deducción es sencilla si miramos la foto, y observamos que ni siquiera sus domadores habituales (los de rojo) se atreven a mirarle de frente ante el temor, evidente, de que les pueda echar el aliento. Posiblemente la tonalidad del traje del domador venga motivada por haber sido expuesta al resuello del animal Corral durante un tiempo prolongado, pues originariamente su color era negro. El hábitat natural del animal Corral es el “Batzoki”, donde destaca por su capacidad para ingerir líquidos alcohólicos de manera similar a los seres humanos, llegando, según los últimos estudios evolutivos a una capacidad de aprendizaje sorprendente mediante la cual es capaz de distinguir su nombre en la escudilla en la que se le coloca el pacharán. Respecto a los sólidos, aún no se ha experimentado con cubiertos, pero la comunidad científica no es muy optimista al respecto. No es necesario atarlo, pues sus patrones de obediencia son más que aceptables, y se vuelven extraordinarios hacia quien le proporciona comida de manera adecuada, esto es, tirándosela al suelo, que es como más la aprecia. No obstante, en las ocasiones en que se le saque a la calle para usarlo como animal de defensa, se recomiendan collar y correa por su reiterativa costumbre de marcar el territorio a la inversa, es decir, no a base de esparcir sus excrementos, sino eliminando los de otros animales mediante ingestión directa. El animal Corral es bastante primario, y extremadamente agresivo. Su ira se vuelve indescriptible cuando intuye que alguien trata de atacar a la mano que le da de comer. En esas ocasiones emplea su habilidad para la coz con absoluta furia, luego ha de dejársele correr a demanda para colmar su instinto de huida. No hay problema, vuelve en cuanto tiene hambre, pues es capaz de reconocer la voz de su amo a largas distancias. Es un aceptable animal de defensa por la facilidad para el pateo y por la violencia que es capaz de desarrollar, fruto de la desconexión del riego sanguíneo al pequeño encéfalo que se le produce en situaciones de tensión. No obstante, se desenvuelve mucho mejor en escenarios (por fin, escenarios) de clara superioridad numérica, pues no es un animal valiente. Hasta una nueva fase de entrenamiento se ha determinado que su utilidad como agresor decae cuando la relación de superioridad en que se encuentra es menor de 120 a 1. En los diversos ejercicios practicados hasta la fecha con proporciones menos ventajosas el animal Corral no ha sido capaz de agredir, y ha pasado directamente a la fase de huida. Respecto al entrenamiento para el ataque y azuzamiento, se viene experimentando con éxito la técnica de darle de beber en abundancia en el pote con su nombre y luego hacerle entrar en fase de furia mediante la provocación a base de palabras como “Libertad” o “Constitución”, que hasta la fecha han sido las más efectivas. Evaluación y estudio de cortesía, no imputables a concepto presupuestario alguno de ninguna Consejería del Gobierno Vasco.

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