lunes, marzo 05, 2007

Camacho, La ola

martes 6 de marzo de 2007
La ola

DESPUÉS del atentado de Barajas, Zapatero estuvo durante unos días groggy, noqueado, contra las cuerdas, bloqueado en Doñana sin atreverse a darse la cara, aturdido e inerme. Por las razones que fuesen, falta de pegada, sentido de la responsabilidad o acaso una llamada a la calma de quien podía hacerla, el PP no lo tumbó entonces, declinando la tentación de agitar masas. El PSOE reaccionó, convocó la manifestación del 13 de enero y permitió que el presidente tomase oxígeno, recibiese de ETA el mensaje que esperaba y recuperase el aliento y la iniciativa. De qué manera, por cierto: crecido hasta reabrir el «Proceso» y sentirse con fuerzas para desafiar a la opinión pública con la excarcelación de De Juana.
Ahora, ante la inflamación de rabia y estupor que la victoria del chantaje etarra ha desencadenado en la calle, el partido de la oposición ha decidido apretarle al Gobierno las tuercas del descontento antes de perder comba por segunda vez. Hay dudas en el PP sobre si hacerlo con guante de seda o con puño de hierro, pero parece que, visto el incandescente clamor de las encuestas, prevalece la decisión de no soltar presa. Aquí se va a ver si, además de partido, los populares tienen una organización capaz de permeabilizar la ciudadanía más allá de los límites de la política convencional.
Porque no se trata sólo de convocar una manifestación de gente convencida, que ya ha habido muchas, sino de hacer que cale un mensaje. El de que hay que cambiar de rumbo antes de que el desvarío sea irreversible. Esa clase de mensajes que llegan a la playa de la opinión pública navegando bajo la espuma de la política, entreaguas del ruido mediático y parlamentario. En el boca a boca, en la tertulia, el café, la oficina, el mercado, el correo electrónico, los móviles, la cena de los viernes por la noche. Para eso se necesita una estructura, una organización engrasada y capaz que vaya mucho más allá del «canutazo» ante la prensa en la mañana de los lunes, más allá de las estrategias de medios y de la conspiración cortesana, que son cajas de resonancia limitada. Se necesita un partido, un trabajo y un método. Como mínimo, a la altura del PSOE, verdadero especialista en la articulación de estrategias de agitación social.
Si al PP se le escapa esta oportunidad, como se le escapó la de enero, no volverá a tener una igual. La verdadera moción de censura la tiene que plantear en las elecciones locales y regionales de mayo, y si las gana le quedará el debate del Estado de la Nación para dejar al Gobierno triturado y exánime antes del verano. Pero el sorpasso se lo juega ahora. No tanto en la movilización callejera como en el silencioso espacio social en que cuajan los estados de opinión.
El reto es complicado para Rajoy porque le obliga a hacer surf sobre una ola gigante y afilada, con riesgo serio de batacazo y voltereta. Su problema es lograr que el partido le sostenga la tabla por debajo de la espuma.
IGNACIO CAMACHO

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