lunes, marzo 05, 2007

Valentin Puig, Atrezo humanitario para ZpM

martes 6 de marzo de 2007
Atrezo humanitarista para Zapatero

DE todas las seguridades que pueda dar el enemigo, ninguna mejor que su fundamento sea más el no poder atacarnos que el no querer hacerlo. Lo decía el maestro Guicciardini hace siglos. No ha sido esa la prioridad de Zapatero en el tratamiento penitenciario de De Juana Chaos. Si hay que creerle literalmente, al terrorista se le cambió de hospital por humanitarismo, en virtud del bien superior que es la vida. Lo que falla es la relación silogística entre salvar una vida y el cambio de hospital. Más bien es que De Juana Chaos reanuda su normalidad digestiva al conseguir que se le traslade de hospital. Si es así, el humanitarismo de Zapatero viene a ser lo mismo que el conjunto maniobrero de su estrategia buenista y, en consecuencia, De Juana Chaos se convierte en otro beneficiado de una tesis del mal menor que bascula en detrimento de mal mayor, que es el deterioro manifiesto del bien común de todos los españoles. Zapatero no retira el pie del acelerador, la sociedad española se encrespa, la ilegal Herri Batasuna trastoca el mapa de Navarra y De Juana Chaos legitima su idilio.
El humanitarismo buenista, si fuese el caso que De Juana Chaos ha sido la solución a un problema, es solución que fácilmente generará nuevos problemas, no menos difíciles que el presuntamente resuelto. Se traslada unos kilómetros el núcleo del conflicto, en la suposición de que un simple trayecto en ambulancia difumina ese conflicto, lo aparta del corazón de la vida pública y queda en manos de otras fuerzas exteriores a las que atribuirle el mal: la política antiterrorista del PP, por ejemplo. Tenderle la mano a ETA y darle la espalda al PP: aparece incluso un personaje del socialismo que atribuye al centro-derecha de Mariano Rajoy la siniestra intención de agitar negativamente la conciencia de las salas de armas. Es un gesto que el PSOE recompensará cualquier día, aunque de todos es sabido que lo que ocupa a las Fuerzas Armadas es, entre otras cosas, saber qué hay que hacer en Afganistán.
Para los poderes del buenismo zapaterista, es anacrónico invocar de nuevo precedentes como la «línea de firmeza» que fue la política del Estado italiano cuando las Brigadas Rojas secuestraron a Aldo Moro. En aquellos años caóticos, a las Brigadas Rojas -según sus estrategas admitieron a «posteriori»- la política de firmeza les cogió por sorpresa: en primer lugar porque no se lo esperaban, y en segundo lugar porque no creyeron que el Estado la mantendría hasta el final. Siendo una situación muy distinta al caso de De Juana Chaos, cabe la suposición de que ETA esté operando con las mismas hipótesis, incentivadas con la actitud desconcertante de Rodríguez Zapatero. Lo terrible es que, en este caso, la realidad por venir las confirme de forma definitiva. La osadía de la apuesta de Zapatero y su forma de arropamiento humanitarista tiene algo de miembro del Ejército de Salvación jugándose las cejas en un garito clandestino. El cajero le ha cambiado el valor de la línea de firmeza por un puñado de fichas que va deslizando sobre la mesa de la ruleta. Claro que no faltará quien diga que la apuesta vale la pena. También puede aducirse que el buen gobierno requiere calibrar el sentido de la proporción más allá del posible rédito electoral.
Lo decía Guicciardini: busca del enemigo disponer las cosas del tal modo que el fundamento de tu seguridad sea, dada la mala condición de los hombres y las variaciones de los tiempos, más el no poder atacarte el enemigo que el no querer hacerlo. ETA puede cuando quiera. Aquí el buenismo no sirve, porque la manipulación del sentimentalismo expansivo es practicable con las buenas gentes y las masas, pero no con el terrorismo etarra. Sin línea de firmeza, el buenismo no convierte a De Juana Chaos en un ser más crédulo e influenciable, sino que lo justifica como guardián implacable y feroz al cabo del laberinto de la violencia organizada. Ese proteccionismo «light» que es el buenismo no cunde cuando se trata de afrontar el terror. Desafortunadamente, el talante y el diálogo muy pronto se desustancian porque corresponden a un estadio muy posterior a la barbarie. vpuig@abc.es
VALENTÍ
PUIG

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