jueves, enero 11, 2007

Jose Melendez, Sostenella y no enmendalla

jueves 11 de enero de 2007
Sostenella y no enmendalla
José Meléndez
D ESPUÉS de una reunión con Mariano Rajoy, tan inútil como las anteriores, y de la convocatoria extraordinaria de la Comisión Permanente del PSOE, donde el partido escenificó un apoyo incondicional a su líder con vistas a la calle, porque la procesión va por dentro, los hechos ofrecen suficiente material de análisis para pensar que nada va a detener a José Luis Rodríguez Zapatero en ese sinuoso camino emprendido hacia la inmortalidad histórica, asegurándose de paso otra temporada de cuatro años más en la confortable morada de La Moncloa. Nadie niega, ni los propios socialistas, que el guantazo que el hombre se ha llevado es de los que obligan a los árbitros de boxeo a decretar el K.O. técnico. Pero Zapatero tiene la habilidad de un experto relojero suizo para manejar los tiempos y eso es lo que debió estar meditando en los cuatro días de desaparición en Doñana y lo que ha comenzado a poner en práctica desde el mismo momento de su reaparición al elegir un corrillo de periodistas en la recepción de la Pascua Militar –en vez de una declaración institucional- para decir que el “proceso” había llegado a su punto final. En esos siete días tensos, en los que Zapatero buscaba salir de su aturdimiento con el benéfico aire salino de las marismas –como el frasco de sales de las antiguas damas en dificultades anímicas- la actividad en las filas socialistas ha sido intensa, sobre todo cuando se han dado cuenta de que su jefe tiene decidido continuar con su política de “pacificación” a toda costa, amoldándola a las circunstancias, pero sin desechar su fin básico que es el de tratar de que los terroristas admitan que es mas fructífero para ellos dejar de matar que continuar con los atentados o “accidentes”. Genio y figura, aunque el genio acabemos pagándolo los españoles y la figura termine resultando grotesca. Sostenella y no enmendalla, que reza el antiguo aforismo. El primer paso de la nueva estrategia fue la reunión en La Moncloa con el líder de la oposición, porque en el manual de mantenimiento en el poder que Zapatero debe tener en la mesilla de noche el cargar todas las culpas al Partido Popular figura en el primer capítulo. Por eso, tras una hora y media de charla en la que Rajoy se vio envuelto en la enfática y hueca verborrea presidencial, el líder del PP se marchó sin saber qué había pasado para que ETA volviera a sus actos criminales y cual es la política antiterrorista que va a seguir el gobierno desde ahora. Según la vicepresidenta primera Maria Teresa Fernández de la Vega, con un modelito negro apropiado para la ocasión, Zapatero le había hecho a Rajoy una oferta que, si es rechazada por este “hará un flaco servicio a los intereses generales y a los de su partido”. Pero ni la vicepresidenta ni el presidente han explicado en qué consiste esa oferta, porque el ofrecimiento de diálogo para que el PP diga amén a lo que dispone el gobierno, como hacen todos los demás grupos políticos del Parlamento, no puede considerarse un paso trascendente hacia el entendimiento. También desprende un tufo sospechoso el que la contestación gubernamental a la petición de Rajoy de reactivar el Pacto Antiterrorista sea que el primer enunciado de este Pacto es que el Gobierno marca la estrategia en esta materia. Y la estrategia parece clara: dejar pasar el tiempo, ese colchón donde se embotan los impulsos y se adormece la memoria; encasillar una vez mas al PP como el malo intransigente de la película y tratar de intentarlo de nuevo cuando se calme la tormenta. Pero la tormenta arrecia porque el cínico e inadmisible comunicado de ETA reivindicando el atentado de Barajas, afirmando que no querían matar y echándole la culpa de las dos muertes a la Policía por no haber evacuado debidamente el aparcamiento y al gobierno de Zapatero por no cumplir sus compromisos, a pesar de todo lo cual dice que mantendrá la tregua, entraña, a la vez, una intención de dejar abierta la puerta de la negociación y una amenaza de que volverá a matar si esta no discurre “por los compromisos contraídos”. Y esos compromisos son los que Zapatero tiene el deber ineludible de explicar o desmentir de una manera creíble, lo que le va siendo cada vez mas difícil al presidente. El entorno etarra ha filtrado ya que ETA tiene las actas de las reuniones y que esos compromisos están escritos. No ha habido ni un asomo de autocrítica en las declaraciones de Zapatero desde el pasado día 30, ni por lo menos un leve reconocimiento de posibles errores. El día antes de la tragedia, con su desbordante optimismo, nos pidió un auto de fe para que nos creyéramos lo que nos decía y fue desmentido doce horas mas tarde de una forma dramática. O le habían engañado o intentó detener los acontecimientos con uno de sus golpes de efecto. Lo que dicen ahora, tanto él como la viepresidenta y el ministro Pérez Rubalcaba, es que el gobierno va a tener “firmeza, unidad democrática y utilización de todos los instrumentos del Estado de Derecho”. Después de todo lo que ha pasado, ese propósito no se lo puede creer nadie que no sea un incondicional porque lo primero que demanda la grave situación es un pleno entendimiento entre los dos grandes partidos nacionales y el uso inmediato del Pacto Antiterrorista, de la Ley de Partidos Políticos y la del cumplimiento íntegro de las condenas a terroristas. Todo lo que no sea eso, es volver a las andadas de la frustrada “negociación”. Y las trazas indican que va a ser así. Apenas enterrados los dos ecuatorianos, como final de su sueño por escapar de la pobreza, el oblicuo Patxi López anunciaba que los socialistas vascos acudirían a la manifestación convocada por el lendakari Ibarreche en contra de la violencia y a favor del diálogo, haciendo la advertencia de que el lema y la intención no le gustan. Pero va. Y va con el apoyo del PSOE desde Madrid y a pesar de que Ibarreche ha rizado el rizo del esperpento invitando también a Batasuna. Según los rumores, Patxi López se ha entrevistado con elementos de Batasuna después del 30D, y también se rumorea que Zapatero mantiene un contacto abierto con Arnaldo Otegui, el “hombre de paz” que leyó un comunicado pidiendo al Gobierno y a ETA que mantengan los postulados que hicieron posible la tregua del 22 de marzo pasado, pero sin condenar el atentado de la T4. A pesar de los desmentidos, naturales y obligados en estos casos, es evidente entre los que siguen de cerca este “proceso” que los contactos no se han cortado definitivamente. Como es evidente la consigna que circula entre las terminales mediáticas afectas al PSOE para achacar el atentado de Barajas a una parte incontrolada de ETA, que no representa la línea actual de la banda. La lógica impulsa a creer que es totalmente al revés, porque el interlocutor etarra en todo el proceso de negociación ha sido Josu Ternera que, según los servicios de inteligencia de la lucha antiterrorista, perdió su influencia el pasado verano ante la decisión de los “duros” de la banda de apretar las tuercas al máximo. Y los interlocutores de Zapatero no se enteraron, ni siquiera en su última reunión el pasado 15 de diciembre con los enviados de Ternera, que dio lugar al irresponsable optimismo del presidente. ETA es una organización terrorista que toma sus decisiones de forma colegiada. Intervienen en ellas la plana mayor residente en la clandestinidad en Francia, los exiliados en el extranjero y sus presos, por lo que sus acuerdos son laboriosos y dilatados en el tiempo. Y en este contexto, es imposible que un solo grupo cometa un atentado como el de Barajas, en plena negociación y sin que se enteren los demás. Pero a Zapatero le interesa esta coartada y veremos como desde ahora se va a ir desarrollando, hasta terminar en el contrasentido de la existencia de una ETA mala y una ETA buena. Se quiere resucitar la historia de los “polis-milis” que, por otra parte, no sirvió para que la banda desapareciera. Cuando escribo este artículo, todavía no se había producido la presencia de Zapatero en el Parlamento, pero me temo que estará llena de frases huecas y grandilocuentes sin aclarar nada y siguiendo la tónica de todas sus declaraciones desde que comenzó el “proceso”, en las que ha cambiado el vocablo “terrorismo” por el de “violencia”. Y sin intención de revitalizar el Pacto Antiterrorista, el arma más eficaz contra el terrorismo, pero desmontaría con su entrada en vigor toda la trama urdida por Zapatero para volver a intentar la negociación, aparte del coste parlamentario que le supondría la retirada del apoyo de grupos como Ezquerra Republicana, el PNV e Izquierda Unida, que, dicho sea de paso, rechazan el Pacto por excluyente cuando fueron ellos los que no quisieron entrar en él por sus intereses nacionalistas. El Plan A de Zapatero para la negociación con ETA ha fracasado. Veremos que pasa con su Plan B y en qué consiste éste.

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