Los experimentos se hacen con gaseosa, no con las pensiones
Carmen Tomás
Invertir en bolsa, por atractiva que sea su rentabilidad, parte de los 40.000 millones del Fondo de Reserva de la Seguridad Social es arriesgar el futuro de millones de españoles.
1 de febrero de 2007. He escuchado estos días al secretario de Estado de la Seguridad Social que el Gobierno estaba pensando invertir una parte del Fondo de Reserva de las Pensiones en la Bolsa. Y ¿qué quieren que les diga? Me he quedado estupefacta. Si hay cosas en este país con las que no se ha jugado nunca, con las que no se ha experientado, es con las pensiones. Muchas veces se ha dicho que el asunto no debía ser nunca motivo ni centro de la batalla política, y, bueno, se ha cumplido a medidas, pero siempre se ha salvado este dinero, que no es más que la contraprestación -muchas veces insignificante- al trabajo duro de los que ya han abandonado el mercado laboral. El sistema que tenemos no es precisamente ejemplar. Muchas veces se ha hablado, y hay estudios que avalan, que por la pirámide de la población puede estallar en añicos. De ahí que desde muchos frentes se nos haya dicho ya desde hace años que había que ir pensando en complementarlo con el sistema privado. El propio Solbes, cuando era ministro de Economía en los años últimos de presidencia de Felipe González, nos animaba a ello. Ahora ha decidido empeorar fiscalmente los beneficios de que gozaban las aportaciones a planes de pensiones privados. Pero, a lo que vamos. El sistema no da más de sí. De ahí que hace años se decidiera constituir un fondo de reserva, que ya está dotado con 40.000 millones de euros y que en 2007 tendrá 50.000 millones de euros. El fondo sería para momentos de dificultad económica, de forma que se pudieran paliar posibles desajustes evitando que nadie dejara de cobrar, al menos una parte de lo establecido.Ahora, como hay mucho dinero, al señor Octavio Granados se le ha ocurrido la brillante idea de sacarle partido financiero a ese dinero. Y no es que me parezca mal. Pero, claro, siempre y cuando las inversiones que se decidan sean seguras, de forma que no se pierda ni un euro de lo que con el esfuerzo del pago de impuestos de los españoles se ha ido acumulando. De hecho, la ley de creación del Fondo de Reserva de las Pensiones preveía la posibilidad de invertir el dinero o parte de él. Lo que ocurre es que citaba claramente que se hiciera en organismos públicos o privados de solvencia reconocida y con un alto grado de liquidez. Básicamente, se refería a deuda pública. Es verdad que los tipos de interés de la deuda... pues no aguantan una comparación con lo ganado en la bolsa, por ejemplo, el último año. Pero, aunque siempre se ha dicho que la bolsa a largo plazo es una buena inversión, no cabe duda de que está sujeta a vaivenes difíciles de controlar. Es decir, que no parece el lugar más seguro y cierto para invertir, aunque sea una parte, del dinero destinado a cubrir incidencias en el pago de las pensiones. ¡Que son sagradas! La idea parece que se va llevar, como no podía ser de otra manera, a la discusión con las organizaciones sindicales y empresariales, con quien se pactó la reforma de la Seguridad Social, donde se incluyó la creación de este fondo de reserva. Es una idea preocupante y experimental y, como todos los experimentos, ya se sabe que con gaseosa. El dinero de las pensiones no está para jugárselo a la bolsa. Está bien que se le quiera sacar rendimiento, pero hay fórmulas más conservadoras y más seguras. Menos rentables, a veces, pero sin duda, más adecuadas teniendo en cuenta de lo que se trata.Dice el Gobierno que le interesa obtener la máxima rentabilidad. No es su labor en este caso hacer de inversor. Podría pensar en una reforma de las pensiones y en facilitar a todos la posibilidad de un complemento para el futuro. Como tantas cosas que se le están diciendo desde todos los organismos internacionales, también en ésta prefiere mirar para otro lado. Incluso podría gastar menos y dedicar más recursos a subir las pensiones y a nuevas dotaciones del fondo. Todo menos poner en riesgo ni un euro de esos 40.000 millones, que deben estar a buen recaudo y lejos de las incertidumbres y de las sospechas o desconfianzas que pueda generar su manejo.
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