miercoles 31 de enero de 2007
Inmigración ilegal
El inminente desastre de la amnistía
Michelle Malkin
¿Quieren reformar exhaustivamente nuestro sistema de inmigración? Empiecen controlando las fronteras, logrando que las revisiones de las solicitudes sean fiables y llevando a cabo políticas eficaces y eficientes de deportación.
El mes pasado, el presidente Bush se despidió del año con unas cuantas inspecciones laborales de inmigrantes ilegales. Hurra. Una vez terminados esos gestos excepcionales, la Casa Blanca ha vuelto a trabajar a pleno rendimiento en sus planes de sacar adelante su largamente planeada amnistía masiva para inmigrantes ilegales. ¿Y cómo siguen el estado de las fronteras, el proceso de la tarjeta verde y el sistema de entrada para visitantes y turistas? Porosos. Caóticos. Faltos del personal. Y desbordados.
Pero no importa. Repitiendo los viejos y falsos tópicos de siempre sobre la necesidad de permitir que "los trabajadores sin papeles" hagan los trabajos que los norteamericanos no quieren hacer (todos aquellos estadounidenses que hicieron cola para solicitar puestos de trabajo tras las inspecciones de diciembre no cuentan), Bush quiere añadir un montón formado por millones de solicitudes de nuevos "trabajadores invitados" extranjeros ilegales a la tambaleante burocracia de la seguridad nacional.
Los resultados serán desastrosos. Lo que el presidente Bush no mencionó en el discurso del estado de la Unión es que cada una de las partes que componen la actual maquinaria de solicitudes legales de inmigrantes, y que estarían a cargo de esa amnistía de extranjeros ilegales, está atascada por el trabajo acumulado.
El pasado noviembre, investigadores del Congreso informaron de que los Servicios de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos (USCIS) habían extraviado 111.000 expedientes en catorce de las sedes más abarrotadas de la agencia y procesado hasta 30.000 solicitudes de ciudadanía el año pasado sin la documentación en regla. ¡Buf! Por lo que yo sé, hay jueces de primera instancia de Texas y el sur de California tienen pilas y pilas de documentos almacenados y aún por leer. Los expedientes atrasados se siguen contando por millones. Los senadores republicanos Charles Grassley y Susan Collins pidieron una auditoria de la Oficina Gubernamental de Transparencia que descubrió al menos un caso en el que a un aspirante con vínculos con el grupo terrorista Hezbolá se le concedió la ciudadanía sin examinar siquiera su impreso de solicitud.
"Solamente es necesario que se pierda un documento de alguien con vínculos con una organización terrorista para que pueda convertirse en ciudadano norteamericano", observó Grassley, que es presidente del Comité de Economía del Senado, en el Washington Post. "No podemos permitirnos regalar la ciudadanía a ciegas".
O el estatus de inmigrante legal. Multiplique eso por varios millones si se lleva a cabo el programa de trabajadores invitados de Bush. Un desastre.
El número de expedientes que esperan a que el FBI compruebe si suponen un riesgo para la seguridad, y que llevan al menos un año así, se eleva a 100.000. Al menos no los han triturado, que sepamos, como han estado haciendo los contratistas federales del centro de inmigración de Laguna Niguel, California, durante los últimos años. Con el fin de deshacerse de un retraso de 90.000 documentos, los supervisores ordenaron a los empleados que destruyeran pasaportes, certificados de nacimiento, notas de recomendación, formularios de cambio de dirección, diplomas y envíos de dinero. A continuación informaron que habían acabado con las esperas. ¡Ahí es nada!
Michael Cutler, un veterano funcionario de la burocracia de inmigración que trabajó como agente especial en el INS, antecesor del USCIS, afirma que trabajar en la agencia es como una escena sacada de la comedia I love Lucy en la que Ethel y Lucy –aplastadas en una fábrica de caramelos por una cinta transportadora fuera de control– intentan comerse las barras de caramelo y acumularlas bajo su ropa para intentar evitar la inundación:
La situación recuerda a lo que sucede todos los días a los asediados funcionarios del USCIS, y no tiene ni pizca de gracia. Ellos no pueden comerse las solicitudes ni meterlas bajo la ropa. Con el fin de obtener buenas evaluaciones, necesitan dar salida a estas solicitudes tan rápidamente como sea posible. La manera más fácil de hacerlo es aprobarlas. Ni que decir tiene que esto significa que las solicitudes fraudulentas rara vez son detectadas y los extranjeros reciben un amplio abanico de ventajas, incluyendo la ciudadanía norteamericana a la que no tendrían derecho si se conocieran los hechos relevantes. Conforme más extranjeros salen indemnes de cometer fraude, el "rumor" se extiende por las comunidades de inmigrantes y se estimula el fraude, erosionando la poca integridad que pudiera quedarle aún al proceso. Para empeorar las cosas, cuando una solicitud es denegada, el inmigrante tiene virtualmente garantizado que ningún agente especial le buscará para tramitar su expulsión de Estados Unidos.Somos incapaces de imponer el orden y gestionar el presente desastre de solicitudes de legalización de inmigrantes de un modo justo y a tiempo. ¿Quieren reformar exhaustivamente nuestro sistema de inmigración? Empiecen controlando las fronteras, logrando que las revisiones de las solicitudes sean fiables y llevando a cabo políticas eficaces y eficientes de deportación. Y no pretender que seguir apilando documentos va a solucionar nada.
© Creators Syndicate, Inc.
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