viernes, enero 26, 2007

Aclarando ideas, Cuando Alcorcon es un sintoma de la decadencia

Aclarando ideas: cuando Alcorcón es un síntoma más de la decadencia
Eduardo Arroyo

Los análisis periodísticos y políticos sobre lo sucedido en la ciudad madrileña dejan bastante qué desear. No son más que otra muestra del alejamiento respecto a la realidad ciudadana.

27 de enero de 2007. Con motivo del último artículo sobre le nombramiento de José María Aznar como doctor honoris causa por la Universidad de Milán, se han dirigido a mí más lectores de lo acostumbrado. Sus mensajes, que por diversas razones no suelo contestar pero que leo siempre, me han movido a profunda reflexión. Por ejemplo, uno de ellos, en tono amable y educado, me pregunta que a qué me refiero "con lo de las elites católicas". Yo afirmaba que parecía que la gente había perdido el sentido crítico, especialmente "las elites católicas, supuestamente mejor formadas". Este lector declara estar "bastante metido en este ambiente y no he leído ninguna alabanza seria a este planteamiento Made in USA. Por interés, no por probarte, me puedes mandar alguna referencia".Yo me refería a ese extraño compromiso de la Iglesia con los fundamentalistas del mercado como única respuesta posible a la agresión izquierdista, que puede en ciertos medios de comunicación.Otro lector –crítico, inteligente y amable, lo cual es de agradecer- se siente "desconcertado" con el artículo. Afirma que mi argumento "niega a Aznar lo que posteriormente le concede". Según este lector, Aznar y yo estamos de acuerdo en que "hay europeos que odian a Occidente -la Cristiandad, Europa hoy- y en ello reside según el Sr. Aznar uno de los motivos de la pérdida de sus valores". Este lector cree que la separación bíblica entre lo que es de Dios y lo del César justifica la filiación cristiana de la democracia defendida por Aznar para concluir que "las dictaduras teocráticas hay que vencerlas, de ellas derivan principalmente el terrorismo que nos acecha y que nos mata". En una reflexión posterior el lector dice: "Entra usted posteriormente en otras consideraciones que sinceramente no acierto a relacionar, la droga, la prostitución, el aborto etc. aun cuando estén presentes en Occidente, siempre han estado castigados por la Cristiandad, lo cual no significa que no existan" y termina su exposición recordando que "la emigración hacia Europa es porque sinceramente se vive mejor, gracias al trabajo, al empeño y, cómo no, a los valores de los europeos". Creo adivinar en ambos lectores un denominador común: su preocupación por Occidente, su conciencia de que éste es algo que hay que salvar, una preocupación que compartimos con millones y que, sinceramente, a mi me reconforta.Sin embargo, no comparto con gran parte de esos "muchos" el análisis de la situación. De ahí que crea que la actual tarea del ex presidente, más que una misión intelectual que sinceramente solo le ha preocupado desde que dejó la Presidencia, es más bien un trabajo de lobby a favor de oscuras instancias internacionales, a las que nunca nadie votó y que están empujando al mundo hacia la catástrofe.Mi tesis principal es que el enemigo de Occidente está intra y no extra-muros. El enemigo exterior no tendría una importancia real –mucho menos la importancia magnífica y casi omnipresente que se le da- si nosotros no fuéramos tan débiles. Además, Occidente cuenta con "amigos" que en realidad no son más que falsos amigos. No hay más que ver el conciliábulo de Aznar con el Partido de la Guerra en la reciente conferencia de Herzliya, en Israel, que pretende incubar una desastrosa acción militar contra Irán, tan contraria a los intereses de Occidente como la guerra de Irak, todo ello en nombre de la "democracia". La palabra "democracia" ha sido casi tan utilizada como la palabra "fascismo", de manera que á menudo nos encontramos con gobiernos que se dicen "democráticos" y que sirven a intereses opuestos a los de los pueblos, prostituyendo así la democracia real. Gracias a esos gobiernos se abre un abismo creciente entre elites políticas aupadas por el poder del dinero y una masa de ciudadanos que día tras día pierden un poco de sus derechos. Hay una sensación general de zozobra e inquietud mientras se extiende imparable un relativismo en el que crece y avanza la des-moralización, el nihilismo y la pérdida de valores. El capitalismo voraz, incontrolado, absolutamente ayuno de voluntad de servicio; el gravísimo quebranto generacional, el materialismo y la falta de sentidos de la vida y de la historia, todo esto avanza junto a fenómenos sociales nuevos como el invierno demográfico –del que el aborto es solo una parte-, la reducción del mundo a meros "recursos naturales" o la concepción del hombre como un mero activo económico que se transvasa en función de las necesidades del Dios-mercado. Nada de esto lo causa Al Qaeda, sino constantes operativas nacidas de las entrañas mismas del modelo ideológico y político Occidental. Gracias a él, Occidente se sitúa en la vía del suicidio.Por si fuera poco, nuestros dirigentes han entronado la "democracia" como si fuera la piedra filosofal que todo lo cura, pese a lo cual los ciudadanos ven que esa misma "democracia" resuelve cada vez menos de sus problemas. Muchos se asombran ante ese auge en toda Europa de partidos calificados de "extrema derecha", anatematizados por unos y otros pero sobre los que es casi imposible leer un análisis serio en los medios de comunicación. A este respecto en La Razón (20.1.2007) Javier Gómez y Gonzalo Suárez han escrito un texto titulado "¿Hay que poner un collar a la extrema derecha?", relativo a la constitución de no se qué grupo parlamentario europeo. Curiosamente, el artículo, con pretensiones de "debate", expone el debate entre dos personas que piensan igual. Entre los dos "ponentes" califican a los representados de 20 diputados europeos de "tontos del pueblo", "cuadrilla ultra", "repugnantes" además de los consabidos tópicos de la "xenofobia" y el "racismo". El texto no aporta una sola idea inteligente acerca de cuales son las razones por las que cada vez más europeos van a votar a opciones, en teoría "repugnantes". Con actitudes semejantes, el "periodismo" queda desvinculado de la racionalidad política más elemental, razón por la cual estos días han proliferado patéticos análisis sobre los problemas del municipio madrileño de Alcorcón, unos problemas que sufre la gente humilde pero cuya condena ritual nutre la autocomplacencia moral de la clase político-periodística. Paradójicamente, esta misma clase queda siempre libre de la sospecha de haber inducido el fracasado experimento de la "integración" y de haber jugado exclusivamente en beneficio del mercado y no de los ciudadanos.Por todo ello, llamo a mis lectores a autoafirmarse en la libertad de espíritu e intelectual: uno no nace "de izquierdas", ni "de derechas". Jamás el ambiente estuvo tan enrarecido ni nunca fue tan claro cómo adular a un poder que nadie sabe muy bien a quién sirve. Pero en cambio es evidente que las personas necesitan valores sin los cuales la vida se esfuma. Hace falta una vida trascendente al amparo de familias sólidas. El mercado no es Dios ni las vidas de la gente deben de quedar al arbitrio de los parámetros macroeconómicos, ni de la multinacional "deslocalizada" de turno. Las comunidades gestadas por la historia -compleja mezcla de caracteres culturales, religiosos y étnicos- son imprescindibles para garantizar la estabilidad de la vida humana y constituyen el único valladar contra la agresión del capital global, sin que nada de esto implique ni el odio a otro ni el rechazo a otros seres humanos que, a su vez, tienen el mismo derecho que nosotros a constituir sus propias comunidades.Nada de esto queda garantizado por la ideología pseudooccidental que difunde Aznar, sazonada oportunamente por llamamientos a las "raíces cristianas", pero comprometida en el fondo con el capitalismo nivelador, materialista y deshumanizador que es tan responsable de que esas "raíces cristianas" estén en crisis como de multitud de problemas que nos debilitan todos los días.

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