Mariano Rajoy manejó alternativa y oposición con soltura en Toledo
Antonio Martín Beaumont
30 de enero de 2007. Llámenlo centro, concordia o moderación; que cada uno use la palabra que le resulte más cómoda para definir ese programa popular que quiere hacer "de la libertad y la igualdad de los españoles el principio conductor de la política española" y pretende convencer a los ciudadanos de que "otra España –además de la socialista de ZP- es posible", según señaló Mariano Rajoy el sábado en Toledo en la presentación de las ideas que configurarán los compromisos del PP con los que quiere ganarse el apoyo de los votantes. Lo importante es que el "nuevo impulso" del Partido Popular no mira al pasado ni se limita a criticar el presente, tan polémico, de la España de Zapatero: El líder del PP quiere ganar las elecciones. Cuando toquen. Y cree que para ello debe ser antes alternativa que ilusione a unos españoles zaheridos por un Gobierno errado, que mera oposición que resalte una y otra vez los traspiés socialistas para conquistar el aplauso de los convencidos. "Yo no quiero ser el presidente del Gobierno porque el que esté ahora lo haga mal, sino porque los españoles confíen en mi", dijo Rajoy durante su intervención en la Universidad de la capital de Castilla-La Mancha.¿Está todo el centroderecha de acuerdo? Pues de palabra, sí. Nadie discute la oportunidad de las conferencias que el PP ha organizado estos meses sobre inmigración, seguridad, modelo de Estado y política económica para plantear sus propuestas para las elecciones de 2007 y 2008. Un programa de Gobierno mirando a los ojos a los ciudadanos, es decir, una alternativa al rumbo que el PSOE ha impuesto desde que llegase al poder en 2004. La izquierda ha abierto ese hueco para los populares puesto que ha olvidado los problemas reales de los españoles, "que se levantan pensando en su salario, en su puesto de trabajo o en la educación de sus hijos y no en la República, en Franco o en las naciones", como recordó el líder popular en otro momento de su discurso.De acuerdo con el "número uno" del PP. Aunque con matices. Porque existe una tentación "opositora" de doble filo. Los mismos que un día se quejan de que su líder es "demasiado duro" por decir las verdades del barquero son capaces, al día siguiente, de gritar a los dirigentes populares que "den más caña" a Zapatero, tal como pedía el público popular toledano el sábado a un Rajoy que debió tranquilizar a la parroquia asegurando que "habrá caña, pero moderada". Es cierto, como cree el mandamás popular, que ser oposición, limitarse a la queja y la denuncia, es cómodo pero puede –aparentemente al menos- ser volátil. Es seguro también que el PP debe hacer el esfuerzo de llegar a la gente no convencida de antemano y de unir a más personas a su alrededor. Pero tampoco debe olvidarse, por más que haya que decirlo en voz tenue, que los españoles votan casi siempre más contra alguien que a favor de alguien. De ahí la importancia para el PP –alternativa y oposición a la vez- de que cuando vayan a abrirse las urnas, el vaso que contiene los errores de José Luis Rodríguez Zapatero esté a rebosar y la paciencia pública agotada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario