miércoles, enero 31, 2007

Antonio Parra, Perversion lingüistica

jueves 1 de febrero de 2007
PERVERSIÓN LINGÜÍSTICA
Antonio Parra

T ENÍA que evacuar consultas no diplomáticas claro está sino editoriales. Llamo a Barcelona y me ponen un contestador en catalán. Me siento un gilipollas porque no hablo el catalán, lo leo y el lemosín a medias, tal vez por aquello del espíritu de cuerpo filológico que uno lleva dentro y que mis maestros fueron catalanes (Mariner Bigorra fue el mejor latinista que tuvo la complutense y siempre que he de solventar una duda sobre étimos hay que acudir al Corominas complementario al de maría Moliner a titulo de referencia porque el que acaba siempre llevándose el gato al agua en cuanto al origen de donde arranca el uso de las palabras es el Casares. Pero, recapitulando, el catalán se me atraganta como a tantos otros españoles. Y ahora el gallego al que siempre sentía una simpatía racial por cuestión de vecindario ya que tengo algo escrito por ahí sobre el bable y gallegos y asturianos primos hermanos, tres pares de lo mismo. Porque no es gallego eufónico y meloso de Puente Denme sino el de los caldereiros de Villalba, el que habla Fraga, que es un gallego castellanizado y algo macarrónico. Telefoneé a Santiago e idem de lienzo la misma cantinela. El contestador de marras al aparato. Dije: - Eu. (Yo…) Y colgué. Pero recuerdo con nostalgia la jerga melodiosa de los afiladores y de los segadores que nos mandaba Rosalía todos los veranos. Venían los coitadiños rosados como ángeles y se los devolvíamos como leños. Ay Santa compaña. Dulce Monforte de Lemos. Prosas de Cunqueiro. Melodías de campanarios que es la música de Mondoñedo. Este no es mi Juan que me lo han cambiado. Nuestra política lingüística desde el 75 para acá ha sido un desastre. Pocos españoles sabrán y menos con los nuevos planes de estudios que borrarán del mapa a Isabel y Fernando y nuestros escolares no tendrán derecho a saber quién era el Duque de alba y qué ocurrió en Lepanto (¡cuán triste, ala triste) que el mejor canto a España está escrito en catalán por mosén Cinto Verdaguer en La Atlántida. Al alumno de las 17 taifas se le hará gracia de saber que Cosme Churruca el héroe de Trafalgar era de Ondarroa y que hubo un tiempo en que se decía que “España tenía las espaldas cubiertas por los pechos de los marinos vascos”. Antiguamente una de las mayores riquezas eran sus idiomas y dialectos. La unidad dentro de la variedad pero se ha malbaratado el peculio del “ex pluribus unum” lema frontal del escudo de los Reyes Católicos que se han apropiado los norteamericanos. Me acuerdo que una vez en Lieja estuve a punto de perder un tren. Había hablado al aduanero en francés y él era flamenco. Lo tomó como una injuria y me mandó al convoy que salía para Paris cuando yo quería ir a Bruselas. Las lenguas son un bien pero cuando se convierten en boomerang o en dardo, malo. Ha ocurrido en Bélgica y está ocurriendo en Rusia y en los Balcanes o en el Canadá. Pero los franceses que son muy listos han arrinconado el patois y las 27 variantes dialectales del francés que se parlaba en el medioevo. Los servicios secretos británicos ingleses pusieron sordina a las reclamaciones de los escoceses e irlandeses por una lengua propia y la lengua del País de Gales que en los sesenta tenía cierta preponderancia no tiene mayor importancia en la Gran Bretaña actual que el castuo la tiene para nosotros. En la democracia más antigua del mundo no se ha dado licencia a los galeses para que tengan una televisión en su jerga materna las veinticuatro horas del día. Sólo media hora antes del telediario. Ocurre también en Escocia. Y el cornish y otras lenguas célticas que se hablaban en el Reino Unido han desaparecido. USA ha restringido a pesar de lo que diga don Luis Maria Ansón y otros optimistas de la cuerda (poco conocen a los americanos) la enseñanza del castellano. Los hispanos si quieren medrar tienen que renunciar a su idioma y adoptar al inglés y hasta se cambian los apellidos como ese candidato a la Casa Blanca que siendo chicano ha adoptado un nombre anglosajón. No seamos ilusos. En Washington siguen creyendo a pie juntillas que la “lengua es la compañera del imperio” importan unidad y exportan división. Es lo que les conviene y aquí desgraciadamente el que ha ganado es don Chorri Puchol en su política de odio al castellano. Para mí ese hombre que tiene muy poco de demócrata ha sido el celador o el sacristán de esta democracia vigilada. Todavía tengo grabada la imagen de don Jorge con los pirreles colgando celebrando una entrevista con el Rey a bordo de un telesilla. Todos con equipo montañeros y botas de esquiar y el bueno de don Jordi en ropa de calle. Hasta los gatos llevan zapatos. La política lingüística de estos últimos lustros no pudo ser peor. Él tuvo la culpa, él. Encastillado de soberbia y de odio a España furibundo prietas las filas henchidos los pechos furibundos de venganza catalana. Y la vamos a pagar.

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