jueves 1 de febrero de 2007
RITOS DE PASO ESTATALES
Ceremonial neopá de concejales
Por Alfonso García Nuño
Después de Hugo Chávez, Pontifex maximus, hoy nos toca hablar del bajo clero de una incipiente teocracia laica, la ibérica. No digo española, pues no nos lo permiten ni su carácter retrógrado, que nos lleva a antes de Recaredo, ni el respeto a la desafección a España de sus promotores, que tampoco quiero provocarles algún síntoma de tipo alérgico. También es probable que estas dos razones estén vinculadas entre sí. Los neopaganismos –entre los que se incluyen, como indicó Juan Pablo II, los nacionalismos extremos– y la aversión a lo español van usualmente de la mano.
En otros países, la cuestión curiosamente no ha sido normalmente así; el caso más evidente es el período nazi. Aquel paganismo nacionalista no iba directamente contra Alemania, aunque el daño que le infligiera fuera de dimensiones hasta entonces desconocidas. Pero, en España, las cosas no son así, los neopá(ganos), en nuestros lares, suelen tener hispanofobia. Y, como no podía ser menos, el gran espacio, para esta retaguardia social, es Cataluña, aunque los neopá gusten de sentirse como los que progresan y autoproclamarse vanguardia. Porque, tal vez, el gran problema de los progresismos sea que, de tanto preocuparse por dejar el lugar en el que están para avanzar, se olvidan de mirar a dónde van. Como marchan por dejar algo atrás, creen que van adelante, cuando a donde van es hacia atrás, al desastre, caminan en círculo o, en el mejor de los casos, tocan la flauta por casualidad.
La "Asociación Catalana de Municipios y Comarcas", con la colaboración de la Generalitat, para que alcaldes y concejales puedan "bautizar" (ceremonia de acogida), casar y pseudo-casar, celebrar la eutanasia y enterrar, todo ello por lo civil, siguiendo un digno ritual laico, ha publicado un libro titulado Manual de Ceremonial Civil. Los días más grandes. Los que faltan son los sucedáneos de la primera comunión y de la confirmación; de la penitencia ya se encarga o encargaba el Código Penal.
¿Pero es éste un ceremonial laico? Este libro se ha publicado para servir a "aquellos y aquellas que quieran, bajo unos parámetros exclusivamente laicos, encontrar fórmulas para vivir con plenitud, solemnidad y espiritualidad lo que conocemos como ritos de paso". Sí, "plenitud, solemnidad y espiritualidad", es decir, que el Estado aconfesional, según el artículo 16.3 de la comatosa Constitución de 1978, anhelado laico por otros, podría prestar, a través de algunos de sus órganos, un servicio espiritual, por tanto, religioso. Desde luego, esto no es elevar ninguna de las confesiones religiosas a rango estatal, pero tampoco es cooperar con ellas. Ni siquiera es remover, como señala el artículo 9.2 de nuestra Ley Fundamental, los obstáculos que impiden o dificultan el ejercicio de la libertad religiosa de algunos ciudadanos que no encuentran confesión religiosa con la que identificarse y no pocas veces parasitan los sacramentos cristianos, pues éstos no tienen nada más que fundar la suya propia o crear una empresa de servicios de "ritos de paso" sin necesidad de que haga ese papel el todopoderoso Estado.
El autor, Joan Surroca i Sens, justifica su obra, entre otras cosas, porque muchos que se casan por lo civil lo hacen "por un desacuerdo con la manera de actuar de la jerarquía eclesiástica, más que por un rechazo total a la religión". Estamos pues ante la pretensión de que un servicio religioso o espiritual sea prestado directamente por las autoridades estatales.
Más de uno me dirá que exagero, pero el siguiente paso podría ser una religión de Estado que, evidentemente, sería una reedición posmoderna de las religiones paganas de la antigüedad. Aquí parece que vienen a parar los laicismos, al menos los ibéricos. La tendencia de algunas ideologías a que el Estado lo invada todo no tiene por qué encontrar un límite en la esfera religiosa. Es más, es inevitable, pues algún sustituto habrá que buscarle a Dios y qué mejor oferta de salvación o solución-para-todo que un Estado omnipotente. El Dios verdadero ama lo que creó y, por eso, respeta la autonomía de todos los órdenes de la realidad, pero un Estado divinizado, como solamente tiene poder y éste ni siquiera es propio, sino otorgado, y además ni es creador ni amante de lo creado ni eterno, tiene que alimentarse con todo. Este Molok estatal acabará devorándonos a todos... pero, eso sí, con ceremonia de entierro.
miércoles, enero 31, 2007
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