martes 30 de enero de 2007
Irán y Siria
El gran error de Irak
GEES
Si al calor de la derrota de Saddam, los Estados Unidos se hubieran atrevido con la dictadura baasista siria y con la teocracia totalitaria iraní, hoy Irak y la región sería otra cosa, mucho más benigna.
La actual situación de Irak es el producto de un gran error. Pero ese error no es el haber realizado la intervención militar para derrocar al ya difunto Saddam Hussein. Es un error de distinta naturaleza y recuerda mucho a otro anterior, causa de muchos males. Así, cuando en 1991 el equipo de Bush padre, Bush 41, decidió no proseguir el avance militar hasta Bagdad, una vez derrotadas las tropas iraquíes en Kuwait y el sur de Irak, se cometió el primer gran error de la política norteamericana hacia Saddam: dejarle en el poder por temor a generar una gran desestabilización en la zona. Que fue un gravísimo error lo supo enseguida el pueblo iraquí, a quien Saddam no dudó en volver a masacrar al considerarse a salvo e impune, y lo atestiguan los militares norteamericanos con cada baja que les inflinge la resistencia en Irak. De haber atajado el problema entonces, hoy Irak sería una nación bien distinta y seguramente los soldados estadounidenses no tendrían que estar patrullando por sus calles.
Pero no siempre los dirigentes políticos aprenden la lección y la intervención de 2003 volvió a cometer el mismo error de bulto: contentarse con las victorias inmediatas sin atajar los males mayores. Contentarse con echar al dictador. El error de Bush hijo, Bush 43, fue declarar la victoria tras derrumbar la estatua de Saddam en Bagdad, sin querer plantearse que no podría haber un nuevo Irak si todo en la región permanecía igual. El gran error fue creer que los vecinos Irán y Siria dejarían que Irak se les escapara de las manos y se convirtiera en un foco de cambio político para toda la región.
Si al calor de la derrota de Saddam, los Estados Unidos se hubieran atrevido con la dictadura baasista siria y con la teocracia totalitaria iraní, hoy Irak y la región sería otra cosa, mucho más benigna. Pero los mismos miedos que atenazaron al equipo de su padre en 1991 se revivieron alrededor de la Casa Blanca y se eligió la peor de las opciones, como ahora bien sabemos: dejar en paz a quienes están detrás de gran parte de la desestabilización de Irak.
Esta es una lección que no se debe descuidar al hablar de Irán y su programa nuclear. No frustrarlo hoy significa tener que lidiar con un Irán nuclear en algún momento del mañana. En peores condiciones y con un altísimo riesgo. En política hay ocasiones en que el tiempo resuelve los problemas. Pero también hay muchas en que el tiempo no juega a nuestro favor, sino en el de nuestros enemigos. Esa parece ser la gran lección que emana de la experiencia en Irak, de 1991 hasta nuestros días. Ya se han cometido demasiados errores como para volver a repetir el mismo de nuevo. No dejemos para mañana lo que debemos hacer hoy.GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
lunes, enero 29, 2007
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