miercoles 31 de enero de 2007
Publicidad odiosa
JUAN BAS j.bas@diario-elcorreo.com
Me refiero a la que te intentan meter -nunca mejor dicho- por narices, a través de medios que en principio no llevan aparejado servir de vehículo portador de publicidad. Porque si uno toma la intrépida decisión de ver un largometraje por un canal generalista de televisión, ya sabe que se va a tragar en cada uno de los tres o cuatro intermedios un torrente de anuncios, que no podrá escapar de ellos cambiando de canal ya que todas las cadenas coinciden más o menos al mismo tiempo en los espacios publicitarios y que durante los mismos podrá con holgura cocinar rabo de buey en paciente salsa de vino para doce, intentar contribuir al incremento del índice de natalidad con más de una prestación o leer 'Guerra y paz' en edición bilingüe. A esto ya nos hemos acostumbrado. «Mal pero 'acostumbrau'», como dice el gaucho Ynodoro Pereira de Fontanarrosa. Pero resultan irritantes otros asaltos publicitarios más inesperados. Por ejemplo, me sorprende que todavía algunos anunciantes recurran al sistema de meter enormes hojas de publicidad dobladas en los periódicos. La eficacia de este recurso creo que es nula. Lo primero que haces al comprar el periódico y notar que lleva en medio las molestas hojas es tirarlas a la papelera, en mi caso sin mirarlas.Otro sistema odioso es el de la publicidad en el buzón de cartas. Si el panfleto es pequeño, no agrede; pero prolifera también el de las grandes hojas, que el repartidor embute en la ranura del buzón como puede, queda asomando como un gran floripondio de papel e imposibilita que allí dentro se pueda meter nada más, ni siquiera una carta escrita con -pocos- monosílabos.Pero el medio para atizarte publicidad que más odio me suscita es el teléfono. En los móviles, bueno, pase. Se limita a mensajes SMS o MMS que, superada la decepción de comprobar que no es una misiva del productor de tus sueños -no me refiero sólo al amante-, los borras fácilmente. La agresión es mayor y cada vez más repetida en el teléfono fijo. Llaman a las horas que es más fácil pillarte, por tanto las más inoportunas, empiezan sin más con una grabación que te ordena que no te retires y a continuación algún pobrecillo -por lo general pobrecilla- que tiene que ganarse el pan intenta colarte un seguro, un crédito rápido con un tipo de interés que haría enrojecer a un prestamista del hampa o pretende obtener de ti más datos que la CIA.Así que al final pagan justos por pecadores. Hace poco, el teléfono me despertó muy temprano. Una voz castiza y de tono alto me dijo con decisión que quería sacarse sangre. Le respondí que se clavara un cuchillo. Antes de colgar, le dio tiempo a preguntarme cabreado si es que no hablaba con el ambulatorio de no sé dónde
martes, enero 30, 2007
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