lunes, julio 30, 2007

Rosa Belmonte Quien fuera mecanica del señor emir

martes 31 de julio de 2007
Quién fuera mecánica del señor emir

Por Rosa Belmonte
Si viene Grissom y toma una muestra de la cara de Doña Letizia, seguro que encuentra un raro y pringoso combinado de ADN. El del sudor de todas las periodistas a las que besó en la jornada inaugural de la Copa del Rey Camper Audi (Doña Sofía y Don Felipe calzaban zapatillas de uno, y Don Juan Carlos conducía un coche del otro). Como si no tuviera bastante la Princesa con dar palique y aguantar a la prensa. Las periodistas que dejaron el sudor de su cara, que no de su frente, en las mejillas de la Princesa de Asturias habían estado previamente al lorenzo (los lunes al sol, pero menos) en la puerta del Club Náutico. Poco tiempo pero el suficiente. Claro que, como en «La parábola del náufrago» de Delibes, siempre se puede estar peor.
Así, si en lugar de plumilla (o tecladilla) tuviera una la mala suerte de ser pirata. No del Caribe sino del Paseo Marítimo. Como el tío disfrazado de Barbanegra que había en la puerta del muelle de las golondrinas, la otra sede de la Copa. Reclamo de un barco turístico, llevaba una casaca de terciopelo que estaba dando calor hasta a los sufridos policías que custodiaban la entrada de las instalaciones. Lo que Grissom podría encontrar debajo de todo ese terciopelo...
Un poco más allá de las golondrinas (de donde salen los Transpac 52, categoría náutica en la que participan el Rey y el Príncipe de Asturias), un poco más allá, digo, en una estampa de postal que vista desde el mar completa por lo alto el castillo de Bellver, se puede observar el Salem. No hay problema si se han dejado las gafas en casa o llevan los ojos vendados porque el tamaño del buque es de los que sí importan.
El Salem es el pedazo de barco del emir de Qatar, el Jeque Hamad Bin Khalifa Al-Thani (ponte nombre, si eso). Aunque cuenta con un casoplón llegando a Valldemosa, el Salem es su residencia en Palma. Al lado atraca otro barcucho (comparado con el papá, claro) con el que sale a navegar. En tierra tiene permanentemente (las 24 horas que también ofrece el día a los emires) una flota de diez coches Mercedes con sus respectivos chóferes. Cada diez horas cambia el turno. Y hayan movido el troncomóvil alemán o no, reciben una propina de 500 euros cada uno.
Como espectáculo, aunque los chóferes no lleven un alto gorro de piel de oso (no cabría en el Mercedes, les pasaría como a Marge Simpson cuando va en coche), me da la impresión de que ese cambio de conductores es mucho más interesante que el cambio de la guardia en el palacio de Buckingham. Aunque ya sabía de la generosidad del emir, que donó 100 millones de dólares de su «pocket money» a las víctimas del huracán Katrina (el huracán racista, el primer huracán específico para negros), y que tanto ha mediado con Libia en el delirante caso de las enfermera búlgaras, viendo como trata a los mecánicos me veo tentada con cambiar de profesión. Sueldo base más propinas de color morado. Vale.
Aunque ni siquiera las rumbosas propinas del emir de Qatar son tan chocantes como el hecho de que en «Aquí hay tomate» dieran cuenta ayer (con imágenes de los informativos de Telecinco, vale) de la muerte de Ingmar Bergman. Chúpate ese smörgasbord. A ver si le van a hacer un hormigas suecas o algo así.
ABC
Piratas con un adecuado y soportable uniforme de verano

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