lunes 30 de julio de 2007
El «poltergeist» de Zapatero
IGNACIO
CAMACHO
EN su afán marketiniano y electoralista de comenzar una especie de segunda legislatura de diez meses sin haber concluido la primera, Zapatero olvida que tiene en el jardín de su presidencia una especie de «poltergeist» político, un cementerio de cadáveres mal enterrados cuyos espíritus vagan con vida propia e irrumpen en la atmósfera alegre y hasta eufórica de este final de mandato. Son los espectros del «Proceso», los fantasmas de los errores, las mentiras, los tejemanejes y las concesiones que durante tres años se han ido acumulando en el subsuelo de este Gobierno, y que se resisten a quedar sepultados por la propaganda triunfalista con que el zapaterismo reviste el último tramo de la legislatura como si nada hubiese pasado. Pero sí han pasado muchas cosas, y es de temer que aún vayan a pasar algunas más.
Como en la película de Spielberg, de la piscina de la apacible residencia familiar emergen los duendes siniestros de esa ignominia para alborotar el tránsito político de un curso de naufragios y fracasos a otro de precampaña alborotada de fanfarrias promisorias. Los periódicos de ETA y del nacionalismo escupen por sus rotativas el testimonio del cambalache al que el presidente se prestó con la ya proverbial convicción temeraria de un aprendiz de brujo. Acuerdos en los que se reconocía el carácter político del conflicto vasco, documentos que admitían la autodeterminación, planes de reinserción remunerada de los terroristas, mesas en las que el Estado se arrodillaba ante el programa del soberanismo, papeles que recogían el trizado del modelo constitucional. Reuniones a dos, tres, cuatro bandas; con los etarras, con los batasunos, con los peneuvistas. Mediadores suizos, noruegos, irlandeses, vaticanos. Una hilera de apariciones que salen de las sombras para dar fe de la enorme engañifa, de la mentira masiva con que el Gobierno se saltaba sus palabras, sus promesas, sus compromisos -¡ante el Parlamento!- y sus reiterados mensajes de opinión pública. Un aquelarre de revelaciones que ponen de manifiesto la envergadura y la profundidad del engaño que el presidente pretende ahora minimizar como un episodio intrascendente y remoto.
Pero era su piedra angular. Tanto que sobre ella estaba dispuesto -papeles hay, y los leeremos- a construir un nuevo modelo de Estado, fiado en la falsa seguridad de que la paz -la pazzzzzzz solemne de los hueros discursos- justificaría los manejos pintando de colores los ribetes de la infamia. Sí, al final se rompió el juego, pero fue ETA la que tiró del tapete en su insano delirio de vértigo y poder. Pero las cartas estaban sobre la mesa, y las había aceptado, cuando no sacado, el Gobierno que ahora intenta sacar pecho para vender como un gesto de coraje y firmeza el fracaso de su humillante postulación imprecatoria.
Ya no vale el silencio ante esta macabra procesión de espectros. No sirven los exorcismos ventajistas ni los ardides que disfrazan de responsabilidad lo que no fue sino un amargo chasco rodeado de engaños. Y aún quedan las actas; el jardín de las delicias está minado de fenómenos extraños.
domingo, julio 29, 2007
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