lunes 30 de julio de 2007
El sujetador debajo del camisón Manuel Martín Ferrand
Contaba el mismísimo Billy Wilder que, durante el rodaje de La tentación vive arriba, increpó a Marilyn Monroe por su falta de naturalidad en el planeamiento de una de las escenas de la película. “Nadie lleva sujetador debajo del camisón”, le dijo el director a la actriz. “No lo llevo”, respondió ella al tiempo que le tomaba la mano y la colocaba sobre su pecho.
Algo así, salvando las distancias, tendrá que hacer Mariano Rajoy con todos nosotros —los españoles— si quiere convencernos de la resolución centrista y liberal con la que se dispone a encarar, veraneo de por medio, los próximos comicios. De tanto señalar, no sin razón, los constantes disparates que conforman la política de José Luis Rodríguez Zapatero, Rajoy ha perdido su propia definición. Sabemos lo que no es ni quiere ser; pero, ¿cuál es su proyecto de Gobierno?
Tomar de la mano, uno a uno, a veinte o treinta millones de electores potenciales para demostrarles que “no lleva sujetador” es una tarea titánica y fatigosa. Imposible. Tendrá que reemplazarla por un programa electoral verdaderamente sugestivo y provocador y, aun así, sus compañías más acostumbradas le restarán credibilidad.
Si Rajoy tuviera escudo nobiliario luciría en él, inevitablemente, un lema bien rotundo: “Todo por la paz”. El heredero de José María Aznar no quiere conflictos y mucho menos dentro de casa. Hasta es capaz de sonreír y conversar amicalmente con quien, en público y con reiteración, le define como “maricomplejines”. Como se dice en mi tierra —que es la de Rajoy—, para hacer tortillas es imprescindible romper huevos.
Es tan errático el rumbo que, desde fuera, se advierte en el PP que, a juzgar por lo que leemos en los periódicos, tanto en los próximos como en los distantes, la curiosidad se centra en las hipótesis de la sustitución de Rajoy. ¡Qué disparate! Otro más que añadir a la política informativa con la que el partido del centro derecha español se machaca a sí mismo.
Rajoy, reconfortado por la victoria en el Tour de Alberto Contador y fatigado, por cuenta ajena, con el pedaleo del jovencísimo campeón, se va de vacaciones. Es muy dueño; pero no debiera ignorar que, mientras no remedie los efectos demoledores que generan sus compañías y produce su aparente indecisión, los gérmenes que deterioran su imagen pública seguirán operando.
Las próximas elecciones legislativas, en las que Rajoy se juega su continuidad en la vida política, no cursarán por los cauces de lo lógico y razonable. Zapatero es un hombre de gestos y, sin sentido del ridículo, tiene mucho camino ganado gracias a su desfachatez demagógica. Sólo una oposición muy sólida y coherente, sin contradicciones ni debilidades, podrá —para bien de todos— incluirle en la nómina de los cesantes. Eso sólo se consigue con autoridad y resolución, dos elementos que el líder popular rechaza apriorísticamente. Mal asunto.
A Marilyn Monroe le bastó un mínimo gesto para convencer a Billy Wilder de su arrolladora y tersa sinceridad. Nadie lleva sujetador bajo el camisón, así debe ser y así era durante el rodaje de aquella inolvidable película. Pues eso. Rajoy es mejor de lo que parece y debe su merma de imagen a la incapacidad demostrada por sus equipos mediáticos y de propaganda. Además, si fuera peor, tampoco hay tiempo para un relevo.
La suerte está echada; pero, como saben los triunfadores, a la suerte debe ayudársela poniéndole lo que le falta y quitándole lo que le sobra. Y rompiendo huevos, todos cuantos haga falta.
lunes, julio 30, 2007
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