martes 31 de julio de 2007
V: menos votos, más poder
EN el autocomplaciente balance de gestión que hizo recientemente Zapatero no hubo mención alguna, como era previsible, al que corresponde a su política con los nacionalismos. El presidente del Gobierno arrancó la legislatura con el propósito de arreglar la «tensión territorial» heredada de Aznar y dio por hecho que los nacionalistas abandonarían sus posiciones extremistas gracias a su nueva política conciliadora. Tres años después, los resultados evidencian el fracaso en ambos objetivos. El acceso del Partido Nacionalista Vasco a la presidencia de la Diputación General de Álava desnuda la incapacidad de los socialistas para ser alternativa política en el País Vasco. Lo mismo podría decirse en Navarra. A pesar de que el PNV ha obtenido los peores resultados de su historia en unas elecciones locales, logra dirigir los tres Territorios Históricos, los cuales ostentan el verdadero poder financiero en la compleja organización de la comunidad vasca, en la que se solapan el sistema autonómico y el sistema foral. Así es como el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero cierra su tercer año de mandato con un saldo negativo en el País Vasco para los intereses nacionales, pues, a pesar de que el PSOE se define como una fuerza no nacionalista, al menos en su programa, ha permitido que los distintos nacionalismos vascos se consoliden en las instituciones. Las cosas podían haber discurrido de otra forma, porque hoy habría sido posible que ETA no tuviera representación en el Parlamento vasco, a través del Partido Comunista de las Tierras Vascas, ni en los ayuntamientos y diputaciones forales, a través de Acción Nacionalista. Habría bastado aplicar en sus propios términos la Ley de Partidos, sin lecturas oportunistas ni servidumbres al fracasado «proceso de paz».
Por su parte, el PNV ha podido dar la vuelta a los resultados de las elecciones celebradas el 27 de mayo, de las que salió con un serio revés, al conseguir gobernar en las tres provincias y, lo que es más preocupante, reforzando al sector liderado por Joseba Egibar, cuyo control sobre la Diputación de Álava no favorecerá, en absoluto, la corrección de rumbo de su partido propuesta por José Jon Imaz.
El Gobierno de Zapatero y los socialistas vascos han desaprovechado tres años decisivos para llevar al País Vasco una verdadera alternativa constitucionalista, dejando pasar las crisis del nacionalismo, en todas sus modalidades, y facilitando su recuperación. El resultado de la votación para elegir al diputado general de Álava les ha vuelto a demostrar que los nacionalistas no suelen defraudarse unos a otros cuando está en juego el poder. Acción Nacionalista Vasca había anunciado que sus cuatro junteros apoyarían al candidato del PNV, Xavier Agirre, para evitar la elección del socialista Txarli Prieto, y Aralar, por su parte, se abstuvo en la segunda votación para facilitar un gobierno nacionalista, pese a que el PSE dio por hecho que recibiría el apoyo de esta formación abertzale. Con las cifras en la mano, la elección del candidato del PNV es un despropósito. PP y PSE suman 29 junteros en la diputación de Álava, frente a los 22 del PNV, Aralar, Izquierda Unida, Eusko Alkartasuna y ANV. Hay, por tanto, una mayoría autonomista y constitucionalista que tenía haber gobernado en Álava. El PSE debió hacer en la diputación foral, lo que el PP hizo en el ayuntamiento de Vitoria: permitir la elección del candidato más votado, aunque fuese el del PP, quien, por cierto, ofreció a los socialistas un gobierno paritario. Al final, con Zapatero hay más nacionalismo en las instituciones del País Vasco, incluso cuando pierden votos en las urnas.
lunes, julio 30, 2007
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