domingo, julio 29, 2007

Iñaki Ezkerra, El amor al trabajo

El amor al trabajo
30.07.2007 -
IÑAKI EZKERRA i.ezkerra@diario-elcorreo.com

Yo creo que, en vez mosquearse con la revista 'El Jueves' y con su chiste obvio sobre la monarquía ociosa, los príncipes españoles deberían tomar buena nota de Marta Luisa de Noruega, la princesa que ha sabido demostrar al mundo su profundo amor al trabajo haciéndose vidente. Marta Luisa de Noruega siempre tuvo al parecer el don de ver a los ángeles, de relacionarse con ellos y darles palique. Esta celestial habilidad se le reveló -según ella misma ha explicado- desde muy niña mientras cuidaba los caballos. Gracias a los caballos entró en contacto con los angelitos. Ahora Marta Luisa ha montado una academia de videncia en Internet y los estudiantes pueden salir, previo pago de los mil quinientos euros que cuesta la matrícula y después de tres largos años de carrera, con un lustroso título 'académico' que les acredita como videntes angélicos. A Marta Luisa no se le han caído los anillos por currar de profesora de angelismo y por enseñarles al resto de los humanos a que vean lo mismo que ella ve. Cuando uno oye estas historias tan edificantes, cuando le cuentan casos como éste, tan hermosos, le dan ganas de volver a creer en la Humanidad. ¿Qué necesidad -se pregunta uno- tenía Marta Luisa (¿Marta Luisa de Noruega ni más ni menos!) de ponerse a trabajar y de compartir sus angelicales poderes en lugar de guardárselos para el consumo personal? A mí este bello y no menos aleccionador ejemplo me ha recordado otro más cercano y que nos remite de nuevo a la Familia Real. Me ha evocado, sí, el heroico caso de Álvaro de Marichalar, el hermano de Jaime ídem; un sujeto que ha sabido tener el necesario coraje para convertirse en campeón mundial de un deporte inexistente como es el de la permanencia a bordo de una moto acuática a la que él llama 'embarcación' con una ilusión conmovedora. Álvaro de Marichalar, el azote de los océanos, el príncipe de las mareas, es decir nuestro hombre, ha sido capaz de obtener el mayor récord internacional (o sea el único que ha existido, existe y existirá) surcando sin desfallecer el Mediterráneo y el Atlántico, o sea compitiendo consigo mismo en una actividad que no tiene competidores sencillamente.Yo creo que a su hermano Jaime hay que buscarle una actividad parecida donde puede brillar su talento. Me estoy acordando de los 'saltadores Gorila', una rara especie de patinetes equipados con unos muelles que le permitían al usuario desplazarse a saltitos como Tiger, el amigo de Winnie the Poo. Ya imagino al duque en uno de ellos surcando el Sáhara o la estepa rusa, pongo por caso. Yo creo que batiría el récord mundial de ese deporte. Mientras tanto le queda, como a sus cuñados, trabajar de chiste en 'El Jueves'. Va en el sueldo.

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