El mundo (mundial) del difunto Polanco visto por Juan Luis Cebrián
Miguel Ángel Orellana
El pasado viernes la cadena en abierto de Prisa emitió un publireportaje sobre la vida, obra y milagros del capo. Un burdo lavado de imagen que pasará a los anales del mal periodismo.
31 de julio de 2007. Uno de los hombres más ricos -y uno de los más influyentes y, por lo tanto, más temibles- de España, Jesús de Polanco, presidente del Grupo Prisa, fue homenajeado a título póstumo por su cortijo mediático con un publirreportaje macerado durante esta última semana. La tarea incluyó testimonios de figuras como los ex presidentes Felipe González, el brasileño Fernando Henrique Cardoso o el chileno Ricardo Lagos, e incluso del propio presidente del Banco Santander, Emilio Botín, entre muchos otros.Y como hilo conductor, en fin, entrevistado por Iñaki Gabilondo, el inmarcesible Juan Luis Cebrián, más dueño del prao patrio que nunca. Convencido de haber traído él solito la democracia a España, allá por los 70, el antiguo jefe de informativos en la TVE de Arias Navarro ejerció de particular memoria del brillante ejercicio de propaganda. Desde sus altas cotas de sabiduría y poder, Cebrián se encargó de vender la cara más amable de su jefe y la potencia del grupo.En Cuatro y con mucha miel, toneladas de obscena miel en torno a Jesús de Polanco, el consejero delegado de Prisa dijo cosas muy graciosas. Por ejemplo, que jamás se vieron favorecidos por el poder político. Y eso lo sostenía Cebrián desde la cadena fruto de un nuevo regalo gubernamental ante la decisión de Polanco de emitir en abierto con su Canal Plus las 24 horas del día, volviendo del revés los términos de la concesión sui generis que le otorgó el Gobierno González, porque quería meter la cuchara en la gran tarta de la publicidad que se reparten en comandita las dos televisiones privadas.No se trató de libre competencia. Se trató de un nuevo Gobierno socialista decidido a otorgar un nuevo privilegio al capo. Ni más ni menos. Pero un sentimiento de infinita piedad sacudió además los cimientos de mi sala de estar cuando Cebrián desveló, ya era hora, el secreto que tan atribulada tenía a España y a los españoles: el capo de Prisa, cuyo proceso de beatificación podría proponer en breve a la Santa Madre Iglesia el gran Janli con la grasia que le distingue, fue en el llamado caso Sogecable víctima de una "gran calumnia montada desde los aledaños mediáticos y judiciales del Poder".Acabáramos. Polanco perseguido o el mundo al revés. ¿Cómo pudo este empresario vivir sometido al asedio de unos medios de comunicación malvados que decidieron, quijotes entre los quijotes, plantarle cara al hombre más poderoso de España? De modo que el desamparado Polanco se vio rodeado por la partida de unos competidores que, desde luego, jamás podrían competir en medios con el ejército que rodeó al cántabro. Donde sí compitieron esos viles es en la determinación de no hincar la rodilla ante el poderoso, esa cosa propia de otra época y que ya no se estila.Alguna cosa sensata sí que dijo Juan Luis Cebrián, cosas con las que estoy totalmente de acuerdo, como cuando mantuvo, textual, que Jesús de Polanco "no era un hombre condicionado por posiciones ideológicas". Más de acuerdo, imposible. Porque el problema de Polanco no es que fuese muy rico, que tuviera mucho poder. El problema es que era un poder predemocrático, por decirlo en plan fino, un franquista que se hizo rico a la sombra del poder, que se dio cuenta de que al lado del poder político es posible hacer bellos negocios, lo que implica tener a los políticos bien cogidos por el ronzal.Un empresario reacio a la competencia, acostumbrado a hacer negocios en mercados intervenidos. Un peligro, por lo tanto, para cualquier modelo de sociedad libre y abierta.
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