lunes 30 de julio de 2007
Dos impuestos sin futuro
MARIANO Rajoy ha avanzado que los populares van a plantear en la campaña electoral una reforma a fondo del actual modelo fiscal, con rebaja de tarifas y eliminación de algunos impuestos. Los socialistas, como hicieron ya en la anterior campaña, tratarán de no regatear en este campo y prometerán alguna rebaja, pero mucho más matizada. Los ocho años de Gobierno de Aznar concluyeron con una moderada reducción de la presión fiscal efectiva tras dos reformas -una por legislatura- y un cambio de signo en la tendencia del déficit público. Los cuatro años de Zapatero se saldan con una modestísima reforma de los dos impuestos directos esenciales, IRPF y sociedades, que no se ha traducido en menor presión fiscal.
El debate entre los dos partidos se refiere ahora a dos impuestos menores, pero muy significativos: patrimonio y sucesiones y donaciones, ambos de competencia autonómica. La recaudación que proporcionan ambos impuestos no pasa del 3,5 por ciento de los ingresos regionales (poco más del 1 por ciento por patrimonio, y algo más del 2 por ciento por sucesiones y donaciones). No es una recaudación significativa y, en el caso del patrimonio, ya no cumple la función censal y de transparencia para el IRPF con la que se justificó su creación en 1977. En la Unión Europea sólo tres países tienen en su estructura fiscal un impuesto, como el del patrimonio, que grave rentas que ya fueron fiscalizadas en origen. El ministro Solbes ha apuntado la posibilidad de mantener un impuesto censal de ámbito estatal, dejando a las autonomías competencia para fijar los tipos impositivos que estimen conveniente, fórmula intermedia que mantiene el impuesto, aunque sin impacto recaudatorio. El argumento censal, sin embargo, resulta pobre e insuficiente:fue un impuesto provisional, transitorio, que ni ha recaudado ni servido para la eficacia del impuesto mayor, el IRPF. Este impuesto sobre el patrimonio merece hoy un digno entierro, un punto final a su poco brillante trayectoria. La fiscalidad moderna debe centrarse en pocas figuras tributarias, sencillas, generales, de baja litigiosidad y fácil entendimiento. En el caso de sucesiones y donaciones, impuestos con más tradición y fundamento doctrinal, el camino emprendido por algunas autonomías, como Madrid, de práctica eliminación mediante exenciones del 99 por ciento en el ámbito familiar, es el correcto.
En cualquier caso, la reforma de ambas cargas debe plantearse en el ámbito de la nueva financiación autonómica, condicionada por la reforma de los estatutos autonómicos y que requiere un amplio consenso parlamentario para abrir un período de estabilidad y de corresponsabilidad fiscal en el complejo modelo de organización territorial que padece España y con el que parece condenado a tropezar cualquier plan estatal.
domingo, julio 29, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario