lunes, julio 30, 2007

Valentin Puig, Las sumas improbalbles de Zapatero

martes 31 de julio de 2007
Las sumas improbables de Zapatero

POR VALENTÍ PUIG
ZAPATERO ha ido sumando cantidades antagónicas durante mucho más tiempo del que podríamos creernos. Tuvimos que suponer que todo valía -según el presidente del Gobierno- para lograr que terminasen el tiro en la nuca, la extorsión y el exilio de miles y miles de ciudadanos vascos. Durante una fase que -de forma eufemística- llamaríamos «suspensión de la incredulidad», amplios sectores confiaron en que el presidente del Gobierno sabía lo que hacía y que si lo hacía con riesgos excesivos al final iba a resultar que el objetivo alcanzado bien habría merecido asumirlos. Al fin y al cabo, para eso están los políticos o son ellos que creen estar para eso.
Lo dijo en el Congreso de Diputados: primero la paz, luego el diálogo. Por aquel entonces, ya se había hablado mucho con ETA, según vamos sabiendo aún sin tener las actas que el líder de la oposición pedía en el debate del Estado de la Nación. Demasiadas cosas se han puesto sobre una mesa que tenía muchas características de una mesa de negociaciones. Eso ocurría en Loyola, por ejemplo. Quedaban implícitos pre-acuerdos que de una u otra manera inducían a ETA a suponer concesiones, a ver factible el logro de sus objetivos. El PNV ha filtrado a «Eguin» que en Loyola quedó esbozada una «eurorregión vasca» de acuerdo con las conversaciones entre el propio PNV, Herri Batasuna y el socialismo vasco. La prudencia política alcanzó su grado cero, la compostura institucional quedaba bajo sospecha y el visto bueno de Zapatero a tales avances presagiaba la incertidumbre actual. Mientras tanto, ETA mataba en Barajas y ETA rescindía la tregua. Desde las páginas de «Gara», Arnaldo Otegui ha amenazado: «Sólo un acuerdo político que devuelva e instale en Euskal Herria un marco democrático puede resolver este conflicto». Es la vieja voz de ETA retumbando, siniestra, por tabernas y valles.
Como de repente, el Gobierno de Zapatero incrementa el acoso policial a ETA y aparecen las fotos de los seis etarras más peligrosos. Se producen detenciones de primera magnitud, desde París se acerca el primer ministro François Fillon para escenificar la solidez de la cooperación policial francesa y ETA vuelve a ser el peligro máximo, el mal que ha sido, es y será. Rubalcaba explica que los terroristas lo van a intentar enseguida que puedan. Dejando ahora al margen sus respectivas trayectorias en el pasado, el cotejo de las posiciones del actual ministro del Interior y el de Justicia revela una discrepancia equiparable a la del adolescente turbulento y el adulto. Difícilmente se trata de un reparto de papeles en el que uno va de izquierdista algo procaz y el otro de sensato circunspecto: no llega a tanto La Moncloa en sus asignaciones de roles. No, se trata de una contradicción genérica de este Gobierno.
En el curso de este giro, Zapatero está pretendiendo que aquella confianza que diseminó al hacer creer que podía ingresar a ETA en el redil de la buenas voluntades se sume ahora a las expectativas de seguridad policial que propugna en esta segunda fase, en la que de otra parte no puede desdeñarse que prosigan encuentros y coloquios con ETA. En todo caso, lo que está buscando es el portento de que lo que es suma nula no lo sea. Se entiende por juego de suma nula -o suma cero- aquella en la que al final la adición de los distintos resultados, tanto los positivos como los negativos, da cero. Es decir: sumar los aventurados tanteos de negociación que ahora conocemos a la posterior reconversión a la iniciativa policial da un resultado cero en términos racionales. Zapatero pretende, en cambio, que no sea así en términos electorales. Quién sabe si en el entretiempo se dirige a electorados distintos o si se cree que son el mismo y de naturaleza prácticamente simultánea. Ahí es donde los políticos intuitivos aciertan o se dan un batacazo. Sea como sea, es una extraña noción del discurrir del tiempo y del «continuum» de la responsabilidad cuando se gobierna. Lo que todo eso implica es el gran concepto que tiene Zapatero de sus cualidades como gobernante y revela, de forma colateral, hasta qué punto es peculiar su valoración de los que solo existimos el día en que nos convocan a las urnas.
vpuig@abc.es

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