De cara a la pared
30.07.2007 -
MANUEL ALCÁNTARA
Está muy estudiado el júbilo que acomete a los tontos cuando les dan una tiza. Es algo incontenible, sólo parecido al que experimentan cuando se hacen con un látigo. Lo que aún no ha sido suficientemente analizado es el impulso que algunos afiliados a los distintos partidos políticos les lleva a emborronar paredes y dejar hechos un asco los muros de la patria suya. Una variedad de grafomanía nómada, fronteriza a veces con lo escatológico, que exige dedicación completa. Ahora, ante el rumor más o menos insistente, de que puede haber elecciones generales el 9 de marzo, estos vocacionales escritores de intemperie se aprestan a dejar sus pensamientos manuscritos en todos los edificios. No sea que se les anticipe otro cretino de signo contrario y le quite el hueco. En vista de eso, la alcaldesa de Lizarra, con gran sentido de la anticipación, ha contratado una empresa antipintadas. Se trata de dejarlo todo como antes de que los nocturnos filósofos expusieran sus tesis y ensancharan el campo de los estudios políticos.La verdad es que dejan un recuerdo borrable, porque se han inventado líquidos aptos para desleír las más sólidas consignas. Los grafitos, del italiano grafitto, con dos tes, los define el diccionario de la RAE como «letreros o dibujos grabados o escritos en paredes u otras superficies resistentes, de carácter popular y ocasional, sin trascendencia». No es cierto que algunos no la tengan. En una de nuestras más hermosas catedrales, leí uno que decía «Si Dios existe, ése es su problema». Hay que reconocer que ciertos letreros, si se alejan de las inmediatas trifulcas políticas, tienen su gracia. Siempre me acuerdo de uno que leí en el barrio madrileño de Cuatro Caminos: «La vida es una barca firmado: Calderón de la Mierda».Hay quien opina que a los que ensucian su ciudad habría que condenarlos a que la limpiaran con la lengua. No está previsto en el Código Penal.
domingo, julio 29, 2007
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