jueves, marzo 08, 2007

Ricardo Carreras Lario, Castro, mentira barbuda

viernes 9 de marzo de 2007
CUBA
Castro: mentira barbuda
Por Ricardo Carreras Lario
De nuestra isla hermana se han escrito muchas cosas, pero el libro que acaba de sacar a la venta Espasa: Castro, mentira barbuda, de José María Calleja, es refrescante. El autor de obras como Arriba Euskadi, Odio, muerte y miedo en Euskadi y ¿Qué hacemos con los inmigrantes? estuvo de viaje en Cuba y, como no dejó que le cegaran con las orejeras para turistas, vio con claridad lo que ocurría a su alrededor.
Calleja corre la pesada cortina de apariencias, tópicos y mitos para observar a la luz de su afilado análisis la realidad de Cuba. Su mirada penetra la gruesa capa de miedo y la simulación que éste genera, rompe el hielo de la superficie fabricada por cinco décadas de relaciones públicas castristas para ver los peces que viven frío bajo esa pulida y gélida plataforma propagandística, por la que patinan tantos aduladores.

El autor no se queda en la bella Habana Vieja restaurada, sino que se sale del circuito turístico para llegar a la otra Habana Vieja, la bombardeada por décadas de abandono, la que se cae a pedazos, la de los malos olores, los apagones y los cortes de agua, en cuyas descorchadas casas se hacinan varias generaciones de cubanos.

Calleja cuenta cómo los alimentos de la cartilla de racionamiento no llegan ni para medio mes; aunque es algo generoso al decir que contiene pollo: la mayoría de los cubanos no ven ese pollo porque no llega a las bodegas, las tiendas donde se compran, con pesos cubanos, los artículos de cartilla.

Asimismo, explica cómo el Gobierno cubano juega con el lenguaje. Por ejemplo: llamó "período especial" a la depresión que se cernió sobre la Isla tras el desmorcillamiento del bloque comunista. El caso es que esa situación es, lamentablemente, normal en Cuba. Los nombres oficiales son todos engañosos.

También aborda el fenómeno del jineterismo como modo de vida para llegar a fin de mes y como pasaje aéreo hacia una vida mejor, a los ojos de algunos cubanos. Acierta Calleja al explicar que no sólo son hombres los turistas sexuales, también hay mujeres –homo y heterosexuales, en ambos casos.

Calleja da buena cuenta del control social que ejerce el Gobierno cubano a través de los famosos Comités de Defensa de la Revolución, los CDR, presentes en todas las manzanas de Cuba. Calleja los llama, ingeniosamente, "templos de delación". Vean la galardonada película La vida de los otros y verán reflejada la Cuba de hoy. Con todo, concede a este sistema más eficacia de la que tiene. El mito persiste también en esto. En realidad, los CDR ya no son lo que eran: ahora tienen problemas para motivar a sus componentes, y abundan los presidentes de comité que hacen la vista gorda. De todas formas, es bueno que Calleja explique por lo menudo en qué consiste esta curiosa institución, porque muchos españoles no la conocen.

La mirada aguda del autor, que percibe tristeza, frustración y desesperanza, tumba el arraigado mito de la alegría innata del cubano feliz que le da a la batida de coco mientras toma el sol bajo las palmeras.

Otro de los aciertos del libro es la descripción que en sus páginas se hace de la cultura del miedo que soporta Cuba. Se trata de un miedo profundo, instintivo, casi genético, muy difícil de imaginar para los españoles que vivimos en libertad. Es el miedo que hace que los exiliados estén años mirando por detrás del hombro antes de hablar y bajen la voz antes de decir algo "comprometedor".

Ese miedo engendra la cultura de la simulación. El ojo de Calleja la capta bien. En Cuba nada es lo que parece. Florece por doquier la doble moral y el doble discurso. Las personas simulan para adaptarse al sistema.

Es loable que en el libro se compare la dictadura de Castro con la de Franco. A pesar de las diferencias, las analogías son notorias, y me parece excelente que alguien las recuerde. En este punto, Calleja nos relata su experiencia antifranquista y traza paralelismos con lo que ha visto en Cuba. Antes que nada, las dictaduras son dictaduras, y hay entre ellas más parecidos que diferencias.

Otro tema de interés que toca Calleja es el de las relaciones entre el castrismo, el entramado de ETA y las ideologías nacionalistas. Habla de complicidades y coincidencias, y resulta muy meritorio que aborde tan fértil materia; especialmente porque sabe de lo que escribe y porque tiene autoridad moral para ello (ha sido galardonado por su trabajo a favor de las víctimas del terrorismo).

Más cosas: Calleja tira merecidamente de las orejas a algunos de los más notorios apologistas españoles del castrismo: Andrés Sorel, Belén Gopegui, Alfonso Sastre, Carlos Carnicero, Ignacio Ramonet y Ramón Chao. Faltan algunos, pero, sin estar todos los que son, al menos sí son, claramente, todos los que están.

En algunas cuestiones es obligado discrepar. Por ejemplo, Calleja cataloga a Carlos Alberto Montaner como miembro de la "oposición radical", cuando en realidad el reconocido intelectual es más bien un moderado dentro de la galaxia de los exiliados. De hecho, es partidario de tender una mano a la parte más sensata de los cuadros dirigentes de la dictadura, pues piensa cabalmente que algunos de ellos deben tener algún sitio en la Cuba del futuro y participar en el tránsito a la democracia, como ocurrió en España.

Pero bueno, lo que cuenta es que Calleja ha ido a la Isla, y ha ido bien. Quien quiera hacer lo propio puede descargarse gratuitamente copiosa información acerca de la Cuba que los guías turísticos no enseñan en la web de la asociación que presido.


JOSÉ MARÍA CALLEJA: CASTRO: MENTIRA BARBUDA. Espasa (Madrid), 2007, 224 páginas.
RICARDO CARRERAS LARIO, presidente de Solidaridad Española con Cuba.

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