sábado, marzo 03, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Reses marcadas

domingo 4 de marzo de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Reses marcadas
Aún dando por buenas las cifras de militantes que nos ofrecen los partidos, son una gota de agua en medio del océano. La gran mayoría de la gente no tiene carné, ni está pendiente de la declaración oficial de la sigla a la que votó, antes de tener una opinión formada sobre un asunto. Los ciudadanos gallegos, españoles, occidentales, han trasladado a la política una actitud parecida a la que domina en materia religiosa.
Nos proclamamos católicos de un catolicismo a la medida, en el que se cogen unos preceptos y se olvidan otros, como en un bufé. Somos católicos (o lo que sea) en sentido general, sin que eso nos impida aplicar nuestros propios criterios sobre determinados dogmas de la jerarquía eclesiástica, o disentir de lo que haya dicho el Papa de Roma o el obispo correspondiente.
Pues bien; esa indisciplina religiosa también está presente en la política. El elector es un ave de paso, migratoria, infiel por naturaleza, que no se siente atado por ningún lazo matrimonial. Prueba de ello es que son los partidos los que intentan seducir al ciudadano con mil estratagemas, y no las personas las que se agolpan delante de las sedes solicitando ser admitidas.
No es necesario seguir dándole vueltas a algo que está a la vista de todo el mundo. La sociedad es libre, y los hombres y mujeres que la componen no actúan de acuerdo con las pautas que se marcan en los comités de los partidos. El ser unidimensional de Marcuse, que reacciona como este ordenador al impulso de cada programa, pasó a la historia, y sólo se pueden encontrar sus vestigios en recintos muy sectarios.
A pesar de ello, en algunos debates se sigue partiendo de la idea de que los partidos tienen un enorme poder de sugestión sobre las masas. Pensemos por ejemplo en el argumento central de Aznar contra las manifestaciones de rechazo a la implicación en Irak, consistente en acusar a la izquierda de manipular el pacifismo. Ahora el objeto de manipulación sería el dolor de las víctimas del terrorismo, y la manipuladora, la derecha ruda y rencorosa. Lo mismo.
Es dudoso que los guionistas se crean estas explicaciones. Se trata más bien de intimidar a la libre opinión de la gente, haciéndole ver que si opina esto o lo otro, queda marcada como una res perteneciente a la ganadería de determinada sigla. Habría entonces que dar por buena la lamentable cesión ante De Juana Chaos porque si no se pasa a engrosar el rebaño del PP.
Las justificaciones de la excarcelación de un sujeto que pasa en unas horas de estar agonizante, a tomar tazas de caldo rodeado de sus compinches, quedan relegadas a un segundo término. Lo esencial es asociar cualquier crítica a la medida, con las posiciones políticas reaccionarias. Al discrepante se le viene a decir que en realidad piensa lo que piensa por estar hipnotizado, y no por tener criterios propios y libres.
En suma, se quiere aplicar a la sociedad una concepción religiosa, de tal forma que si usted simpatiza con el PSOE o el PP, delega en ellos su inteligencia y se apresta a aprobar todo lo que hagan o digan, aunque sea contradictorio con lo que hicieron o dijeron hace poco. Igual que en las teocracias antiguas, entre la fe absoluta y la herejía, no existen términos medios.
La realidad nos muestra un catolicismo laxo, y también unas afinidades políticas flexibles, que nada tienen que ver con el dogma de la infalibilidad que impera en las direcciones de los partidos. Quienes están en ellas tendrán que comulgar con ruedas de molino. Los demás, no.

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