jueves, enero 11, 2007

Blanca Alvarez, Menguele

jueves 11 de enero de 2007
Menguele
BLANCA ÁLVAREZ b.alvarez@diario-elcorreo.com
Cuando se abrieron las compuertas del régimen nazi y afloraron todos los monstruos hasta rebosar las cloacas, la conciencia civilizada sufrió un sarpullido de pavor ante los experimentos del doctor Menguele. Jugar con la vida y la naturaleza, experimentar hasta dónde puede llegar la imaginación creadora del hombre con otro hombre, esterilizar a 'inferiores', gasear a oligofrénicos, neuróticos, homosexuales..., modificar genéticamente, comprobar si un brazo podía insertarse en el hueco de una ingle... ¿El infierno! Eso se dijeron los desprevenidos civilizados.Pero no sobró admiración: ¿Coño, menuda mina! Cientos de científicos de aquel infierno encontraron pasaporte para ellos, su ciencia y sus conocimientos genéticos entre los libertadores. El ciudadano medio continuó pagando sus hipotecas. El poder aprendió una nueva lección: transformemos en normal, aceptable, incluso deseable, la manipulación genética y no necesitaremos blindar científicos y experimentos. Es más, el ciudadano se prestará voluntariamente como conejillo de indias.Los padres de Ashley le han extirpado mamas y útero, la han instalado en el mundo físico de Peter Pan, por su propio bien: la podemos mover y abrazar mejor. No añadieron que disfrazada de niña se torna más tolerable para ellos. Padres y médicos han decidido. ¿Quién decidirá mañana? ¿En nombre del beneficio de quién?Se trata de que el ciudadano occidental se sienta feliz, y si la desgracia arrecia, la ciencia encuentre remedio. Y no sólo enfrentaremos las embestidas de la naturaleza, la ciencia también alcanza para evitarnos la frustración y si usted quiere tener hijos a los sesenta, a los setenta, pues nada, ¿que nos presten unos óvulos frescos! Que muchos hijos han sido intentos para salvar parejas era de todos conocido. Ahora, los hijos sirven para más: alargan la sensación de eterna juventud y se convierten en el punto culminante de una larga carrera social, vamos, que prestan un cierto pedigrí. Sobre todo a las mamás, porque papás septuagenarios ya teníamos incluso en la Biblia y daban un toque de virilidad.¿Qué es un hijo? Pues un hermoso trozo de carne que mostrar a familiares y amigos con el orgullo de quien ya lo ha vivido todo y le faltaba esa experiencia vital. En breve tendremos generaciones de adolescentes sin imagen adulta para imitar y crecer, para madurar, adolescentes convertidos en cuidadores de ancianos desmemoriados. Tal vez reaccionen con el mismo egoísmo de sus padres y decidan convertirlos en jabones biodegradables.

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