martes, mayo 29, 2007

Valentin Puig, Quienes niegan el Holocausto

martes 29 de mayo de 2007
Quienes niegan el Holocausto

POR VALENTÍ PUIG
DE lo último que se sabe del negacionista David Irving es que estaba arengando a la extrema derecha húngara. Irving —junto a Robert Faurisson— es el personaje que más destaca en defensa de las tesis que niegan el Holocausto judío: no hubo judíos exterminados en la Alemania nazi o tan sólo unos pocos, en todo caso Hitler no sabía nada, el diario de Anna Frank es una impostura y Auschwitz únicamente fue un campo de prisioneros con una alta tasa de mortandad. En libros como «La guerra de Hitler» y otros, Irving fue deslizándose velozmente por el tobogán del descrédito. Han sido constantes y aparatosas las contradicciones en datos y argumentos de sus libros, casi siempre ambiguos en la concreción de sus conclusiones.
Si no de pronazi inicialmente, hay algo de mitómano y provocador que le ha llevado a una secuencia casi ininterrumpida de episodios judiciales, hasta el extremo de que fue él mismo quien se querelló contra la autora antinegacionista Deborah Lipstadt y perdió el juicio. El juez británico sentenció de forma clarísima: «Para sus propias razones ideológicas, Irving ha tergiversado y manipulado de forma persistente y deliberada la evidencia histórica; por las mismas razones ha retratado a Hitler desde una perspectiva favorable injustificada, principalmente en relación a su actitud y responsabilidad en el tratamiento de los judíos; es un negador activo del Holocausto; es antisemita y racista, y se asocia con extremistas de derecha que promueven el neonazismo».
Para Irving, con buenos contactos entre los supervivientes de la jerarquía nazi, en Hitler no existe un componente agresor, destructivo o maléfico: se limitó a reaccionar contra las agresiones británicas lideradas por el infame Churchill, un borracho racista. El Führer nada supo del Holocausto, si es que es verdad que hubo hornos de incineración. La prueba es que, si en verdad Hitler hubiese diseñado y decidido personalmente la Solución Final —dice un argumento atroz de los negacionistas—, no habría ningún judío superviviente. En otro de sus libros, Irving califica los hechos de Hungría en 1956 como «revuelta antijudía». Gran parte de sus insinuaciones antisemitas encajan a la perfección con la nueva judeofobia. El islamismo radical comparte esos supuestos negacionistas: el líder musulmán británico Asghar Bukhari reconoce haber dado dinero a Irving, el actual presidente palestino —Abbas— escribió su tesis doctoral en Moscú sobre la conexión entre el nazismo y los sionistas y recientemente el Irán de Ahmadineyad —socio de Zapatero en la Alianza de Civilizaciones— convocó un congreso para la negación del Holocausto. En paralelo, Noam Chomsky ha salido en defensa del derecho de Faurisson a negar el Holocausto. Ahí se suman los detractores de la conspiración judeomasónica y también los de la trama judeocapitalista. El líder antiglobalización José Bové sostiene que los actos de violencia antisemita en Francia están inspirados por el espionaje del Estado de Israel. Lo ha escrito Faurisson: «El antisemitismo no es el peor de los racismos, pero una buena manera de hacérnoslo creer es precisamente hacernos creer en el "genocidio" de los judíos».
El año pasado, Irving estuvo unos meses en la cárcel, en Austria, por infringir la ley austriaca que considera delictivo negar el Holocausto. Países con leyes parecidas son Bélgica, la República Checa, Alemania, Francia, Israel, Rumania, Eslovaquia, Suiza, Polonia, Lituania. En sentido similar han legislado Italia, el Reino Unido o Canadá. En la Unión Europea existe el propósito de criminalizar la negación del Holocausto. En el caso de Irving, otros países ni siquiera le han dejado entrar para no dar publicidad a unas posiciones ideológicas que manifiestamente incitan al odio.
¿Hasta qué punto esas iniciativas legislativas pueden ser un límite indebido a la libertad de expresión? Precisamente la historiadora Deborah Lipstadt es una de las que sostienen que Irving debiera poder proclamar sus tesis. Creen que esas batallas no deben ganarse por vía de la censura, sino con realidad histórica y verdad. Desde luego, para lo que fueron territorios del Tercer Reich, las leyes antinegacionistas tiene más de una razón de ser, como para el conjunto de la Europa que Hitler invadió y sojuzgó. Ahí y en otras partes también hay negacionistas a favor de Stalin, Mao o Pol Pot. Por negar, hay quien niega el atentado del 11-S.
vpuig@abc.es

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