jueves 31 de mayo de 2007
EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA
Rebelión en las aulas
Por José Francisco Serrano Oceja
Hace unos días, leyendo Seriedad con las cosas. Córdula o el caso auténtico de Hans Urs von Balthasar, descubrí qué estaba pasando con los religiosos y la asignatura de Educación para la Ciudadanía. En las primeras líneas de esa invitación a la coherencia cristiana apareció resplandeciente la siguiente frase: "Echa, pues, mano de la linterna; y a ver si entre tantos 'profesores' hallas por lo menos unos cuantos confesores. Porque quién sabe si, puesto en marcha el espectáculo, no sube más de uno a la tribuna y quiere de buena gana ser Ginés o Córdula."
Me acordé del órdago que una gran parte de los religiosos dedicados a la educación, agrupados en la FERE, parecen haber lanzado a quien corresponda con este caso y esta asignatura. Parece que quienes a lo largo de la historia han sido ejemplo de entrega a la educación cristiana, que no se entendería sin su abnegada fidelidad, ahora se han lanzado por la pendiente de la cuerda floja que supone poner una vela a Dios y otra a no se sabe quién. No en vano, el secretario general de la FERE, el salesiano Manuel de Castro, ha tenido que aclarar, por cierto, nada más salir de una reunión con la ministra de Educación, que "jamás hemos desobedecido ni hemos ido en contra de ningún documento oficial de los obispos".
La verdad es que uno, que es un padre preocupado por la educación de sus hijos y que los envía a un colegio adscrito a la FERE, no sabe a qué atenerse. Porque la piedra de escándalo, el signo de contradicción, es esa asignatura de Educación para la Ciudadanía, el fierabrás del estatismo de Zapatero y su guinda para el futuro de los españoles. Los religiosos dedicados a la educación van a conseguir un papel timbrado, en forma de salvoconducto, en el que se diga y se repita que se puede enseñar la asignatura de Educación para la Ciudadanía de acuerdo con el ideario católico del centro educativo. No sé si esta cuestión es un problema de física, de química –la de los religiosos con la Conferencia Episcopal– o de metafísica, pero bien nos vendría aquí aplicar el principio de no contradicción. Y si no, que se lo digan a la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, que el pasado mes de febrero señaló que "los centros católicos de enseñanza, si admiten en su programación los contenidos previstos en los Reales Decretos, entrarán en contradicción con su carácter propio, informado por la moral católica. El Estado no puede obligarles a hacerlo si no es vulnerando el derecho a la libertad de enseñanza y a la libertad religiosa."
Para saber si es posible adecuar, adaptar, amoldar, aggiornar la Educación para la Ciudadanía al ideario católico del centro, debemos saber qué es, cómo se legitima y qué pretende esa asignatura. Aunque toda educación es educación moral, el Estado no está legitimado para configurarla de acuerdo con una moral particular ni imponer esa moral particular, ya sea del Estado o del programa del partido político que sustenta el Gobierno del Estado. Uno de los mayores atentados contra la dignidad de la persona humana es que el Estado pretenda imponer una moral a los ciudadanos a través de la educación. El poder público no está legitimado para formar la conciencia de los ciudadanos. Puede prever y establecer lo medios para que los ciudadanos conozcan los principios constitucionales, sus derechos y deberes cívicos, pero nunca proponer una forma de adoctrinamiento desde una moral de Estado que colisiona directamente con la decisión de los padres que tienen el derecho de educar a sus hijos según sus convicciones. Así como ninguna confesión tendrá carácter estatal, se puede decir que ninguna moral tendrá carácter estatal.
Si analizamos los objetivos, el programa, los criterios de evaluación, los contextos formativos complementarios y los textos nos daremos cuenta de que esa asignatura rompe la imparcialidad con la que el poder público está obligado por la laicidad del Estado. Esa asignatura, por tanto, impone algo más que una moral de Estado. No se trata sólo de que esa moral sea contraria a la cristiana, se trata de que asistimos a un ejercicio moral de imposición de un contenido conformativo en las conciencias. Máxime en este caso, en el que a través de esta asignatura se quieren introducir las ideologías de género y las éticas relativistas, que son las del partido que actualmente está en el Gobierno.Esto es lo que subyace al salvoconducto que los religiosos han solicitado. Un salvoconducto para una intromisión del Estado. Ésta es la salida en falso de una forma de entender la educación de iniciativa católica sometida al dictado de los conciertos, que son, por desgracia, la espada de Damocles de no pocos. Y esto es lo que denuncian, con un argumento último, pero probablemente único, los padres que eligen para sus hijos la objeción de conciencia ante la Educación para la Ciudadanía. Esa objeción de conciencia no es más que un grito de libertad frente a uno de los más graves síntomas de totalitarismo estatal de nuestro tiempo. La historia juzgará la rebelión de los padres en las aulas.
miércoles, mayo 30, 2007
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