jueves 31 de mayo de 2007
A orillas del Cantábrico
Blanca Sánchez de Haro
A QUÍ, a orillas del Cantábrico, parece todo una hermosa y verde pradera. Ya se hizo la primera siembra de “patacas”, pronto vendrán los tractores a sacarlas de la tierra; primero las que están protegidas de la brisa marina que crecieron antes, poco más tarde las otras. Junto a mar, al borde de los acantilados, crecen pequeñas flores de azafrán y deslizándose por los mismos, macizos inmensos de la flor de coitelo, que adorna, perfuma, colorea y tapiza las rocas hasta besar el agua de las olas. Aquí, a orillas del Cantábrico, ha llegado la primavera y todo parece un hermoso y verde valle. Y a lo lejos las montañas se cubren con el manto oscuro de los bosques. Desde ahora hasta que el húmedo y lluvioso otoño que nos acaba de dejar regrese, cada día es una Virgen, cada día es un Santo. Podríamos pasarnos los próximos cuatro meses comiendo, bebiendo, bailando en loor de los habitantes del cielo. Se le cayó el sombrero al Bispo Santo, fundador de la Catedral de San Martiño. Se le cayó durante la fiesta y llovió todos los días. Ahora lo regresan a su sepulcro de piedra y nos regala el sol, ahora empieza la primavera y las vírgenes y los santos se reconcilian con los hombres y dan nombre y color a sus fiestas paganas. Ha sido un invierno duro, hoy el mar no trae nubes amenazantes. Delicioso paseo por la orilla. Mi perro juega con las olas, es tan pequeño que se lo tragan sin que él se dé cuenta. Vuelve a la orilla conmigo asustado y sacudiéndose el agua tan feliz y tan tonto como cualquier perro. Me hace reír. Y la risa llena de aire mis pulmones. Es bueno el sol para el ánimo. Lo tengo todo esta tarde en mi cara, en mis hombros desnudos. Todo el mundo sonríe, sale de sus casas y sonríe y hablan de los santos y las vírgenes que alegrarán estos días tan llenos de luz que nos quedan hasta septiembre. Se cubrirán las calles de flores y se celebrarán sus ganados sitios en el cielo con grandes pulpadas o buen cocido xamón, con empanadas de berberechos o bacalao, con enormes y sabrosos peces cocinados de mil maneras. Las procesiones, las eucaristías nos vestirán de domingo ya preparados para el baile de después, siempre hay baile a la hora del vermú. Y para el de la noche, en que llegue protegido por los santos podrá aún sacar fuerzas para volver a empezar; a comer, a beber buen vino y a bailar. La primavera ha llegado a orillas del Cantábrico. Este año nadie creía ya en ella, pero llegan los días de las vírgenes y los santos y con ellos la estación de las emociones limpias, de los ánimos sensibles. A orillas del Cantábrico, hoy parece todo una hermosa y verde pradera. Un vergel de flores en los jardines - nunca vi tan hermosos macizos de hortensias – de agua limpia y fresca en los manantiales, de ricas verduras en las huertas, de tupidos pinos o eucaliptos que nos traen hasta la orilla el olor de los bosques. Me pregunto si será tan bello y radiante el Paraíso. Si estará también poblado de vírgenes y santos y frondosa belleza el tercer cielo al que dicen se fueron nuestros muertos. Añoro a nuestros muertos, extraño su mano paseando conmigo esta tarde de primavera. Extraño que los días amanezcan tan bellos sin saber si sus ojos pueden admirarlos. Extraño no saber donde se haya el paraíso para ir a visitarlos. “El paraíso está aislado del mundo habitable por montañas o mares, o por alguna región tórrida que no se puede cruzar. Por eso, quienes han escrito de topografía, no lo mencionan”. Habrá de saberlo bien Santo Tomás siendo solo los santos y las vírgenes quienes pueden cruzar esas abruptas regiones para visitarnos en primavera. ¿Les hablarán de nuestro pequeño paraíso a nuestros muertos cuando regresen al cielo el próximo otoño? ¿Les dirán que les extrañamos? ¿Podrían quizá traérnoslos sólo un momento en uno de sus viajes?. Sólo un momento.
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